Todos los lunes, Susana Rodríguez (62), pintora y ex profesora de Ballet, lidera un grupo de apoyo de familiares y pacientes con trastorno bipolar que se reúne en las dependencias del Servicio de Siquiatría del Hospital del Salvador. Son 10 personas que se juntan a intercambiar experiencias sobre el manejo y la cotidianidad del trastorno bipolar, enfermedad siquiátrica cuyo principal síntoma es la alteración del ánimo, donde se intercalan periodos de depresión y aceleración (manía), y que puede presentarse en forma leve o aguda.
Es una enfermedad crónica y las alteraciones anímicas son recurrentes. En el grupo participa un hombre de unos 35 años que no logra aceptar su condición de bipolar, también una licenciada en Arte que quiere informarse para ayudar a una amiga que tiene el trastorno, y un padre muy preocupado porque a su hija de 11 años acaba de ser diagnosticada. En Chile, entre el 5 y el 7 por ciento de la población, –es decir, entre 500 y 700 mil personas–, tienen este trastorno que impacta sus vidas: muchos dejan de trabajar por discapacidad síquica y sus relaciones de pareja y con sus hijos se resienten por sus bruscos y a veces incomprensibles cambios anímicos.
Si no reciben tratamiento sufren los síntomas toda su vida, y son más propensos a tener trastornos de sueño, episodios de violencia, abuso del alcohol y drogas e intentos de suicidio. Susana despeja dudas, acoge y aconseja a las personas del grupo desde su propia experiencia. Hace 24 años que es bipolar y se siente agradecida de que el doctor Pedro Retamal, siquiatra experto en este trastorno, se diera cuenta que no era esquizofrénica, como inicialmente le habían dicho, y le prescribiera carbonato de litio, el estabilizador del ánimo que se usa para tratar episodios de manías agudas, evitar recaídas y mantener el ánimo estable.
"Cuando ocurrió mi primera crisis, a los 38 años, escuché voces y tuve alucinaciones. Me vino una obsesión con la Biblia, con que los alimentos eran impuros yme negaba a comer. Yo solo hablaba de Dios y la pureza. Entonces, era profesora de Ballet en un colegio inglés de Antofagasta, donde vivía con mi marido e hijos, y estaba pasando por un momento de alta exigencia laboral. Me llevaron al hospital, pero no había siquiatra y el diagnóstico que le dijeron a mi marido fue esquizofrenia. Estuve 3 meses internada, porque los remedios que me daban no eran los adecuados y yo seguía con esta locura", dice Susana. Desesperado por mejorarla, su marido vendió la casa familiar en Antofagasta y se vino a Santiago con ella y los hijos buscando ayuda médica. En la capital fue evaluada por el doctor Retamal, quien corrigió el diagnóstico y le cambió el tratamiento. Ahora lleva 24 años tomando carbonato de litio, remedio que toma dos veces al día.
"Sin ese diagnóstico y sin ese tratamiento, quizás estaría internada en una clínica siquiátrica", dice. "En vez de eso, sigo casada con mi marido y pude continuar ocupándome de mis hijos y ahora de mis nietos. No volví a trabajar como profesora de Ballet, porque la enfermedad me hizo muy sensible al estrés, el que me desestabiliza. Pero pinto, hago estas reuniones para pacientes bipolares y escribí un libro con mi testimonio: Bipolares, ¿apocados u optimistas?".
Un remedio que salva vidas
El carbonato de litio es un remedio que lleva 60 años usándose en siquiatría y por mucho tiempo fue la única terapia para prevenir las recaídas del trastorno bipolar. Ahora, hay otras alternativas en el mercado: estabilizadores del ánimo del tipo anticonvulsionantes (como la lamotrigina y el divalproato) y antisicóticos atípicos (como la quetiapina y la ziprasidona). Sin embargo, en todas las guías clínicas el litio aparece como tratamiento de primera línea para la bipolaridad. En Chile, los medicamentos que contienen carbonato de litio se venden con receta médica y se comercializan con el nombre de cabalex, carboron, cadel, eskalit, psicolit o simplemente carbonato de litio. Vienen en presentaciones de 300 o 400 miligramos y en tabletas de liberación lenta o normal.
Se toman dos o tres veces al día y requieren de un estricto control médico, porque pueden causar efectos colaterales: mucha sed, eliminación excesiva de orina, temblor, fallas de memoria, somnolencia, aumento de peso y falla renal. En casos de sobredosis también puede provocar intoxicación.
"Es cierto que es un medicamento de difícil manejo pero, ajustando la dosis, haciendo los exámenes médicos de rigor y, con la educación necesaria del paciente, todos esos efectos colaterales pueden controlarse. Sin embargo, esta ha sido una de las razones del porqué hasta hace unos años estaba disminuyendo su uso en siquiatría. Otras razones son la falta de entrenamiento de los siquiatras jóvenes en su manejo y las campañas de marketing que han llevado adelante los laboratorios que fabrican los tratamientos alternativos al litio", señala el doctor Hernán Silva, siquiatra, profesor titular de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile y autor del libro Litio y siquiatría (Editorial Mediterráneo), que lanzó hace pocos meses, justamente para subrayar su valor terapéutico. El doctor va más lejos: "Su efectividad está más que probada y es un tratamiento efectivo; 80 por ciento de los casos responden bien a él.
de la enfermedad bipolar, quien el año pasado publicó el libro Cómo enfrentar la enfermedad bipolar. Guía para el paciente y la familia. Pero hay otras novedades en torno al litio que explican su renovadavaloración.En2001, el litio fuereconocidoporlaAmerican Psychiatric Association por su efecto antiagresivo en pacientes borderline o con trastorno de personalidad. "Se ha publicado una serie de casos, caracterizados por altos niveles de agresividad, que muestran excelentes resultados al ser tratados con litio: madres maltratadoras, presos e internos en correccionales, niños y adolescentes que sufren ataques de rabia y pacientes con limitaciones intelectuales que se autoagreden", asegura el doctor Hernán Silva. El litio es un ion, igual que el sodio. Y su acción biológica consiste en mantener estable la transmisión nerviosa. "Todos los tejidos del cuerpo mantienen una gradiente electroquímica de sodio.
Antes del empleo terapéutico del litio se había observado que los cambios en los niveles de sodio en los líquidos corporales se relacionaban con cambios en el ánimo de los pacientes bipolares; hay altos niveles de sodio intracelular en la fase maniaca y en la fase deprimida. Diversos estudios indican que el litio puede ejercer algunos efectos terapéuticos al reducir los niveles de sodio intracelular", explica el doctor Silva. Actualmente se estudian las propiedades neuroprotectoras del litio, pues se ha observado que aumenta la regeneración neuronal y retarda la muerte celular, lo que podría contribuir al tratamiento del Alzheimer, el Parkinson y otras enfermedades que causan atrofia neuronal.
Además, es el único tratamiento que trata todas las fases de la enfermedad bipolar; a diferencia de los antisicóticos que tratan las fases maniacas y los antidepresivos que actúan sobre los síntomas depresivos. Y es el que acumula el mayor número de estudios". Uno de los descubrimientos recientes sobre el litio es su efecto antisuicida. Esto ha merecido numerosos artículos científicos, entre ellos Lithium in drinking water and suicide mortality, publicado este año en The British Journal of Psychiatry, donde se sostiene que en poblaciones donde el agua contiene dosis un poco más alta de litio, la incidencia de suicidio es menor.
El punto cobra especial relevancia en pacientes siquiátricos, ya que la consecuencia más dramática de la depresión y la enfermedad bipolar es, justamente, el suicidio. "En Chile, no tenemos datos sobre muertes por suicidio de enfermedad bipolar, pero en un estudio realizado en conjunto con Argentina en unidades especializadas, las cifras sobre ideas suicidas son de 61 a 71 por ciento, en tanto que los intentos suicidas que realizan personas bipolares son de 36 a 56 por ciento", anota el siquiatra Pedro Retamal, especialista en el tratamiento
Lo duro no es tomar litio, sino ser bipolar
La periodista Dolores Rogers (54) toma litio hace 14 años. Sus primeros síntomas fueron fallas de memoria y empezaron poco tiempo después de fallecer su padre, de quien era muy cercana. Se quedaba en blanco mientras hacía clases a alumnos de Periodismo. Tras consultar a un médico le dijeron que tenía una depresión mayor y le dieron licencia. Dolores se pasó cinco meses encerrada en su pieza y, para levantarse en la mañana, necesitaba tomar un cóctel de antidepresivos. Asistió a terapia con una sicóloga, quien le recomendó ser evaluada por un siquiatra especialista en enfermedades del ánimo. Fue él quien le dijo que era bipolar y necesitaba litio.
"Lo duro no ha sido depender de un remedio, sino sentir la reacción de los otros por ser bipolar. Mi mamá me decía que estaba loquita ymi hermano amenazaba con internarme. Hay mucha ignorancia al respecto. La verdad es que, gracias al litio, funciono normalmente. Tomo mis pastillas en la mañana y en la noche y he podido capear cosas difíciles como la muerte de mi mamá el año pasado, que todos creían me desestabilizaría. Tuve pena, por supuesto, pero lo tomé bien".
También la ingeniera en sistemas, María Inés González (54) prefiere mil veces tomar litio a sufrir los embates del trastorno bipolar. Hace 13 años tuvo su primera crisis y lo pasó fatal. "Tuve una depresión espantosa que me duró dos meses. Me sentía angustiada, me costaba dormir, me levantaba con dificultad, tenía tan poca energía que hasta para subir la escalera del metro necesitaba ayuda. Los fines de semana los pasaba en pijama y era incapaz de llevar a mis hijos, que aún eran niños, a jugar al parque. Me sentía en un hoyo negro". Junto con el diagnóstico a María Inés le dieron licencia, le indicaron hacer terapia y tomar varios remedios: ravotril y fluoxetina. Como la respuesta no fue satisfactoria, al poco tiempo le cambiaron la fluoxetina por litio.
"Volví a sentirme en calma y en control. Volví a dormir, a trabajar y a estar disponible para mis hijos", dice María Inés. Con el tiempo, asegura, se sintió tan bien que creyó que no necesitaba más medicamentos y los dejó de golpe, sin consultar a su médico. "Tuve una crisis de angustia espantosa, en que se me movía el piso y casi me desvanecía. Ahora no volvería a hacer algo así porque sé que ser bipolar es para toda la vida. No me siento enferma por tomar litio. Estaría enferma si no lo tomo", dice.