Edward y Robert y yo

robert



Me compré el primer Crepúsculo por curiosidad. Pensaba que aunque probablemente no me iba a gustar, me iba a reír. Hundí mis colmillos en la historia de amor de Edward y Bella por la tarde, y antes de las doce de la noche ya lo había terminado. Y así fue como se convirtió en la definición de placer culpable. En una semana ya me había leído los cuatro libros. Sabía que estaba consumiendo propaganda mormona antisexo premarital, pero no podía parar. Y cuando fui a ver la primera película al cine mi obsesión traspasó el papel y mutó en un amor platónico por Robert Pattinson, que suelo mantener oculto pero que últimamente he podido compartir gracias a que va a ser el próximo Batman y volvió a estar de moda. A veces veo las películas de nuevo y extrañamente no las encuentro tan malas como siento que debería. Creo que la primera es una obra de arte del cine independiente, y que quizás en el camino se los comió el éxito y mutaron en algo que nunca debió ser. Aun así, Robert y Edward tienen un lugar en mi corazón que va a durar lo que dura un vampiro: para siempre.

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