Paula 1161. Sábado 22 de noviembre de 2014.

Todos los días, incluidos sábado y domingo, el ceramista José Domingo Prado (32) cruza Santiago en bicicleta desde La Reina con dirección a su taller ubicado en el Barrio Matta Sur, en una antigua casa que comparte con la fábrica de ropa que tienen sus papás. Allí su rutina consiste en trabajar en el torno, revisar la temperatura de su horno y, a veces, simplemente observar durante horas sus obras para ver cómo reacciona el material al calor; siempre con música de fondo, da lo mismo si es Metallica o Chopin. En este espacio, Prado logra desconectarse del mundo.

Desde el 27 de noviembre, este joven artista expondrá por primera vez en una galería de arte. Se trata de la muestra Materia y figuración, donde sus obras serán exhibidas –junto a las de los pintores Diego Bunster y Alejandra Nef– en la Galería Mundo Sur. El trabajo de Prado es especial y se diferencia de lo que se hace habitualmente en la cerámica chilena: la exposición incluye 25 piezas, en su mayoría vasijas de gran formato con esmaltes brillantes y de colores como azules, pasteles y verdes, que se salen de los tonos terrosos tradicionales. Estos trabajos grafican el intento del ceramista por tensionar los límites de la construcción en arcilla y poner en práctica lo aprendido en Japón, la meca de la cerámica mundial.

Para José Domingo no fue fácil encontrar su vocación. Mientras estudiaba Diseño descubrió que le gustaban las manualidades, pero que lo suyo no estaba ahí. Dejó esa carrera y, con la presión de "tener que estudiar algo", entró a la Escuela de Artes y Oficios. Primero le interesó el vidrio, pero se dio cuenta de que era mejor aprender el proceso de la cerámica porque era el que "envolvía todo". Sin pensarlo demasiado, empezó a estudiar y a practicar sin parar. Al salir de la Escuela, trabajó con el ceramista Francisco Olivares, exploró la docencia y armó su propio taller. Sin embargo, aún no estaba listo para dedicarse cien por ciento a este oficio.

No fue hasta que logró hacer una pasantía para trabajar con el japonés Ryota Aoki, líder de la nueva generación de ceramistas en su país, cuando se convenció de que la cerámica era su camino. Vivió siete meses en un bosque en la pequeña localidad de Toki, en el centro de Japón. Desde las 9 de la mañana hasta las 6 de la tarde, casi en completo silencio, pulía piezas y hacía cientos de platos idénticos. "Me fui mentalizado a aceptar todo lo que viniera. Había gente que no resistía hacer todos los días lo mismo y se iba. Yo me decía: 'acostúmbrate', 'aprende', 'trabaja'. Así crecí mucho y, cuando volví a Chile, hace un año atrás, me convencí de que la cerámica era lo mío", comenta José Domingo.

¿Cómo influyó en tu trabajo el viaje a Japón?

Lo que más me influyó fue visitar galerías, conocer ceramistas jóvenes, ir a diferentes talleres. Abrí mi cabeza. En Japón, la cerámica es como el fútbol en Brasil. Más que técnica, aprendí lo que se hace en un país donde la cerámica es lo más top.

¿Cómo es la cerámica en Chile?

Estamos en el lado opuesto de Japón. La cerámica chilena es fome porque desde hace mucho tiempo se está haciendo lo mismo.

¿Qué es lo que más te gusta del proceso que implica la cerámica?

Construir el objeto y descubrir cuánto aguanta la arcilla: el calor, los esmaltes, etcétera. Lo importante no son los resultados, sino el proceso: ahí descubro todo. Hay que hacer, hacer, hacer, más que centrarse en fabricar algo que quede perfecto.

Sin embargo, en tus obras se nota que eres obsesivo y que te importa que las figuras queden perfectas.

Sí, soy obsesivo, pero con el oficio. Rompo como el sesenta por ciento de todas las piezas que empiezo. Por eso mismo no hago cien tazas iguales porque, de tanta obsesión, me podría demorar un millón de años para que queden idénticas.

¿De qué se trata la exposición que van a montar ahora?

De la materia. Con los pintores Diego Bunster y Alejandra Nef decidimos reunir nuestros trabajos porque los tres partimos utilizando materiales de la tierra, como la arcilla y pigmentos en base a minerales. Aunque nuestros resultados finales son diametralmente opuestos.

¿Cómo entiendes el trabajo que haces?

Es un trabajo de exploración personal. Creo que la cerámica es una expresión en la que mientras más conocimiento de ti mismo tienes, más íntima es tu relación con el oficio. Mi trabajo no está separado de otros aspectos de mi vida. Por ejemplo, si un día me peleo con alguien no trabajo porque sé que las piezas no van a resultar. Todo está unido.

Hablas de la cerámica como si fuera una especie de meditación.

Exacto. Cuando tengo claro qué voy a construir, es como si meditara. Es hacer, hacer, hacer y concentrarse sin resistencia. Para dedicarse a la cerámica hay que aprender a ser así, un poco zen, porque al principio se van a chorrear los esmaltes, se van a romper las piezas, todo va a fallar. Es un oficio especial porque, aunque seas el más seco, jamás vas a controlarlo. Entonces siempre, en algún punto, hay que entregarse. ·

*** MIRA AQUÍ PARTE DEL PROCESO PRODUCTIVO QUE JOSÉ DOMINGO REALIZA EN SU TALLER PARA DAR FORMA A UNA PIEZA DE CERÁMICA. ***

COORDENADAS:

Materia y figuración, de José Domingo Prado, Diego Bunster y Alejandra Nef.

Del 27 de noviembre al 4 de diciembre, en Galería Mundo Sur.

Alonso de Córdova 2798, Vitacura.