Derecho al aborto revocado en EE.UU: ¿Qué significa para Chile?
Cuando la cineasta, escritora y activista Paola Mendoza supo el viernes por la mañana que la Corte Suprema de Estados Unidos había revocado Roe v. Wade –fallo por el cual en el año 73 se determinó que las mujeres, amparadas en el derecho constitucional a la privacidad, podían elegir si continuar o no su embarazo sin el involucramiento del Estado–, lo primero que se le vino a la mente fue la imagen de su mamá.
Había llegado a Estados Unidos desde Colombia en el año 85, con tan solo 25 años y dos hijos –Paola, que por ese entonces tenía 3, y su hermano mayor de 7–, para reencontrarse con su pareja y padre de los niños, quien la estaba esperando en Los Ángeles, California.
Hasta ahí, como cuenta Paola, la historia de su familia es característica de los inmigrantes que se ven obligados a dejar atrás a sus seres queridos en búsqueda de mejores oportunidades, en un país que, esencialmente, promete eso. Pero un día su padre despertó, se fue a trabajar y nunca más volvió. Supo en ese instante que se habían quedado sin ingreso alguno y sin posibilidades de revertir, a corto plazo, la situación. “Pero ella hizo lo que millones de madres han hecho incluso antes que ella; milagros. Encontró comida donde no la había, hizo de una banquita en el parque nuestro hogar cuando nos quedamos sin casa, y logró hacer de los momentos más oscuros, momentos esperanzadores”, recuerda.
Lo que no supo de inmediato fue que a las pocas semanas de que su padre se marchara, su mamá se enteró que estaba embarazada. “Embarazada en la época más aterradora de su vida; sin casa, sin trabajo y con la incertidumbre de lo que podía llegar a ocurrir. Hasta entonces, un aborto no habría sido nunca una opción; había sido criada en un ambiente estrictamente católico, conservador y moral. En Colombia, un país en el que toda la vida le habían dicho que el aborto era un crimen y además algo por el cual sentir vergüenza. Pero también sabía que si quería que mi hermano y yo sobreviviéramos, no había otra opción”, reflexiona. “Y finalmente se decidió por abortar”.
Su madre pudo –como reflexiona ahora Paola– tener un aborto porque estaba en un país que le brindaba esa posibilidad. De manera segura y libre de costo. Y así, pudo sacar adelante a los dos hijos que ya tenía. “Ese aborto libre, que probablemente fue una decisión muy difícil de tomar para ella, fue lo que permitió que nosotros tuviéramos la posibilidad de sobrevivir. Y esa historia no le corresponde únicamente a ella; es la de miles de mujeres inmigrantes que llegan a este país y que hoy, 50 años después de que se legalizara el aborto, no van a poder actuar con esa libertad. No van a poder tener la opción”.
Por eso, ese viernes 24 de junio a las 10 de la mañana, y desde su departamento en Nueva York donde hoy vive con su hijo de 9 años, Paola pensó en su madre. Pensó también en todas las mujeres latinas, negras, racializadas y pobres que se han encontrado y encontrarán en esa situación. “Se trata de un control sobre la autonomía del cuerpo de la mujer, por más que digan que es una lectura errónea de la Constitución. Esta decisión de la Corte Suprema encuentra su raíz en la misoginia, pero también en un racismo y clasismo muy fuerte. Porque bien sabemos, como lo hemos visto en Latinoamérica, que las que puedan acceder a abortos seguros en los estados donde se permitan, lo van a hacer igual. Mientras que las que no, no van a tener más opción que realizarse abortos inseguros. Y ya lo vamos a empezar a ver”.
Y es que la decisión de anular el derecho al aborto deja a los estados conservadores –o rojos, cuyos votantes optan en su mayoría por candidatos republicanos–, sin posibilidad alguna, como sí lo pueden hacer los estados democráticos cuyas legislaciones estatales seguirán resguardando el derecho al aborto seguro. Y es solo una de las medidas que, según vislumbran los especialistas, se pondrá en tela de juicio en una Corte Suprema que desde el 2020, cuenta con mayoría republicana (la proporción es de 6 a 3). “Creo que el error fue que dimos por sentado un derecho y no supimos advertir que hasta las leyes se pueden revocar. En el fondo, se trabajó mucho, se lograron derechos fundamentales, pero después, como suele pasar, nos relajamos. Y no hemos captado la gravedad del asunto y que por ahora, la vía institucional no es una opción, porque cualquier causa que llevemos a la Corte Suprema, no va ser acogida pensando en el bien común”, cuenta Paola. Por eso, la alternativa es, según ella, organizarse y crear redes de cuidado comunitario y colectivo. Tal como se hizo en México, donde organizaciones sociales promovieron 30.000 abortos seguros, y como se ha hecho en otros países de Latinoamérica en los que, a falta de ley, se consolidaron redes de apoyo mutuo. “En Latinoamérica está la respuesta, porque si se pueden pasar leyes progresistas en países extremadamente católicos, por qué no se podría acá. Por lo pronto, tenemos que preocuparnos de que los republicanos no ganen el Senado, porque ya están hablando de un veto nacional del derecho al aborto, y eso podría ocurrir si tienen la mayoría en el Senado”.
Así mismo lo explica la especialista en mujeres y trabajo, Avivah Wittenberg-Cox –CEO de 20-first, una consultora internacional de asesoría en equidad de género, autora de Why Women Mean Business y columnista de Forbes–, quien postula que los movimientos se crean para articular cambios, pero cuando esos cambios ocurren, se dan por hecho y los que promovieron ese cambio se relajan. “Este fue un remezón que nos muestra que estas cosas pueden cambiar de un día para el otro, y que así como hubo un movimiento que trabajó mucho para obtener este derecho básico, hay un movimiento igualmente fuerte y organizado que está trabajando hace 30 años para revocarlo. Y no se queda en el aborto. Tenemos que acordarnos que no todos son progresistas y que, a su vez, si bien siempre se ha mirado a Estados Unidos como un ejemplo a seguir en temas como los derechos de la mujer, es de los países que peor está en cuanto a los derechos de pre y postnatal y guarderías”. ¿Dónde está la solución? Según la especialista, las respuestas radican en una resignificación de los cuidados, como parte del sistema de salud, y en buscar hacia otros países en los que estos temas no dividen a la sociedad como sí lo hacen en Estados Unidos. “Hay una reacción –o un backlash– de los conservadores y hay que entender que tiene repercusiones en los grupos conservadores del resto del mundo, quienes ahora se pueden aferrar de esta decisión. Por eso, espero que esto haga que hombres y mujeres nos movamos juntos en pos de nuestros derechos, porque este no es un tema que involucra solo a la mujer, sino que a toda la sociedad, y lo sabemos hace tiempo”. Y es que ya en 2020 una encuesta realizada por The New York Times y Siena College, reveló que un 62% veía posible que el nombramiento de una jueza conservadora podía revocar el veredicto de Roe v. Wade.
¿Cómo afecta esta decisión en Chile?
La abogada de Corporación Humanas, Camila Maturana, explica que la sentencia promulgada en EE.UU da cuenta de que hay fuerzas conservadoras que están vigentes en todo el mundo, fuerzas cuya máxima preocupación es poner barreras a los avances en materias de derechos básicos. “Esto puede generar que en Chile y en otros países de la región, donde actualmente la tendencia es hacia un progresismo, legisladores y jueces se vean impulsados a buscar leyes o precedentes judiciales contrarios a los derechos de la mujer”, explica. En nuestro país, los derechos sexuales y reproductivos están en pleno debate, y aunque son derechos que derivan de los tratados internacionales vigentes, aun no cuentan con plena protección. “Sabemos que en lo legal es limitado permitir el aborto en tres causales, pero más que nada lo preocupante es la alta proporción de médicos objetores de consciencia, los insuficientes programas de capacitación y la poca difusión al respecto”.
El 16 de marzo la Convención Constitucional –encargada de escribir el borrador de la nueva Constitución– aprobó el artículo que reconoce que todas las personas son titulares de derechos sexuales y reproductivos, norma que ingresó como iniciativa popular y que busca finalmente poder legislar y regular la interrupción voluntaria del embarazo. Bajo esta premisa, se reconoce la titularidad de los derechos sexuales y reproductivos de personas gestantes.
Según Paola Mendoza –quien fue la organizadora de la marcha de mujeres en Whashington en 2017 y la encargada de llevar al colectivo chileno Las Tesis a la Casa Blanca– lo que faltó en el 73 fue, justamente, la estrategia y visión para codificar la ley. En lo concreto, el 70% de los ciudadanos estadounidenses creen en el derecho a aborto pero, como explica la especialista, “es una minoría estratégica que está empujando su agenda conservadora hace tiempo y la ley no era lo suficientemente sólida porque velaba por el derecho a la privacidad y no lo veía como un problema público, que lo es. Eso hizo que no hubiera una red, que es lo que necesitamos articular ahora. Hasta hace dos meses había gente que no pensaba que esto podía ocurrir, y ahora lo vemos”, explica. “Esto habla de la fe que tenemos los norteamericanos en la institución y en la democracia, como si la democracia que conocemos hasta ahora no estuviera totalmente dañada. Aun así, como dicen mis colegas, la esperanza es una disciplina y hay que ponerla en práctica, porque si no, ¿por qué hacemos lo que hacemos? Pero mi esperanza está puesta en lo que podemos hacer como comunidad, y para eso es necesario volvernos humildes y ver de qué manera se articularon los movimientos en Latinoamérica. Ese puede ser un mapa que nos guíe”.
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