Este domingo va a ser un Día de la Madre distinto y probablemente imborrable en nuestras vidas. Algunas podremos estar cerca de nuestros hijos, mientras otras estaremos lejos de nuestras madres y ellas lejos de sus hijos. Y es que en un día donde el cuidado va de la mano con mantener la distancia social, creo que necesitamos encontrar la manera de demostrar el inmenso amor y agradecimiento que sentimos por nuestras mamás y por quienes ahora somos mamás. No podemos dejar de dar las gracias ni dejar de recibir un gracias de nosotras mismas y de nuestros hijos.
Este último tiempo a algunas madres nos ha tocado duro. Nos hemos encontrando 24/7 con nuestros hijos, y aunque pueden existir miles y miles de oportunidades en este encuentro, y miles y miles de bendiciones para poder estar más tiempo conectados, no podemos dejar de ver el lado B, ese del que nadie habla tanto, pero que todas hemos sentido en algún momento de estos locos y ajetreados días. Porque también nos hemos visto enfrentadas al cansancio extremo de intentar seguir siendo las mamás contenedoras y cercanas mientras tenemos que trabajar online, enseñar materias escolares y encargarnos de la casa. Estamos cansadas -o al menos yo lo estoy- y la verdad es que en más de algún momento he necesitado respirar profundo y tener un minuto sola para mí. Algo definitivamente imposible dadas las circunstancias.
Este año más que nunca espero un gracias. Y como soy de las que pide y no espera, les he pedido a mis hijos y a mi pareja lo que necesito: Necesito muchas muestras que digan simplemente gracias. Gracias por estar ahí aunque esté cansada, gracias por la ayuda, gracias por el abrazo, gracias por hacer la comida, gracias por enseñar, gracias por dejarme un huequito en la cama cuando tengo miedo, gracias por abrigarme, gracias por jugar, gracias por quererme, gracias por ser siempre incondicional, gracias por estar, gracias por existir. No espero grandes regalos, no espero grandes honores, no espero flores ni corazones, solo quiero que cada uno de mis hijos pueda mirar cómo cada día junto a ellos elijo ser la mejor mamá que puedo ser, dentro de mis infinitas imperfecciones.
No podemos olvidarnos que existe otro grupo enorme de madres que también les ha tocado duro, porque no han podido estar ahí para sus hijos. Entre ellas mi propia mamá. Ellas han tenido que mantener la distancia del abrazo, de un regalo y de un te quiero. Han tenido que celebrar cumpleaños a la distancia y han tenido que soportar no ir al rescate de sus hijos, muchos de ellos ahogados en preocupaciones, tareas interminables y penas escondidas. Para ellas este día será probablemente más difícil, porque no poder compartirlo con sus hijos lo hace incluso incoherente. Porque es en el Día de la madre que necesitamos ser abrazadas, agradecidas y queridas por ser eso que elegimos ser para toda la vida: mamás. No dejemos de agradecerle a nuestras madres, a esas a las que les toca estar lejos. Busquemos la manera de abrazarla mandándoles un regalo sorpresa o con unas palabras de cariño que la despierten en la mañana. Abrázala como puedas y con tu propia manera, porque siempre existe una. Y si eres mamá y tienes el regalo de estar con tus hijos, abrázalos y escucha todas sus palabras. Quizás no sean tan explícitas, pero sin duda estarán colmadas de agradecimientos a través de un beso pegoteado o un dibujo indescifrable o ese infaltable abrazo prolongado.
En este Día de la Madre abrázate a ti misma por ser mamá, por ser la mejor mamá que puedes ser para tus hijos. No la mamá perfecta, no la mamá caricaturizada y siempre contenta, sino la mamá que tu puedes y eliges ser. Abrázate y agradécete por siempre elegirlos a ellos, con cansancio o con dolores, eres y eliges ser la mejor mamá posible. A veces nuestro mejor regalo está en saber dárnoslo a nosotras mismas.
María José Lacámara, psicóloga infanto juvenil, especialista en terapia breve y supervisora clínica. @joselacamarapsicologa