Eve Lahijani, nutricionista graduada de UCLA, abre su charla TED desde la misma casa de estudios que la acogió por cuatro años, reconociendo que mientras estuvo en el campus como alumna, no pasó su tiempo concentrada en ensayos, pruebas ni exámenes de fin de semestre como la mayoría de sus compañeros. Lo que realmente ocupaba su mente por ese entonces era la comida, su físico y, sobre todo, su peso.
Como ella, miles de mujeres viven obsesionadas con cada alimento que ingieren y esta en alza. Cada día surgen nuevas fórmulas de alimentación que –bajo la promesa de una vida más saludable– proponen restringir nuestras dietas eliminando los alimentos de origen animal o cualquier producto procesado, azúcares refinados, endulzantes artificiales o el gluten.
Están también las dietas crudas y las que se basan en el consumo de alimentos altos en grasas y un bajísimo aporte de carbohidratos. Y así, existen un sinfín de combinaciones –y restricciones– que muchas veces nos imponemos de forma voluntaria con la idea de hacer un cambio positivo en nuestras vidas y en nuestros cuerpos, sin saber que podemos, sin quererlo, gatillar problemas alimentarios complejos e incluso desembocar en un trastorno de alimentación que puede tomarnos años resolver.
Eve Lahijani confiesa que fue precisamente en un intento por controlar su peso que comenzó a realizar dietas híper restrictivas. Así fue como cada vez sus patrones de alimentación se volvieron más estrictos y empezó a practicar los populares ayunos o detox, hasta llegar a eliminar grupos completos de alimentos de su dieta o a saltarse comidas.
Jaime Silva, psicólogo del programa Vivir Liviano de la Clínica Alemana, confirma que las restricciones en una dieta no son inocuas y que, a pesar de que existe evidencia que respalda los efectos que tienen en el largo plazo, las personas están poco informadas sobre el tema. "Es sorprendente que sigamos pensando que las dietas restrictivas no tienen un efecto por sí mismas", comenta. "El efecto de la restricción alimentaria es paradójico porque cuando analizas los patrones que se van desarrollando a lo largo del tiempo lo que ocurre es contrario al sentido común".
El especialista explica que precisamente las personas que restringen fuertemente su alimentación bajan de peso en el corto plazo, pero a mediano y largo presentan oscilaciones de peso que finalmente se traducen en un aumento de masa corporal. "Generalmente se trata de una restricción selectiva de algún tipo de alimento como carbohidratos o grasas", comenta. "Y cuando haces este tipo de restricciones en el mediano plazo emerge la sobre ingesta como una respuesta compensatoria. Las personas están muy comprometidas con estas dietas restrictivas, pero bajo ciertas circunstancias van a tener periodos de sobre alimentación o de atracones".
Eso fue precisamente lo que le ocurrió a Lahijani, al igual como les ocurre a muchas mujeres que practican dietas restrictivas. Logró sostener las restricciones alimentarias autoimpuestas por un cierto periodo de tiempo. Pero lo que vino después para Eve fue un atracón de proporciones épicas: bols repletos de leche y cereales, porciones enormes de torta, queques, galletas, helados y todo de una sola vez.
Similar es el recuento del primer atracón que hace la norteamericana Kathryn Hansen en su libro Brain Over Binge. En él habla sobre su lucha contra la bulimia, el binge eating disorder (o trastorno por atracones) y cómo generó una adicción a partir de restricciones alimentarias que en un principio parecían inocentes, pero que terminaron re-programando su cerebro al punto de que ella misma no lograba reconocerse.
Precisamente uno de los trastornos de la alimentación cuya incidencia ha tenido más crecimiento en el último tiempo es la del trastorno por atracón. Tanto es así, que la Asociación Americana de Psiquiatría lo incluyó como una enfermedad aparte –adicional a la anorexia, la bulimia y los trastornos inespecíficos– en la última versión del Manual de Diagnóstico de Trastornos Mentales que enumera y describe todas las enfermedades de salud mental reconocidas por dicha institución. Este síndrome, similar a la bulimia, también se caracteriza por episodios de comer compulsivo, pero la diferencia está en que estos no son seguidos por uno purgativo –como el uso de laxantes, vómitos o ejercicio excesivo– lo que resulta generalmente en un aumento de peso de la persona que lo padece.
Según información publicada por la Clínica Las Condes, el binge eating disorder afecta hasta un 5% de la población general y a un 30% de los pacientes que participan en programas de control de peso. Y es que son precisamente las dietas y las restricciones en torno a los alimentos las que pueden llevarnos a caer en este tipo comportamientos compulsivos.
Vania Figueroa, doctora en ciencias con mención en neurociencia, aclara que no basta con una dieta estricta para generar un trastorno de alimentación, pero que los límites estrictos, cuando se trata de nuestros alimentos, podrían ser la chispa que enciende la llama. "La investigación apunta a que los trastornos alimentarios están significativamente influenciados por factores genéticos", explica. "Pero existen otros elementos, como la crianza y el entorno familiar respecto a conductas que se enseñan y aprenden respecto a la comida, que pueden ser factores de riesgo particularmente potentes para que individuos con vulnerabilidad genética a los trastornos alimentarios terminen desarrollando la enfermedad". Y si no sabemos quienes son los que acarrean predisposición para la tormenta perfecta, quizás lo más cauto sea no mover demasiado el bote.
Aún cuando la dieta no necesariamente desemboque en un trastorno de la conducta alimentaria propiamente tal, sí puede generar problemas serios. Jaime Silva explica que muchas de las personas que comienzan con dietas restrictivas terminan atrapadas en un círculo vicioso del que es muy difícil salir. "Se produce una especie de ciclo crónico en el cual la persona se restringe y se sobre alimenta", explica. "Y debido a esta sobre alimentación, vuelve a restringir. Entonces se forma un patrón de restricción-sobre ingesta y a estas personas se les llama dietantes crónicos".
Paradójicamente para los dietantes crónicos que comenzaron eliminando alimentos de sus vidas, la comida comienza a tener un rol cada vez más protagónico, según explica el psicólogo Jaime Silva. "Empieza a ser el mecanismo a través del cual sienten que tienen un cierto control, se sienten muy bien cuando están en estos periodos de restricción, con alta autoestima, con energía, con sensación de proactividad", explica. Y cuando tienen atracones, viene todo lo contrario: baja autoestima, sensación de fracaso y visiones negativas de la imagen corporal. "Para recobrar la sensación positiva vuelven a la dieta restrictiva y entonces se genera un patrón que se transforma en recurrente y crónico". Según explica el psicólogo, son estas personas las que muchas veces tienen una propensión a desarrollar un trastorno de la conducta alimentaria cuando los atracones se vuelven muy intensos y frecuentes o cuando dan origen a conductas compensatorias como tomar laxantes, vomitar o hacer ejercicio excesivo.
Kathryn Hansen explicó en una entrevista que uno de los principales problemas que enfrentó durante su tratamiento es que muchas veces el vínculo entre las dietas restrictivas y los trastornos de alimentación es subvalorado. "Los atracones son tratados normalmente como un síntoma de un problema mayor", explicó. "Pero cuando el hábito de los atracones está grabado en tu cerebro, aprender a manejar de mejor forma el estrés no te va a ayudar a disminuir tu tendencia a comer compulsivamente". Y tiene sentido. Todas las personas enfrentamos situaciones en el día a día que nos hacen sentir estresados, pero no todas asaltan el refrigerador y consumen miles de calorías en queques y galletas para enfrentar eso.
Kathryn dice que el problema de los atracones tiene mucho más que ver con las privaciones y recompensas que le damos a nuestro cerebro a través de las dietas restrictivas que con el manejo de emociones negativas, el estrés o incluso el trauma. Y puede ser que la respuesta para muchas personas que sufren atrapadas en ciclos de dietas estrictas y atracones esté simplemente en detener la misma conducta que los gatilló en un principio y dejar de restringir. O por lo menos así logró salir ella de la restricción alimentaria que la enfermaba. "Lo que no usas en tu cerebro, lo pierdes", aseguraHansen..