El estado actual del planeta Tierra no es alentador. El calentamiento global comienza a hacer notorios efectos en las temperaturas, en los cauces de agua y en la humedad de la tierra. La desigualdad se hace todos los días más evidente. Ves robos, ves violencia. ‘¿Cómo vas a traer una guagua al mundo en esas condiciones?’, te dicen tus amigos sorprendidos porque, a pesar de esto, quieres ser mamá. Y es que decidir ser madre en este tiempo pareciera un acto de valentía. Como si tener hijos no estuviera bien o no fuera algo deseable. La maternidad para algunas es un sueño de toda la vida, para otras una idea tierna y para otras, una carga social que deben llevar por el hecho de ser mujeres. Revista Paula conversó con dos mujeres que hoy viven la disyuntiva de reconsiderar –desde la incertidumbre y la autocrítica– aquella decisión que les cambiaría la vida.
Javiera tiene 25 años y es periodista.
“Siempre sentí un ‘instinto’ maternal. Desde muy chica cuidar niños era algo que me gustaba y me salía bien. Entonces la maternidad era algo que veía como muy natural y deseable y de hecho, en esa época ya era uno de mis más grandes sueños. A esa edad obviamente no tenía consciencia de lo que significaba, ni veía nada de malo en traer a otro ser al planeta, pues problemas como el estado del medioambiente no estaban tan en la palestra como hoy.
En la edad en la que estamos con mi grupo de amigos, este es un tema del que se habla harto y es en ese espacio donde les he contado que quiero ser mamá a esta edad o en un par de años más. Lo que más les impacta es lo económico, y también me preguntan cómo voy a tener la paciencia necesaria, o si no me preocupa perder libertad, no poder viajar o tener panoramas sola nunca más. Pero también, como un factor lateral, predican sobre el estado del mundo a propósito del calentamiento global, la violencia y el precio de las cosas, y ponen el hecho de traer a un niño al mundo, como un factor extra a esta situación de crisis. Al final, me hacen sentir como si estuviera loca por querer ser mamá.
Lo bueno es que, por lo menos a mí, no me han afectado sus opiniones al punto de cambiar de opinión. Como decidí hace tanto tiempo ser mamá, es algo que creo que viene conmigo. Y sobre sus argumentos para no tener hijos, solo pienso que hay que ser papá y mamá para saber realmente lo difícil que es y la individualidad que te quita. Al final es una decisión tan personal, que creo que el resto no debería meterse en ella. A mí, por ejemplo, me resulta molesto que vean la maternidad de esa forma, pero entiendo que no puedo cambiar su forma de pensar.
Lo único que sí me preocupa un poco, es traer a una persona a un mundo lleno de incertidumbres. Se podría ver como una decisión egoísta, pero yo no lo veo así, pues aunque sé que claramente no voy a ser perfecta, si intentaré ser muy consciente y tomar mis decisiones con mucha información. Y es que yo creo que traer hijos criados en amor, es un cambio increíble y es lo que se espera –y espero– de las nuevas generaciones”.
Adriana tiene 31 años y es ambientadora y montajista.
“Siento culpa por querer ser mamá porque el mundo se está acabando. Veo calentamiento global, guerras y creo que hay que ser responsable respecto de dónde se está trayendo una nueva vida. Pienso también que me quitaría mucha libertad para cumplir otros sueños. Sé además que es difícil porque tienes que tener plata y no quiero dejarme de lado. Pero a pesar de todo esto, me dan ganas de ser mamá. Ahí es donde me cuestiono si esas ganas vienen desde el egoísmo de hacer realidad un deseo, o por la presión que me impone la sociedad. También me pregunto por las ‘razones correctas’ para querer tener un hijo y cuando pienso que es solo para dejar algo mío en este planeta, no me parece bien. Me imagino además en el escenario de no ver a mis hijos nunca, de no poder verlos crecer por el tipo de trabajo que tengo, que es extenuante.
Todo esto parece muy ambivalente. Emocionalmente he estado trabajando harto en no sentirme culpable por querer cosas, y es que al final me he dado cuenta de que tengo el derecho de vivir mi vida como la quiero vivir, y si tener un hijo es parte de ese deseo, está bien también, independiente del contexto. Y es que esta culpa que siento viene de los estándares y los estereotipos que siempre estamos siguiendo. Recuerdo, por ejemplo, cuando aún estaba en la universidad y entre mis compañeras comentábamos que de verdad no queríamos ser mamás, nunca. Como si hubiera una edad para querer tener hijos y otra para odiarlos. O también pienso que en algún punto nos fuimos hacia el otro extremo: antes todas las mujeres eran madres, ahora pareciera que fuese una moda no querer serlo, o que fueras más cool si no lo quieres.
Yo la verdad es que aún no decido si quiero tener hijos, pero confieso que igual la presión de llegar a los 35 me hace sentir como si estuviera al límite del tiempo. Hoy asumí una maternidad distinta, pues mi pareja tiene una hija y siento que también la estoy criando, que la ‘adopté’. Lo distinto a eso, sería tener un hijo propio, y ahí es donde otra vez me cuestiono las razones de ese deseo. Aún no las tengo claras, pero al menos tengo la certeza de que ahora no es tiempo. Pero no me cierro a esa linda idea”.