En julio, la Comisión de Educación de la Cámara de Diputados y el Ejecutivo acordaron la tramitación de un proyecto de ley cuyo objetivo es adelantar la educación en afectividad y sexualidad a la primera infancia y que se deje de impartir en Primero Medio, como se hace actualmente. La propuesta, presentada por la diputada Camila Rojas, propone que la educación sexual en los establecimientos educacionales comience en Prekínder y dure hasta Cuarto Medio.
Durante esa sesión, la subsecretaria de Educación Parvularia, María José Castro, comentó que hay conductas de riesgo que aumentan en jóvenes y que se deben enfrentar, y agregó que “compartimos la necesidad de avanzar en que nuestros jóvenes disminuyan conductas de riesgo y que los niños más pequeños puedan distinguir cuando están frente al abuso de un adulto, para que puedan tomar decisiones asertivas, criterio que se forma en los niños tempranamente”.
Miranda Horvath y Afroditi Pina, de la Universidad de Middlesex en Reino Unido, hicieron una investigación en 2013 sobre los efectos que el acceso y la exposición a la pornografía tienen en niños y jóvenes. Entre sus argumentos, destacaron las políticas de educación sexual de Suecia y Dinamarca.
Suecia hizo historia en 1955 cuando se convirtió en el primer país del mundo en hacer obligatoria la educación sexual y de género mediante un plan que se ha ido actualizando cada cierto tiempo, integrando desde 2011 la promoción de igualdad de género en las salas de clases. Actualmente, la educación sexual comienza a los 11 años, o en quinto nivel de primaria.
En Dinamarca, en tanto, desde 1970 la educación sexual es obligatoria dentro del plan escolar y se comienza a impartir en los primeros años, pero pese a la buena reputación que esto le entrega, en marzo del año pasado Amnsitía Internacional publicó que se trata de uno de los países con más altos índices de violación en Europa, donde la legislación y estereotipos de género generalizados han dado impunidad a violadores sistemáticamente.
¿Sirve adelantar la educación sexual a la primera infancia como manera de prevenir abusos sexuales?
De acuerdo a la Unesco, sí. En 2009 publicaron que el principal objetivo de la educación sexual es equipar a los niños y jóvenes con los conocimientos, las herramientas y los valores que les permitan tomar decisiones responsables en relación a sus relaciones sexuales y sociales. Así como la educación sexual enseña sobre los riesgos y la prevención del embarazo y las infecciones de transmisión sexual, también capacita a los niños sobre los riesgos de la explotación sexual y el abuso de tal forma que puedan reconocer cuando ocurre, protegerse dentro de sus posibilidades e identificar y acceder a fuentes de apoyo cuando sea necesario.
Esto se conseguiría mediante distintos objetivos, que según la entidad internacional son aumentar el conocimiento sobre el sexo y las leyes que lo regulan, así como la naturaleza de los abusos y qué hacer cuando ocurren; explorar y aclarar sus sentimientos y valores; reforzar herramientas como decir “no” y resistirse ante la presión; y, finalmente, promover comportamientos que reduzcan el riesgo, como por ejemplo pedir ayuda.
Pero, ¿qué se podría enseñar en niveles tan básicos como prekínder? El mismo documento habla de un primer nivel, entre los 5 y 8 años, donde se recomienda enseñar que existen prácticas dañinas para la salud y el bienestar en sociedad, que los derechos humanos protegen a todas las personas contra abusos sexuales y violencia de género, que las tocaciones inapropiadas y el sexo forzado son formas de abuso sexual, y que el abuso sexual siempre está mal.
En una publicación posterior, de 2011, la Unesco afirmó, una vez más, que la educación sexual en la infancia ayudaría a la prevención del abuso sexual, pero no entregó datos que avalaran dicha declaración. Pero Nicole Jaramillo, investigadora de la Universidad de San Diego, sí encontró data que podría ayudar.
Según la investigación que lideró, mientras más información reciban los niños, más seguros estarán. Se estudió a 500 hombres heterosexuales sexualmente activos, de entre 15 y 20 años, y se dio cuenta de que quienes recibieron educación sexual durante la etapa escolar tomaban mejores decisiones en relación al uso de antinconceptivos y manejaban mejor las herramientas que ayudan a prevenir el VIH y otras infecciones de transmisión sexual.
Por su parte, el doctor Michael Ungar postuló en el medio Psychology Today, que los padres con valores conservadores que se resisten a la educación sexual de los niños, en realidad están poniendo en peligro a sus hijos, especialmente cuando solo les hablan de abstinencia. “Los hechos son que todos los niños son víctimas potenciales de abuso sexual en sus casas, colegios, equipos deportivos e instituciones religiosas”, escribe. Y agrega: “Si la historia nos enseña bien, los niños a los que se les negó una buena educación sexual serán los más vulnerables frente a los depredadores y quienes tienen más probabilidades de pasar por embarazos juveniles o contraer infecciones de transmisión sexual”.
Es posible, en tanto, que un menor de edad no pueda protegerse de un abuso sexual o de una violación en la medida que se vea atrapado, pero si se le educa en relación a lo que es y en relación a su cuerpo y sexualidad, sí podría identificar qué conductas no son apropiadas, qué no es normal que le hagan o que le haga a los demás, y además tendría, en teoría, las herramientas para frenar la conducta abusiva, denunciando con quien corresponda.
Lo que deben debatir los expertos es cómo y qué específicamente enseñar en la primera infancia, pero no si es necesario educar en la sexualidad o no. Pues lo que sí se ha demostrado, es que la ignorancia en estas situaciones no es buena consejera y que la información en cambio, es la mejor arma para los niños que se vean expuestos a situaciones de riesgo.