"Me cambié de casa hace muy poco, casi un mes. Para mí el cambio ha sido increíble, porque significa tener independencia. Esta es 'la pieza que puedo pagar yo'. Me hace feliz despertar y ver este metro cuadrado repleto de las cosas que he elegido. Estoy trabajando en lo que me gusta y gracias a eso puedo permitirme este espacio. Por lo mismo, trato de mantenerlo siempre limpio y lindo, porque quiero que sea mi lugar favorito en todo el mundo. Y lo es.
Mi escritorio es lo más importante. Cuando me cambié no tenía cama, y estuve durmiendo por un tiempo en un colchón muy poco fabuloso tirado en el piso, pero tenía mi escritorio armado, digno. No tengo cocina aún, pero tengo mi mesa de trabajo, que es una tabla con patas donde puse mi computador, dibujos y libros, que son mi fuente de inspiración. Es como un mini universo compuesto por mi librero y mi escritorio, que son las dos cosas que más me importan.
Hay días en que me quedo dibujando encargos en el computador hasta las tres de la mañana, muy motivada, porque son usualmente a última hora. Después despierto al día siguiente, sin saber dónde estoy, y sigo trabajando en pijama. Si quiero hacer algo análogo en papel, tengo una manía: siempre debo estar vestida y peinada. No puedo verme miserable dibujando cosas que amo.
Tengo una relación muy fuerte con los objetos. No en un sentido materialista, sino porque creo un vínculo emocional con ellos, sobre todo con los libros, los lápices y chucherías que traigo de viajes o que compro por ahí. Colecciono libros de ilustración. Y compro bastantes. Soy capaz de vivir de pan con queso para comprarme mis libros. Me he dado cuenta de que casi no leo historias para adultos, porque me encantan los libros para niños. De ahí saco paletas de colores y algunas ideas. Los encuentro revitalizantes para mi trabajo.
Tengo muchos libros guardados, porque mi papá era profesor de literatura inglesa y especialista en Shakespeare. Era muy obsesivo. A veces se obsesionaba dos semanas con las abejas, y se conseguía millones de libros sobre cómo cuidarlas. Mi nombre, de hecho, nació de un diccionario de nombres que se compró alguna vez. Tengo todos sus diccionarios guardados, porque también enseñaba holandés, entonces tenía muchos y de todo tipo. Guardo también un timbre de mi papá, Paul Jolley, con el que marcaba sus libros favoritos. En este espacio he ido construyendo una combinación de las cosas que heredé de él, y de las mías.
Todas mis otras cosas las dejé en la casa de mi familia. Para este espacio quise comprarme todo yo, incluyendo la ropa de cama. Quise sentir esa independencia, ese 'querer partir de nuevo'. Creo que independizarme llevó a que mi vida creativa y artística mejorara. Y como ahora necesito ganar plata, me han llegado miles de pegas. Es casi algo energético, como si el universo me estuviera respondiendo por haber empezado de nuevo".
Holley Jolley (22) es ilustradora y estudia diseño en la Universidad Católica de Chile. Colabora en revista Paula y diversas publicaciones en el extranjero