Derecho a cambiar de opinión: “Para crecer y moverse en un espacio de respeto al otro, es necesario no sentirse dueño de la verdad ni aferrarse a una idea que alguna vez defendimos”

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El biólogo y filósofo Humberto Maturana alguna vez afirmó que existen tres derechos humanos universales que no fueron recogidos por las Naciones Unidas, pero que son tan esenciales como los demás: el derecho a cambiar de opinión, el derecho a irse sin que nadie se ofenda, y el derecho a equivocarse. Según decía, estos tres derechos son los que, junto a los demás, hacen posible que un organismo pueda vivir plenamente, construyéndose a si mismo a lo largo de la vida desde la profunda conexión consigo mismo. “La coherencia del vivir depende de las experiencias que vayamos teniendo y eso provoca que podamos ir cambiando nuestro modo de pensar”, dijo.

El filósofo además planteaba que tiene que ver con la libertad de experimentarse en distintas posiciones, practicar las diferentes ideas que podemos tener, conectar con lo que sentimos en cada una de ellas y así, conocer en profundidad aquello que pensamos, decimos y somos. “Si no estuviese permitido cambiar de opinión, estaríamos atados a algo que hemos dicho en algún momento específico por el resto de nuestra vida, negando los cambios y vaivenes en nuestra manera de ver y estar en el mundo. Si el otro no me deja cambiar de opinión, ¿cómo suelto la verdad y acepto mi error?”, decía.

Y es que para crecer, para moverse en un espacio de respeto al otro, es necesario no sentirse dueño de la verdad ni aferrarse a una idea que alguna vez defendimos. Cambiar de opinión es cambiar de perspectiva, permitirse otro lugar simbólico y aceptar que las cosas no son definitivas. Así lo cree también el psicólogo Fernando Duarte, quien dice que cambiar de opinión en un momento dado no implica alejarnos de nuestras esencias. “Es, por ejemplo, darse cuenta de que personas en las que confiábamos no son de fiar, o asumir que un camino que creíamos acertado no lo era tanto. Pero es principalmente, es saber avanzar con mayor perspectiva y madurez”.

Según Duarte este último punto es paradójico, porque muchas veces el cambio de opinión constante se suele asociar a la falta de madurez. “Muchos suelen ver con desconfianza el que, en un momento dado, actuemos o pensemos de modo diferente. Y en esto tienen un punto, porque las personas que cambian de opinión a la ligera y sin razón alguna, efectivamente tienen rasgos de inmadurez, lo que genera desconfianza”, dice. Pero –agrega– cuando hay un argumento o una reflexión, ser capaces de cambiar de opinión sobre un tema, sobre un comportamiento o sobre la concepción que tenemos de algo, es nuestra única oportunidad de asumir otras perspectivas y enfoques más útiles.

“Nadie debería hacer cambios a la ligera o cambiar de opinión de manera antojadiza. Hay que hacerlo con certezas, con la seguridad de que hay cosas que ya no deben ser defendidas porque hay opciones más válidas y enriquecedoras. En ese sentido, cambiar de opinión no nos convierte en personas inestables o cambiantes, ni tampoco inmaduras. Es más, aquellas personas capaces de abrir su mente, de ser receptivas a otros estímulos y que además, están abiertas al cambio cuando así lo creen o lo consideran, son perfiles altamente competentes en su propio crecimiento personal”. En el Journal of Personality and Social Psychology los psicólogos sociales Ian Handley y Dolores Albar publicaron hace unos años un estudio sobre nuestra resistencia a cambiar de actitudes, allí determinaron que las personas con una buena autoestima y que se sienten bien consigo mismas, tienen una mente más abierta y son mucho más receptivas al cambio. Es más, no tienen miedo a cambiar de opinión en un momento dado y a dejar claro por qué lo hacen.

Así entonces, como alguna vez dijo Maturana, las personas tienen el derecho a cambiar de opinión, si ese cambio viene de la mano de una reflexión. “Tienes el derecho a que ahora te guste eso que antes criticabas, simplemente porque no habías tenido la valentía u oportunidad de descubrir todo lo que podía ofrecerte. A veces, cambiar de opinión es crecer, es permitirnos abrir nuevas puertas para avanzar con mayor competencia y seguridad. Y nada de eso es malo ni nos hace peores personas, todo lo contrario”, concluye Duarte.

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