El Club de los altos
En Chile existe una agrupación de personas altas cuyo requisito de admisión es que las mujeres midan más de 1,80 m y los hombres, más de 1,90 m. Comparten problemas comunes y también datos: dónde encontrar zapatos femeninos talla 44 y cuáles son los modelos de auto donde cabe cómodamente una persona de 2 metros. Aquí, algunos de sus miembros cuentan cómo es vivir con una estatura que supera, en al menos 20 centímetros, la de un chileno promedio.
Paula 1164. Sábado 3 de enero de 2015.
Son las 2 de la tarde del sábado 6 de diciembre y 17 personas entre 20 y 44 años se reúnen en un quincho del parque Padre Hurtado de La Reina alrededor de una parrilla en la que se cocinan anticuchos y hamburguesas. Daniela (27) dice: "Hola a todos. Soy de Concepción, llevo casi dos meses viviendo en Santiago y mido 1,82 m. Gracias por aceptarme en el club".
El Club de los Altos y Altas de Chile nació en 2007 y reúne a mujeres que miden desde 1,80 metros y a hombres desde 1,90. Comenzó en facebook donde contabiliza 250 miembros. Se reúnen dos veces al año, en julio y diciembre, como ocurre hoy en esta reunión en el Parque Padre Hurtado. También realizan algunas "juntas exprés" mensuales, en algún pub. Pero regularmente, a través de la red social, intercambian datos útiles para sus problemas comunes: dónde comprarse un terno que tenga mangas y pantalones suficientemente largos, por ejemplo.
En la descripción de la página en Facebook se lee: "Grupo para compartir con gente con 'altura de miras', literalmente. Juntas mensuales, datos, ocio, etc. Estatura mínima para ingresar 1,80 mujeres y 1,90 hombres. No insista".
Y es que los altos tienen sus propias problemáticas en un país como Chile donde el promedio de estatura masculina es de 1,70, y la femenina de 1,60 metros: andar en bus y en avión es un calambre seguro, levantarse del asiento del Metro requiere precaución para no chocar con las manillas, hasta comprarse una cama o un ataúd implica un esfuerzo extra porque están dimensionados para personas más pequeñas. Y ni hablar de comprarse ropa, un asunto complejo para personas muy altas. "En Chile, como hay más problemas de obesidad que de altura, el concepto de tallas grandes es solo de ancho, no de largo", alega Karelyn Wettergreen, la creadora del Club de los Altos. Por eso, en el grupo de facebook suelen hacer avisos de utilidad pública cuando encuentran pantalones que no quedan como pescadores o zapatos de tallas extra grandes en alguna tienda.
Este tipo de agrupaciones existe en varios otros países del mundo, pero en Canadá y en Estados Unidos es un verdadero hit: hay más de 50 clubes y dos mil personas que forman parte de la Tall Clubs International, grupo que tiene como misión promover la "conciencia de altura" tanto entre hombres y mujeres altas, como en la comunidad en general. Hacen una convención cada año donde discuten temas de políticas públicas para presentar al gobierno y hasta seleccionan una Miss Tall International.
BUSCO PARES DE ESTATURA
Karelyn Wettergreen (31) es profesora de Arte y mide 1,81 m. Durante su adolescencia soñaba con pertenecer a una comunidad de gente tan alta como ella porque se sentía distinta. "Necesitaba comprobar que no estaba sola. No podía ser que yo fuera la única mina alta en Chile. Si veía a alguien muy alto en la calle, me daba vergüenza pararlo y empezarle a hablar así de la nada", dice. Esa inquietud la llevó a buscar en internet y llegar al grupo Altas y Altos de Argentina en Facebook. Se unió y encontró que había otro miembro chileno. Conversaron y decidieron crear la versión nacional de esta agrupación. "Al principio era al lote, entraba el que quería. Pero ahora no: cada postulante debe mandar una solicitud y yo les pregunto cuánto miden, porque la única exigencia es que cumplan con la altura y soy súper tajante en eso. Incluso lo compruebo mirando sus fotos de perfil, se nota altiro cuando son altos porque sobresalen si hay más personas".
Karelyn conoció a su pololo Sergio Carrasco (30), que es analista de sistemas y mide 1,93 m, en una de las juntas exprés del club y lo nombró administrador al igual que ella. Juntos, son los amos y señores del grupo: no vuela una mosca sin que se enteren. "Somos amigos de todos y nos tienen harta confianza, nos cuentan los problemas o conflictos que han tenido acá dentro. Hasta hemos tenido que eliminar gente del grupo, porque la idea es que aquí reine la buena onda. Cualquiera que atente contra eso, será eliminado", dice. Karelyn cuenta que a futuro le encantaría emprender un negocio para gente alta: "Me gustaría, por ejemplo, traer ropa que nos quede buena y sea linda. Allá fuera eso es un mercado gigante. Pero acá en Chile nos pasa que tenemos que conformarnos con lo que pillamos nomás".
UNA CASA A SU ALTURA
José Luis Ilabaca (32) mide 2 metros. Bárbara Parra (28), su polola, mide 1,81. Y tuvieron que adaptar la casa, donde viven ambos, para realizar las tareas domésticas más básicas: le pusieron un terraplén de 20 cm a los muebles de la cocina y del baño. "Terminaba con dolor de espalda cada vez que lavaba los platos, porque todos los muebles de cocina en Chile están hechos para personas que miden, con suerte, 1,70. Lo mismo los muebles del baño", dice José Luis, que es ingeniero informático. Hay un desafío, eso sí, que aún tienen pendiente: encontrar un auto en el que quepan los dos cómodamente.
José Luis conoció a Bárbara en el Club de los Altos. Bárbara cuenta: "Fue mi mamá quien me empujó a ingresar a este club, me dijo: ahí vas a encontrar a un hombre más alto que tú. A mí siempre me dio lo mismo el tema de ser más alta que los tipos con que salía, y trataba que a ellos tampoco les importara, pero era difícil. Los hombres chilenos son inseguros", dice. Pero con José Luis, que mide 19 centímetros más que ella, las cosas son diferentes: "Es increíble tener de pareja a un alto: me puedo poner tacos y él sigue viéndose más grande que yo".
UNA MUJER CON PIE GRANDE
Francisca Páez (25) es ingeniera en agronegocios, mide 1,81 y calza 44. Más que la altura, para ella ha sido complicado tener un pie tan grande. Los 10 pares de zapatos que tiene en su clóset los ha comprado, en su mayoría, en tiendas de hombre. Ahí están las zapatillas Converse negras que usó cuando estudiaba en la universidad y ella las denomina "sus salvadoras", porque son unisex y siempre están a la moda. Ahora solo las usa los fines de semana, porque entró a trabajar al sector público y tuvo que mandar a hacerse unos zapatos formales de cuero negro para ir a la oficina.
"No conozco ninguna mujer que calce tanto como yo. Durante mucho tiempo me dio vergüenza decir cuánto calzaba, me sentía de otro planeta. Si me preguntaban, decía que dependía de la horma y de la marca, me las sacaba de alguna forma para no decir mi talla", cuenta. Hoy, que forma parte del Club de los Altos, siente que ha encontrado pares. "Me dio mucha seguridad conocer gente con problemas parecidos a los míos. Si bien no hay ninguna mujer en el club que calce 44, hay varias que están cerca del 41 o 42 y me comprenden", dice. Francisca tiene un sueño recurrente que pronto espera cumplir: "Viajar a Estados Unidos para comprarme miles de zapatos porque allá hay muchas mujeres con el pie grande".
LOS ALTOS DE LA FAMILIA
Rocío Carreño (21) estudia Sicología en la Usach y su hermana Pamela Carreño (16) es alumna de segundo medio en el colegio. Las dos miden 1,85 y tuvieron que lidiar con bromas que les afectaron en su autoestima durante gran parte de su infancia y pubertad. "En el colegio nos decían jirafa, dinosaurio, palote, torres gemelas", cuenta Rocío. Pero lo peor es que, debido a su altura, se veían mucho mayores de lo que eran. "Desde muy chicas recibimos piropos en la calle, algunos nada de apropiados para niñas que juegan a las muñecas", agrega. Su tío Francisco Ortega (37) que es alto también –mide 1,91–, se encargó de aconsejarlas para que la altura no se convirtiera en un trauma. "Él siempre nos dijo que ser alto era algo positivo, de lo que no había que avergonzarse", cuenta Rocío. Hoy ya resueltas, se atrevieron a acompañar a su tío al Club de los Altos, donde por fin se sienten normales. "Yo les dije a mis sobrinas que iban a agradecer cuando anduvieran en Metro en hora peak y vieran a todos abajo cómo se ahogan, mientras los altos respiramos el vientecito de las ventanas. Hay que ver el lado positivo siempre", dice Francisco.
UN HOMBRE MÁS ALTO QUE YO
Pilar de la Peña (38) es separada, trabaja como secretaria en el Centro de la Familia de la Universidad Católica y mide 1,80 metros. Tiene tres hijos: Catalina (14) que mide 1,70, Gabriela (13) que mide 1,60, y Emilio (5) que mide 1.40: todos les ganan por al menos una cabeza a sus compañeros de curso. Pilar cuenta que estaba saliendo de una separación cuando su neuróloga se enteró de la existencia del Club de los Altos y le recomendó que entrara para distraerse. "Además, la única condición para rehacer mi vida era que tenía que ser con un hombre más alto que yo, y encontrar uno no es tarea fácil. Ya había vivido ese calvario antes de casarme con mi ex marido, que también es alto", dice. Ahí conoció a su actual pololo, Víctor Jiménez (29), estudiante de Ingeniería Informática, que mide 2,02 metros. Víctor, por su lado, nunca había tenido especial debilidad por las altas, pero con Pilar fue un flechazo inmediato. Ni el tema de la diferencia de edad le importó. "Por mi estatura y mi pelo canoso represento muchos más años de lo que tengo, así que ni se notan los nueve años menos", dice riéndose. Ahora lo que Pilar espera con ansias es que sus hijos crezcan unos centímetros más y puedan ir todos a las juntas del club. •
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