¿Dónde estás?
Cinco madres de personas perdidas coinciden en lo mismo: nadie las escucha y la ayuda que reciben de las autoridades es casi nula. Para el Día de la Madre les quisimos regalar la oportunidad de contar la historia de sus hijos y cómo desaparecieron sin dejar rastro.
María Gladys González
Madre de Luis Ramos, desaparecido el 6 de mayo de 2012, a los 38 años
"El día 6 se mayo mi hijo Luis Cristián salió de nuestra casa en Peñalolén rumbo a El Convento, cerca de San Antonio, donde estaba haciendo una casa. El día 13 estábamos esperándolo para almorzar por el Día de la Madre y no llegó. Le dije a mi hija '¿no te llama la atención que tu hermano no me haya llamado, si él siempre me llama de donde esté?'.
Hemos hecho lo posible para hablar con los fiscales. Yo fui montones de veces a San Antonio, a la Fiscalía, y la secretaria me dijo que no podía hablar con el fiscal porque necesitaba una audiencia. Pedí una entrevista… y nunca lo vi ¡Nunca! Fui 10 veces, y él siempre estaba en esto o en lo otro, y mi hijo, ¿qué? ¿Sabes lo que es juntar plata para ir hasta allá, llegar a la entrevista y que te digan que el fiscal está almorzando en Valparaíso?
Yo lo voy a buscar siempre. Pero me estoy quedando sorda, tengo problemas a la vista por mi diabetes. A mi hija le dijeron que teníamos que darlo por perdido, olvidarlo, porque no va a aparecer, pero ¿cómo no va a aparecer?, ¿dónde está?, ¿qué se hizo? En alguna parte está. Yo no quiero que se haga justicia, yo quiero saber dónde están los huesitos de mi hijo para poderlos sepultar antes de morirme.
Él vivía conmigo, él me decía que me iba a cuidar, que me iba a proteger. Y ahora estoy tan sola. Puedo estar feliz un rato, pero yo no tengo alegría. Me quitaron lo que más quería, a mi único hombre. Él era mamón, me decían que lo malcriaba, que todo lo hacía para él.
Nunca voy a perder la esperanza de encontrarlo. A veces lo espero cuando tomo desayuno…"
Myriam Sepúlveda
Madre de Paolo Videla, desaparecido el 1 de julio de 1995, a los 14 años
"Paolo es el mayor de mis hijos. El primero de julio del '95 al niño se le ocurrió acompañar a su papá a un viaje de trabajo a Quintero, y yo le di permiso. Ese fue el final de mi vida. Al otro día me avisaron que estaba desaparecido. A eso de las tres de la tarde lo mandaron a comprar cigarros dos cuadras más allá y a la salida del almacén le perdieron la pista.
Si hubiera sido el hijo de alguien con plata se juntaba todo Chile, pero por mi hijo no hicieron nada. Yo sé que está muerto, pero en el fondo de mi corazón digo que está vivo para poder seguir. Para desahogarme le mando mensajes por el celular. Él se llevó mi vida completa.
Durante los primeros meses ver brujos fue una droga para mí. Hasta una ciega me embaucó, me pidió 600 mil pesos y me dijo que en siete días mi hijo iba a aparecer. Fueron los siete días más largos de mi vida. Nunca más la vi. He pagado para que me velen encima de la mesa, porque me decían que así iba a llegar mi hijo. Después una persona me dijo que podía llegar a él, pero me tenía que bañar con agua con sal en la tina, desnuda. Me masajeó todo el cuerpo y nada. Lo intenté todo, pero no me arrepiento.
A veces veo personas botadas en la calle, cochinas, y me fijo en ellas. Si yo viera un mendigo inmundo de piojos y le encontrara un parecido a mi hijo, lo baño, lo visto y le hago un ADN. Mi sueño es que Farkas vaya a Quintero y ofrezca una recompensa millonaria a quien dé una pista de mi hijo. Yo ofrecí la casa, ofrecí todo. Me iría a vivir a una caja de cartón con tal de que alguien me dijera algo".
Celina Aravena
Madre de Héctor Henríquez, , desaparecido el 29 octubre de 2018, a los 47 años
"Héctor fue ochomesino. Era chiquitito, parecía un muñequito. Fue cesárea y estuve 20 días hospitalizada. Siempre andaba con un chal que pesaba más que él y tenía siempre un guatero cerca, incluso cuando estaba en el coche, porque si no se entumía.
Mi hijo me llamaba por teléfono todos los días. Me decía 'hola viejita chica, ¿de qué te las dái?'. Vivía en el norte y cuando se perdió trabajaba en San Pedro de Atacama, era contratista. Tengo la sensación de que va a aparecer. Yo solo quiero escuchar dos palabras de alguien que me diga que sabe dónde está, o que me llame él y me diga, 'aquí estoy mamá, no sufra más por mí'. Cuando suena el teléfono yo grito ¡Dios mío, que sea de parte de mi hijo! Los vecinos deben pensar que estoy loca, que estoy gritando sola acá adentro.
Las autoridades nos cerraron las puertas. La justicia no está ni ahí con el dolor ajeno. No se lo doy a nadie. Ojalá las autoridades puedan ver algún día este dolor, un dolor que no tengo palabras para expresar. ¿Cómo no voy a sentir rabia y pena? A los indefensos nadie nos escucha.
Termino sin comer por días porque no me dan ganas. Estoy tomando desayuno y digo gracias Dios mío porque puedo tomar estos alimentos. Pero luego me digo ¿qué será de mi hijo? ¿Estará vivo? ¿Habrá comido? ¿Habrá dormido? Dios mío, ¿cuándo me vas a dar una señal de mi hijo, para conformarme, para que mi corazón descanse?"
El día 27 de abril se encontró un cuerpo en Calama que podría corresponder a Héctor Henríquez, pero al cierre de esta edición no se ha confirmado su identidad.
Sonia Vargas
Madre de Gonzalo Pereira, desaparecido el 22 de enero de 1990, a los 13 años
"Gonzalo, mi hijo mayor, desapareció desde la Playa grande de Cartagena. Quería que le comprara uno de esos dulces que venden en la playa, algo típico de niño. Tenía 13 años, pero a causa de una meningitis que tuvo tiempo antes, era como si tuviese 7. Le solté la mano un rato para pagar. De repente miré hacia el lado y pregunté: '¿Dónde está Gonzalo?'. Él ya no estaba en ninguna parte. Había mucha gente ese día, era un mar humano. Nadie sabía nada, corrí hacia unos carabineros y les dije que mi hijo estaba perdido. Lo buscamos todo el día hasta que se nos hizo tarde, oscureció y la verdad es que ahí mi mundo se terminó un poco. En la noche llamé a mi marido para contarle lo que estaba pasando. Nos amanecimos, llegó toda mi familia, esperamos 48 horas para poder notificar la desaparición porque en ese tiempo ese era el procedimiento.
Pasaron 15 días donde supuestamente el Tribunal buscó. Luego, ya eran 6 meses. No me moví de Cartagena. Recorrimos todo el litoral. En febrero, una persona que conocía a mi hijo dijo que lo vio en Algarrobo con una señora de la mano.
En ese momento estaba tan mal y veía todo negativo, pero me dije "voy a estar bien, para un día poder saber qué pasó con él". No me di cuenta cuando pasó un año, y otro. Y ya son 29. Pero nunca he perdido la esperanza, he seguido todas las pistas. La incertidumbre que vives, de no saber qué pasó ese día (…) eso es lo peor que puedes pasar. Uno piensa de todo, pero mientras no tenga una respuesta definitiva, yo no puedo quedarme tranquila. Y de cierta forma me siento responsable. Es mi hijo y a mí se me perdió. No tengo idea dónde está, pero mi corazón me dice que algún día voy a llegar a él".
Marta León
Madre de Mariana Loreto Sepúlveda, desaparecida el 29 de agosto del 2008, a los 19 años
"Mi hija salió con su uniforme y nunca más la vimos. Iba al liceo en Independencia pero no llegó. Nunca se comunicó con nadie. Nosotros arrendábamos una casa en el pasaje Logroño en Conchalí y tiempo después de que se perdió nos tuvimos que ir. Lloré mucho. Pensaba que si la Lore salió de ahí, ahí iba a volver. Hay que ser muy fuerte para poder soportar una cosa como esta sin caer en una depresión o enfermedad.
A mi hija la empezaron a buscar casi una semana después. Con mi marido y amigos andábamos en postas, hospitales, la buscábamos en la noche. Nos recibieron en la 5ta. Comisaría porque mi esposo conocía a alguien y por eso nos tomaron en cuenta. Quizás porque mi hija era más 'grande', la primera idea que tienen es que la persona se fue.
Existió una teoría de que mi hija estaba en el norte. Que la habían visto con un hombre y una mujer y que no quería volver. Yo me enteré de eso por la tele. Un abogado de La Red le sacó copia a mi carpeta y la leyó en el programa. Eso es jugar de una manera monstruosa con la gente. Y la Fiscalía no hace la pega. Ya vivir con el dolor de no tener a la Lore, además hay que pensar qué puedes hacer para volver a abrir el caso (…) No saber si se murió, si está viva. Al principio yo decía que debía haberse ido por algo, pero ya son 10 años y no se sabe nada. Me acuerdo que días después de que se perdió, volví a la 5ta. Comisaría para preguntarles qué estaban haciendo, y el carabinero, además de decirme que estaba encargada a nivel nacional, agregó: "Usted no es la única que tiene una hija perdida". Salí llorando y me fui con mi esposo a la casa. Al final nadie te ayuda".
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