Ecos de la memoria
El modo en que elaboramos nuestra memoria es un misterio que atraviesa la obra de Andrea Wolf (36). La artista realiza una instalación audiovisual a partir del procesamiento digital de postales recolectadas en mercados y ferias de las pulgas de Nueva York. La obra arrastra al espectador hacia su propio paisaje síquico. Sala de arte CCU. Hasta el 11 de noviembre.
Paula 1209. Sábado 24 de septiembre de 2016.
¿Cómo construimos los relatos que constituyen eso que llamamos "memoria"? ¿Cuál es el rol que cumplen los deseos en ese proceso? ¿Cómo influyen los patrones culturales y, ahora, los medios de información digital? Son algunas de las preguntas que Andrea Wolf viene formulándose desde que comenzó a explorar las artes visuales. Periodista de la Universidad Católica, pronto se interesó por la imagen y partió a Barcelona a realizar un magíster en Documentales y, más tarde, otro en Arte Digital. En 2009 se instaló en NY, donde fue parte del programa de Telecomunicación Interactiva, en la New York University. Se trata de una instancia para aplicar tecnología a proyectos creativos, a la que concurren creadores de distintas disciplinas, y en donde lo más importante es experimentar, probar, equivocarse y, en el camino, encontrar más preguntas que respuestas. "Es una especie de laboratorio científico-loco", cuenta. "No te piden resultados acabados. El error es considerado algo muy valioso, parte fundamental del aprendizaje".
En los siete años que lleva en Nueva York, Andrea no ha parado de investigar, crear y exponer y se ha relacionado también con artistas de todo el mundo en proyectos colaborativos. Además, fundó Reverse, un espacio de experimentación con arte y tecnología que se encuentra ahora en Chelsea. Entre los lugares donde ha expuesto su obra figuran espacios como el Museo The Bronx, Bitforms Gallery, White Box Gallery y New Museum, de NY.
Sus trabajos son video-instalaciones interactivas realizados a partir de la manipulación de un extenso archivo personal, con imágenes sacadas de películas caseras, fotos familiares y otros materiales visuales encontrados, que resultan extrañamente reconocibles para el espectador y que disparan asociaciones con su propia experiencia, pues, de algún modo, son estereotipos que se han ido insertando en la memoria colectiva. Andrea crea situaciones envolventes y sensoriales pero, más allá de eso, plantea reflexiones profundas que ni siquiera la neurociencia ha podido resolver. Porque si la memoria fuese un contenedor que archiva nuestras vivencias el asunto sería sencillo: solo tendríamos que poseer la clave de acceso y sacar lo que necesitamos de la cajonera. Pero sabemos que no es tan simple y que, lejos de ser un depósito, la memoria es una construcción dinámica. Cada vez que "recordamos" una situación seleccionamos algunos elementos y omitimos otros, agregando también coloraciones emocionales, condicionados por nuestra situación actual. Pero el mecanismo exacto de esta elaboración es algo que aún se desconoce. "Trato de crear experiencias en las que la memoria se convierta en una acción que está constantemente actualizada en el presente, que es cuando reconstruimos nuestros recuerdos. Me interesa enfatizar la idea de que el pasado no existe en sí mismo, sino que es una función del deseo presente", explica.
La obra que ahora presenta en la sala CCU es una versión de una muestra que acaba de realizar en el New Museum. El trabajo parte de un archivo de postales, que presentan los típicos paisajes turísticos. Para esta obra utilizó 100 tarjetas, la mayoría de los años 60, 70 y 80, manuscritas con mensajes que hablan del lugar y del clima. De ahí el título de la muestra Weather has been nice (Ha hecho buen tiempo) que resume el tono de este estereotipado intercambio personal. Las imágenes remiten a imaginarios compartidos: son montañas, playas, piscinas, plazas, calles que, aunque jamás hayamos visitado, reconocemos como paisajes icónicos. La obra consiste en una serie de videos realizados por un programa de arte generativo. Mediante una manipulación algorítmica de los pixeles de la imagen, las imágenes de las postales se descomponen en sus elementos básicos, hasta transformarse en cuadros abstractos.
"Las proyecciones que invaden la sala son paisajes escaneados de postales que pasan, en tiempo real, por un programa que manipula los pixeles descomponiendo la imagen en sus colores y formas elementales en distintas posibilidades de manera continua".
Este proceso sucede de forma autónoma, guiado por reglas internas del programa que transforma las imágenes permanentemente en una secuencia hipnótica de alucinantes formas y colores. Así, se crea una especie de paisaje mental que los espectadores pueden contemplar sentados en 20 poufs distribuidos en la sala. Cada uno de estos asientos tiene un parlante por el que se escucha una pieza sonora. Para ello, Andrea invitó a 10 artistas sonoros que compusieron obras a partir de la lectura de los mensajes que estaban en las postales.
La manipulación digital, dice Andrea, no es solo una técnica, sino que también es parte del tema de cómo ha cambiado nuestra manera de narrarnos a nosotros mismos influenciados por un fenómeno cultural: "Hoy, con la posibilidad de registrar y publicar en redes sociales imágenes al instante, estamos elaborando y editando nuestra vida obsesivamente, en una documentación constante del presente. Este fenómeno, sin duda, está influyendo dramáticamente en la concepción de nuestra propia memoria". www.andreawolf.me
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.