A través de los siglos las mujeres participaron en las manifestaciones del arte ya sea como creadoras e innovadoras de nuevas formas artísticas o como coleccionistas, fuentes de inspiración y críticas. Las mujeres fueron y siguen siendo parte integral de la institución del arte, pero, a pesar de ello, muchas han encontrado una feroz oposición en la narrativa universal de la historia del arte. De la Antigüedad en adelante solo un puñado de ellas figura en esa historia, y todas ellas han debido desafiar los prejuicios de género, tanto para formarse como para vender su trabajo y obtener reconocimiento. Pero hoy sus voces se escuchan. Las del presente, por supuesto, pero también aquellas del pasado que encuentran, por fin, el público que no siempre tuvieron en su época, gracias al trabajo revisionista de una nueva generación de historiadores. Entre ellos la italiana Flavia Frigeri, con quien conversamos.

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Lámpara Labios iluminados (1966), de Alina Szapocznikow. Galería Loevenbruck, París, Francia.[/caption]

El arte, como la alta cocina, han sido un coto masculino vedado durante siglos. Es paradójico, considerando que ambas actividades suelen ser consideradas 'femeninas'…

En efecto, es una paradoja interesante, pero si durante siglos ha sido considerada una actividad masculina se debe a que durante siglos la visión masculina predominó en todos los ámbitos de la sociedad, contribuyendo a la invisibilidad de la mujer. En el caso particular del arte, durante mucho, mucho tiempo, las mujeres estuvieron relegadas a las artes decorativas, consideradas menores, es decir el trabajo textil, dibujo, decoración, en oposición a las altas artes como pintura y escultura, dominadas por los hombres.

O sea que no es que no hubo muchas grandes artistas femeninas, sino que no muchas tuvieron la posibilidad de expresarse a través del arte.

Absolutamente, no se les daba oportunidades. Un ejemplo muy claro: fue recién a fines del siglo XIX que las academias de arte abrieron sus puertas a las mujeres.

Eso quizás explica que muchas de las artistas de siglos pasados provenían ya de un medio artístico…

En efecto. Artemisia Gentileschi (1593-1652), Angelica Kaufman (1741-1807), Elisabeth Vigée LeBrun (1755-1842), Rosa Bonheur (1822-1899), eran todas hijas de pintores. Y muchas provenían de familias con medios económicos. Para una muchacha de un ambiente más humilde o alejado del tema debía ser imposible acceder a la práctica del arte.

Algunas de las artistas que mencionas en el libro eran bastante exitosas en su tiempo, pero casi ninguna de ellas atravesó la historia como un Botticelli o un Tiziano. La historia no ha sido generosa con ellas.

En efecto, hay algunas que ciertamente eran exitosas, pero apenas un puñado realmente obtuvo un verdadero reconocimiento. Rosalba Carriera, Angelica Kaufman, en el siglo XVII, son ejemplos de artistas que fueron consideradas, pero estaban confinadas sobre todo a hacer retratos, en una época en que lo que realmente hacía la reputación de un artista eran las obras sobre temas históricos. O sea, reconocidas pero marginalizadas de los temas que entonces eran considerados importantes. Y esto se debe también a la manera en que se enseñaba pintura a las mujeres, que no tenían acceso a trabajar con modelos y a quienes no se enseñaba a representar escenas con personajes en movimiento.

¿Se podría hablar de censura?

Yo diría más bien un prejuicio y un tratamiento diferente. La censura tiene una connotación política, y en este caso no se trata de política sino de actitud. Lo que se consideraba apropiado para los hombres no lo era para las mujeres.

Una actitud hipócrita que se refleja también en el hecho de que a lo largo de los siglos se representó tanto el desnudo femenino…

Muy hipócrita. El cuerpo de la mujer es uno de los temas favoritos en el arte, cuya realización siempre es llevada a cabo por hombres. En cambio una mujer podía representar a un hombre siempre que estuviera en una posición fija, como un objeto, y por supuesto ¡vestido! Otra de las limitaciones impuestas a las mujeres.

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Apassionata (1943), de Carol Rama. Colección privada, Turín, Italia.[/caption]

Debe haber sido muy difícil ser una artista antes del siglo XX…

No puedo ni imaginar lo duro que debe haber sido. Algo que debo señalar es que algunas mujeres trabajaban en estudios de artistas, como asistentes, pero hoy en día no quedan rastros de su paso por esas grandes 'fábricas' de arte que eran los talleres de los artistas exitosos, lo que significa que quizás puede haber habido muchas mujeres artistas de las que no tenemos noticias hoy en día. Por ejemplo, el caso de Clara Peeters, una maravillosa pintora de naturalezas muertas de Antwerpe y muy activa durante su vida, de cuya obra quedan apenas cuarenta pinturas.

Otras, en cambio, dejaron una obra inmensa, como Elisabeth Louise Vigée LeBrun.

Muy talentosa desde su infancia, a los 15 años ya mantenía a su familia con los retratos que pintaba de los miembros de la aristocracia. Entonces se decía que nadie era capaz de capturar el parecido como ella. Cuando en 1778 conoció a la reina María Antonieta, se convirtió en su artista favorita y pintó más de veinte retratos de ella. Fue gracias a la intervención de la Reina que ella pudo entrar en la Academia Real. Con la Revolución debió abandonar Francia y vivió en Italia, Viena, Londres, Suiza, y pasó seis años en la corte imperial rusa. Finalmente, pasadas las iras revolucionarias volvió a París en 1802. Ella dejó más de ochocientos retratos.

Las mujeres artistas pintaron mucho a mujeres, quizás de una manera más natural, madres con niños, escenas domésticas. ¿Se puede hablar de una pauta?

Probablemente. Las mujeres pintaron sus cuerpos en entornos más familiares, más naturales. Era más habitual que una mujer pintara a una madre con su hijo que a una doncella desnuda secuestrada por una horda de bárbaros.

Berta Morisot, pintora impresionista que sí pasó a la historia, ¿era considerada a la altura de sus colegas contemporáneos como Monet, Degas, Renoir?

Ella era una mujer ferozmente independiente y desde muy joven su objetivo era emanciparse. Creo que en comparación con otras contemporáneas suyas como Paula Modershon Becker o Gabrielle Munter, Morisot era sin duda más célebre y más respetada. Morisot era una figura esencial en la organización de los salones donde se exponía a los impresionistas, muy activa dentro del grupo, tenía un lugar. La suya es una de las historias positivas en términos de reconocimiento.

En los años 80, el colectivo Guerrilla Girls lanzaba la pregunta "¿Las mujeres tienen que estar desnudas para entrar en el Met?". ¿Por qué?

Era una manera provocativa de denunciar la ínfima presencia de las artistas mujeres en el Museo Metropolitano de Nueva York. En ese momento menos del 5% de los artistas expuestos en la sección de Arte Moderno eran mujeres, mientras que el 85% de los desnudos representados eran femeninos. Lo que querían demostrar es que las mujeres habían sido protagonistas del arte moderno pero su trabajo como artistas no era reconocido. Las Guerrilla Girls nacieron a mediados de los años 80, y entonces las mujeres artistas eran una pequeñísima fracción, una ínfima minoría en términos de exposición en museos.

¿Como reaccionó el establishment de los museos? ¿Está cambiando?

Sí, está cambiando, especialmente en los últimos diez años. Ha habido una concienciación y las mujeres están mucho más representadas que cuando surgieron las Guerrilla Girls. Pero aun así las desigualdades persisten, no solo en las colecciones de instituciones públicas sino también en las galerías más importantes que operan internacionalmente, y esto es importante porque son estas galerías las que presentan el trabajo de artistas a los coleccionistas. Dicho esto, hay nuevas galerías independientes que no dudan en proponer el trabajo de una nueva generación de artistas mujeres, muchas de las cuales trabajan online, video o en la esfera virtual.

Justamente, según su libro, las mujeres artistas contemporáneas parecen expresarse más a través de fotografía, instalaciones o performances que a través de la pintura o la escultura. ¿Es así?

Ese es uno de los temas que quise tocar en mi libro. Puesto que tuve que cubrir tantos siglos con un límite de espacio, para mí era importante mostrar también lo que está pasando desde la segunda mitad del siglo XX y demostrar que las mujeres también abarcan todas estas nuevas manifestaciones artísticas más allá de la pintura y la escultura, pero no necesariamente excluyentes.

¿Hay museos que son más amigables hacia las mujeres que otros?

Creo que la mayoría de los museos se han puesto al día con el trabajo de las artistas mujeres. Cuando recorres el MoMa, la Tate Gallery o el Pompidou se ve el trabajo de muchas mujeres. En 2017 el museo Uffizzi, en Florencia, presentó la primera muestra del trabajo de Plautilla Nelli, cuyas pinturas sobre temas bíblicos no tienen nada que envidiar a la obra de sus contemporáneos Caravaggio o Botticelli y que sin embargo fue olvidada por la historia. O el año anterior, cuando el Museo del Prado exhibió la obra de Clara Peeters, la primera vez que el museo presentó una exposición individual de una mujer. Asimismo, hay un impulso para crear instituciones estrictamente dirigidas al trabajo de mujeres, como el Museo de Mujeres Artistas en Washington, The New Hall Art Collection en Londres, o el Sammlung Vermund de Viena. Todas estas instituciones están ampliamente comprometidas con el trabajo de las mujeres y esto realmente ayuda a expandir el conocimiento de sus obras.

¿Fue difícil hacer la elección de las artistas que figurarían en el libro?

¡Sí! Hay muchas artistas que no pude incluir, como Camille Claudel, Dora Maar, Suzanne Valadon o Françoise Gilot, para citar solo algunas. Mi lista original era muy larga, pero yo tenía adjudicada una cierta cantidad de páginas. Si hubiera sido por mí habría producido un libro gigante. Lamentablemente tuve que hacer una elección, y fue muy difícil.

La primera artista que menciona en su libro es Lavinia Fontana, célebre retratista nacida en Italia en 1552, la última es Amalia Pica, argentina, nacida en 1978. Hay más de 400 años entre ellas, ¿tienen algo en común?

Mi objetivo no es sugerir similitudes sino llamar la atención sobre las múltiples maneras en que las mujeres se comprometieron con el arte a través de los siglos. Con eso en mente sería muy difícil encontrar un paralelismo entre el trabajo de una y otra. Pero, en todo caso, todas estas artistas, a pesar de las adversidades, lograron imponerse gracias a la potencia de sus obras.

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Julie Le Brun como Flora (ca. 1799), de Elisabeth-Louise Vigée Le Brun. Museo de Bellas Artes, St. Petersburg, Florida, EE.UU.[/caption]

Naturaleza muerta (1611), de Clara Peeters. Museo del Prado, Madrid.

FLAVIA FRIGERI es historiadora de arte y profesora en el University College de Londres, donde dicta el curso sobre avant-garde italiana. Asimismo, es curadora en el museo Tate Modern y en diversas galerías londinenses, y autora de una media docena de libros, entre ellos uno sobre Paul Klee y otro acerca del pop art. Actualmente prepara un tomo sobre el panorama artístico de Roma en la posguerra.

Women Artists, Ed. Thames&Hudson (thames&hudson.com)