Para encontrar a Catalina Larrere (24) hay que cruzar prácticamente toda la casa. Al fondo, en una pieza pequeña en la que un escritorio y una cómoda con cuatro cajones ocupan casi todo el espacio, esta diseñadora gráfica montó su taller de arpilleras, técnica con la que empezó a trabajar cuando todavía estaba estudiando en la universidad. "Como diseñadores teníamos la opción de hacer un proyecto de título o una tesis. Yo quería hacer una investigación más profunda y buscando temas para eso llegué a la arpillera", cuenta. Mientras hacía su práctica profesional en el Museo Violeta Parra y buscaba ideas para su proyecto de egreso, Catalina se topó casi por casualidad con las arpilleras. "Estaba preparando la memoria anual del museo y me di cuenta de que había un colectivo que había hecho varios talleres durante el año enseñando a hacer arpilleras, que era una técnica con la que había trabajado Violeta Parra en los sesenta pero que no era tan conocida como otras de sus obras", explica Catalina.
En su taller, atiborrado de cajas repletas de retazos de género, hilos, lanas y otros materiales que Catalina utiliza para la confección de arpilleras, cuenta que la primera vez que tuvo algún contacto con esta técnica fue de niña, en la casa de una amiga. "Habían dos arpilleras muy grandes colgadas en una pared que su familia había traído de Perú. Desde la primera vez que las vi me llamaron la atención por lo bonitas, pero cuando te acercabas te dabas cuenta de que además de ser lindas, contaban una historia". Esa es una de las principales características de las arpilleras que confecciona Catalina –y uno de los elementos que más le gusta de crearlas– pero que ha estado presente desde los orígenes de esta técnica: los telones muestran composiciones con personajes y narran escenas o acontecimientos vinculados a la contingencia política y social. Por eso, no es casual que las últimas creaciones de Catalina estén inspiradas en las manifestaciones y convocatorias que se han generado en distintos puntos de la ciudad durante el último mes. "Para el 18 de octubre estuve en cama muy enferma y veía por televisión escenas de lo que estaba pasando afuera. Sentía mucha frustración al no poder salir y no poder estar ahí y verlo con mis propios ojos. Necesitaba hacer algo y me puse a hacer esta arpillera que después subí a mi cuenta de Instagram". En la escena se muestran edificios en llamas, manifestantes y mensajes con las consignas que se vieron durante las marchas bordadas sobre la tela. Catalina explica que desde que Violeta Parra comenzó a trabajar bordando arpilleras con lana, en 1962, que esta técnica aborda problemáticas sociales como tema central.
Durante la dictadura, la Vicaría de la Solidaridad se encargó de dictar talleres laborales de artesanía y manualidades para que las mujeres de detenidos pudiesen crear productos y venderlos, generando ingresos para sus familias. Fue en ese período que las arpilleras tuvieron un resurgimiento, pero esta vez, en vez de bordar con lana los lienzos de yute que se cortaban de los sacos de papas, las mujeres crearon composiciones con figuras hechas de género y mediante distintas formas de bordado las unían unas con otras y las adherían a la tela. Estas nuevas arpilleras retrataron escenas como el bombardeo a La Moneda, detenciones de militantes políticos contrarios al régimen o los comedores comunitarios que se formaron en distintos sectores de Santiago. Durante esa época, estas obras fueron calificadas como material de propaganda subversiva y eran confiscadas y requisadas. "En esos años la Vicaría las mandaba al extranjero donde las comunidades de chilenos hacían peñas o eventos y compraban estas obras como una forma de mantenerse conectados con Chile pero también como una ayuda para sus creadoras", cuenta Catalina.
El proceso de creación de una arpillera varía con cada obra. En la mayoría de los casos, para Catalina, el primer paso es elegir un fondo y comenzar a montar a partir de ahí, utilizando retazos de tela que ya tiene en su taller y que ha ido recopilando con el tiempo de amigos y conocidos que le regalan los géneros que les sobran y de los que se quieren deshacer. "Por lo general no compro telas, me las arreglo casi siempre con lo que tengo, salvo que el formato en el que quiera trabajar sea muy grande, ahí no me queda otra que comprar un lienzo", aclara. Para la diseñadora, la inspiración puede venir de cualquier parte y lo que más le gusta del trabajo con arpilleras es la posibilidad de experimentar. "En general trabajo con ideas que salen de mi cabeza y no de un boceto o de una foto. Voy cortando figuras en las telas y voy probando. Es un constante ensayo y error", comenta. "El bordado tiene algo fantástico: si te equivocas, siempre puedes descoser y volver a intentar".

Catalina (24) es diseñadora gráfica y se dedica a confeccionar arpilleras. Es autora del libro "Arpilleras: hilván de memorias" en el que cuenta la historia de esta técnica y su evolución.