Paula 1181. Sábado 29 de agosto de 2015.
Conocida y premiada poeta, la chilena Paula Ilabaca incursiona con fuerza en la novela con La regla de los nueve (Emecé), una suerte de policial que explora la vida de un joven de los 90 atrapado por relaciones frustradas en un Santiago lúgubre y equívoco, que se nutre de series de TV, de su propia experiencia y la de su padre, como perito en la PDI.
Un verano, como jurado de un concurso literario, Paula Ilabaca viajó a Arica para la premiación y ahí observó una escena –de una madre con su hijo poeta– que la impulsó a imaginar esta novela. Llegó el invierno y en un mes cerraba otro concurso, en el cual se propuso participar ahora como autora y terminar el texto en menos de un mes. Sin ver a nadie, enferma con gripe, tomando antibióticos y escribiendo sin parar, terminó la novela y ganó el premio. Tanto le fascinó la experiencia que espera que La regla de los nueve sea la primera parte de una trilogía.
En los agradecimientos nombras a tu padre. ¿Cómo te inspiró su trabajo en la escritura de la novela?
Crecí escuchando relatos policiales, porque mi papá es policía, perito de la PDI, y siempre nos contaba historias de su trabajo. En la parte más alta de la biblioteca de nuestra casa, estaban los libros de criminalística y, cuando no había nadie, me subía a una silla y en puntillas lograba leerlos a escondidas. Cuando escribí el primer manuscrito de la novela me quedé con la sensación de que faltaba una parte policial, pero no sabía cómo organizarla. Me encerré a escribir de nuevo. Se lo comenté a mi papá y él me pasó uno de sus libros, pero, además, fui directo a los que había visto de niña. Recordaba las fotografías y supe cómo buscar lo que necesitaba casi de manera natural.
Desde mis inicios me ha gustado construir textos híbridos: escribí poesía imaginando que eran canciones, escribí poemas como si fueran relatos", dice Paula Ilabaca.
Los personajes del libro son jóvenes impulsados a la creación y la libertad. ¿Qué hay en ellos del mundo literario que conoces?
Comencé a escribir a fines de los 90 y parte de lo que aparece en La regla de los nueve conforma el mundo literario que me tocó vivir. Para mí fue una época preciosa y no siento pudor en expresar que en un arrebato melancólico intenté plasmar en mi texto lo que vivimos una generación pequeña y atolondrada de poetas. Muchos de esos jóvenes que aparecen en mi novela existen o existieron, muchos de ellos ya no están. Estuve con ellos ese tiempo y la poesía nos regaló una intensidad y una vitalidad que nunca más volví a sentir.
El libro se articula con voces y ritmos muy diferentes.
Me propuse contar una historia y olvidar los ritmos. Mi editor me sugirió estructuras y las probamos. No sé si sea una novela policial, creo que no. Las voces de los detectives vienen de series de TV –The Killing y The Fall– y del cine –Twin Peaks, Seven y The Silence of the Lambs– y también las escuché durante los diez años que trabajé con la Policía de Investigaciones, la PDI: de los alumnos que ahí tuve, de los policías que conocí, de mi experiencia como perito grafoscópico. Es como si todo me hubiese abordado de pronto. Acepté todas esas voces y viví a través de ellas.