"Desde que salí de la universidad busqué un camino alternativo al del artista plástico. Me parecía que era súper cerrado el rubro, porque no es fácil entrar al mercado artístico de quienes exponen en galerías o museos. Pensaba que no podía no haber otra alternativa, y así fue como, buscando en este otro camino, empecé a autogestionar mis proyectos.

Retomé la ilustración, que en la universidad había dejado de lado porque no era bien mirado pintar flores para los ramos de taller, y empecé a ilustrar mascotas. Y así, me fueron saliendo trabajos de a poco y se me abrió un mundo en el que pude conocer a otra gente que también estaba emprendiendo. Me topé con un universo en donde se busca esa colaboración con artistas. Fue reconfortante saber que no estaba sola.

Antes trabajaba en mi casa, entonces no tenía mucha vida social con otra gente del rubro. Hasta que un día fui a una reunión y conocí el concepto del coworking. En ese lugar habían fotógrafos, diseñadores, arquitectos, pero ningún artista. Y encontré increíble la idea de compartir taller con gente que no se dedica necesariamente a lo mismo que yo. Me encontré con comentarios respecto a mi trabajo desde otras miradas, que eran nada que ver a lo que yo estaba acostumbrada. Era una retroalimentación muy buena.

En esa oficina estuve dos años, hasta que un día vine a esta casa, que también es un espacio de coworking con más artistas, y me enamoré de la luz. De inmediato imaginé mis plantas y mis cosas instaladas en esta mesa de madera. Me invitaron a participar del espacio y acepté. En el otro lugar todos teníamos la misma edad, pero acá son todas más grandes, con hijos, y están en otra faceta de sus emprendimientos. Paso harto tiempo sola por eso mismo, pero también lo disfruto. Ahí es cuando puedo poner música y ocupar más libremente el espacio.

No había decoración cuando llegué. Así que me traje todas mis plantas, un sillón, mis cuadros, y me propuse armar un lugar que no fuera solamente para estar sentadas trabajando. Quería que también pudiéramos compartir, dar vuelta las sillas y conversar entre todas. Es genial que se den esas instancias, porque todas acá tenemos ritmos diferentes. Mi oficina no es un lugar en donde yo sólo dejo mis materiales, sino que es un espacio que puedo habitar y personalizar. Y eso es clave. De hecho, me traje muchísimas cosas de mi casa para instalar y decorar, como los libros.

Me ha pasado que he tenido poco tiempo para sentarme a pintar. A veces tengo ideas que no puedo desarrollar de inmediato, porque tengo muchas tareas administrativas que cumplir o reuniones que ocupan mi tiempo. Por eso opté por agendar un día de la semana para mí. Es súper importante, cuando se es freelance, agendar tiempo para uno mismo. En este tipo de trabajos en los que uno vive según los tiempos del resto, la clave está en generar también tiempo para uno.

Siento que el crecimiento de las plantas que están en el escritorio son parte de mi proceso creativo. Es en lo primero que me fijo cuando llego en las mañanas; si están más grandes o largas. Es fundamental para mí estar al lado de vida; que esté 'pasando vida' a mi alrededor para trabajar. Acá, por ejemplo, hay también sonido de agua y jardín, y poder salir a estos espacios abiertos, bañados en luz natural, es impagable. Por otro lado, siento que aporto algo estando acá. Nos retroalimentamos entre todas, porque tenemos profesiones diferentes pero vamos remando el mismo barco. Todas somos emprendedoras".

Josefina Jiménez es artista visual e ilustradora. También escribe sobre arte y creatividad para el blog de Cosíobordaotejío.