“Si me preguntan si quiero tomar un helado puedo decir que sí o que no. Si quiero y digo que sí, lo hago asintiendo con la cabeza o verbalmente, pero también puedo decir que no quiero, que no me gusta el helado y deben respetar mi decisión”. Con este ejercicio práctico publicado en la Mini guía sobre educación sexual y derechos para niñas, niños y adolescentes, la Corporación Miles Chile busca enseñarles qué significa el consentimiento, un concepto del que se ha hablado bastante en estos días y que, según especialistas, es importante que se trabaje desde los primeros años de vida.
Rocío González, psicóloga infanto juvenil, explica que las niñas y niños antes de los 3 años no entienden el no como nosotros quisiéramos que lo entiendan y que a partir de esa edad no es que lo entiendan automáticamente, sino que es un proceso. “Por eso es importante no abusar del no. Muchas veces estamos constantemente diciéndoles que no por todo, eso los confunde y no son capaces de discriminar cuándo es realmente no”. Por ejemplo, en situaciones donde efectivamente se ve en peligro su vida, como cuando van a cruzar una calle corriendo o van a meter los dedos en el enchufe, ahí está bien usar el no, incluso en un tono más fuerte, porque los estamos alertando. “Pero en el resto de las ocasiones, lo correcto es dirigirnos a ellos de diferentes formas. Si, por ejemplo, me pregunta si puede jugar playstation y no quiero que lo haga, lo ideal sería decirle que en ese momento vamos a hacer otra cosa y que va a poder jugar más tarde o mañana. Es importante cambiar el discurso del no rotundo porque no entrega una explicación o una respuesta. Y no se trata de caer en el opuesto y decirles que sí a todo, sino explicar las razones del no”, aclara.
El problema –agrega Ignacia Veas, psicóloga y Coordinadora del área de salud psicosocial de Miles Chile– es que cuando enseñamos el ‘no es no’ a los niños, lo hacemos desde el deber ser y, en ese sentido, para ellos es difícil de cumplir porque no va acompañado de una enseñanza efectiva y de autoconocimiento. “Para enseñar sobre consentimiento y límites personales es importante preguntarles a las niñas y niños sobre su opinión, sus deseos, si les gusta algo o no”, dice. De otra manera es difícil que entiendan el mensaje y tampoco son capaces de comunicar cuando son ellos los que quieren decir que no.
Parte fundamental de este proceso es reconocerlos como sujetos válidos y de derechos en el aprendizaje respecto de los límites de ellos y de los otros. “Eso les entrega herramientas para que sean capaces de distinguir cuándo no se sienten cómodos con algo y decirlo”, explica Veas y dice que, por ejemplo, puede haber niños a los que no les gusta que los abracen. Si no les enseñamos sobre autoconocimiento y límites, nunca van a ser capaces de decir que eso les molesta. “La clave es, sin dejar de cuidarlos, hacerlos partícipes de la toma de decisiones”, agrega.
Y ocurre también que en el gesto de preguntar, les enseñamos empatía. “De cierta manera lo reconozco como un otro válido. Porque si a mi hijo no le gusta que le den besos en la cara y lo obligo a darle a la tía porque si no es mal educado, no estoy respetando su decisión y por tanto le estoy enseñando que, cuando él sea grande, tampoco respete a los demás”, aclara Veas.
Empatía y respeto para el futuro
Hace algunos días en redes sociales se abrió una polémica porque una madre dijo: si un día no quieres abrazar a tus hijos, diles que no, estás en tu derecho. “A eso mismo apunta la importancia de enseñar desde pequeños que el no es una respuesta, porque habla del respeto hacia otros”, explica González. Dice también que en este ejemplo efectivamente una mamá puede decirle a un hijo que no quiere que la abrace en ese momento porque está descansando o simplemente porque quiere estar sola y todos tenemos ese derecho. “Pero eso es muy distinto a decir que no porque no. El mensaje es clave para que esa niña o niño entienda que no es un rechazo, que se trata de respetar el espacio y la decisión del otro”, agrega.
“Cuando el no se transforma en una manera de restringir y no de dar cuenta de mis deseos o del de los otros, repercute en su vida de adulto. Porque si nadie nunca lo validó, es difícil que haya aprendido sobre los límites”, dice Veas. “Conocer lo que siento significa poner un límite de mí mismo frente a los otros y cuando uno tiene los límites claros para uno, los tiene para el resto. El aprendizaje afectivo –que debería ser parte de la educación sexual en los colegios– es relevante, y cuando una persona no ha transitado en ese aprendizaje desde niño, le va a costar cuando sea adulto ponerle limites a otro y en muchos casos no va a ser capaz de leer lo que el otro quiere”.
Finalmente, no debemos olvidar que los niños aprenden también por repetición. “Cuando tenemos padres totalmente autoritarios que entregan un no sin conversación de fondo, probablemente vamos a tener niños que de adultos quieran tener ese poder frente al otro y por lo tanto no van a respetar, porque ellos nunca fueron respetados”, concluye González.