Dismorfia por redes sociales: la obsesión por los filtros de belleza está dañando nuestra autoestima
Desde que Instagram lanzó la alternativa de subir historias que el músico David Peralta, de 33 años, se hipnotizó con la capacidad de los filtros para arreglar características de su cara que siempre le habían molestado. Al principio jugaba con los más evidentes, esos que cambiaban considerablemente su rostro, pero sus amigos le hicieron ver que los estaba usando demasiado y que ya casi no salía sin ellos. “Empecé a usar aquellos más sutiles, que se notaran menos, para verme natural. Los que te hacen ver un poco menos pálido, que te cambian suavemente la forma de los ojos y te los aclaran un poco”. Fue esa sutileza que perfeccionaba sus facciones la que lo volvió adicto a esa imagen idealizada de sí mismo. “Hoy ya no uso la cámara normal porque no me gusta cómo salgo. Necesito que mis fotos estén tomada siempre con filtro de Instagram, sino no me conformo, encuentro que salgo mal. Los filtros son la única manera que encuentro para salir bien”.
La moda de los filtros de belleza en las redes sociales está cambiando la manera de auto percibir nuestro aspecto físico cal punto de provocar en algunas personas una obsesión por volver esa imagen idealizada casi una realidad. Una piel más clara, rostro delgado, mejillas rosadas, ojos grandes y labios gruesos son las características más usadas en los filtros de Instagram para corregir el aspecto del rostro. El problema ocurre cuando el uso excesivo de estas codificaciones en el rostro se instala como una versión mejorada de nosotros mismos y la forma en que se supone nos deberíamos ver. Algo que ha llevado a algunas personas incluso a gastar miles de dólares en cirugías para parecerse a su filtro favorito; toda una tendencia dentro del mundo de la cirugía plástica hoy.
Aunque se extiende principalmente a Instagram y Tiktok, los médicos han acuñado ese fenómeno como “Snapchat dysmorphia”; así lo define un artículo de la revista de la Asociación Médica Estadounidense, JAMA, en el cual investigadores de la Universidad de Boston afirman que los filtros para selfies están definitivamente distorsionando cada vez más las líneas que separan la realidad de la fantasía.
Más datos lo corroboran: En 2021 la marca Dove lanzó un estudio- parte de su Proyecto de Autoestima- que se enfocó en demostrar cómo afectaban las selfies con filtros en niñas y adolescentes. Dentro de la muestra, hecha con 500 mujeres entre 10 a 17 años, el 23% pensaba que no se veía lo “suficientemente bien” si no editaban sus fotografías y el 20% sentía decepción por no tener el aspecto de sus fotos en la vida real.
Al respecto, las psicólogas Francesca Chiappini y María Belén Gómez, señalan que el estar de manera continua expuestos a imágenes idealizadas en redes sociales, evidentemente está teniendo un efecto negativo en la satisfacción corporal. “Con el aumento de las redes sociales centradas en la imagen, las personas, incluyendo niños, niñas y adolescentes, están expuestos a un bombardeo de conceptos ideales de cuerpos y caras hegemónicas, no solo de modelos y celebridades sino también de sus amigos y seguidores”. Para las psicólogas, las redes sociales están animando a las personas a presentarse de una manera idealizada ante los otros, y a crear mejores versiones de sí mismo para exponerlas al público. “Las redes sociales nos permiten presentarnos a los otros desde una nueva indentidad, que es creada y manejada por nosotros mismos, y en términos de imagen corporal, presentamos ideales que siguen respondiendo a cánones hegemónicos externos. Ahí encontramos los filtros”
Sin embargo, María Belén y Francesca señalan que la utilización de filtros, efectos y diversos programas para cambiar la apariencia real de las personas en redes sociales es solo la punta del iceberg. “Es un síntoma más de la falsa realidad que se crea y se busca en las redes sociales, definidos por la validación de la cantidad de “me gusta” y de seguidores”. Ambas señalan que lo realmente grave no es solo el estandar de belleza inalcanzable que están asentando los filtros de belleza, sino la falsa realidad que se genera en las redes sociales en general. “No solo aplica a los filtros que se utilizan, sino a qué cosas mostramos de nuestra vida o no. Muchas veces se inventan realidades o tergivensan, lo que sigue aumentando las exigencias de cómo vivir la vida o cómo mostrar la vida que vivimos, algo que es parte de los dolores que vemos en consulta hoy, gatillados por las redes sociales”.
David concuerda con que esta distorción de la realidad va más allá de los filtros, sino con el uso de las redes sociales en general. “Al final son las redes las que te bajan el autoestima, porque uno ve a un montón de gente estupenda todo el tiempo. Entonces uno dice ¡cómo voy a subir una foto tan fea con toda esa gente tan bonita!”. La presión de mostrarse perfectos en redes es lo que nos afecta, lo tengo claro. Aún así: jamás subiría a Instagram una foto sin filtro”.
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