Hablar de relaciones de pareja y conformar una familia suelen ser dos nociones que se entienden como inherentemente compatibles. Ya sea porque encontrar una pareja es el paso previo a formar una familia con hijos o porque este último escenario es la consecuencia más común de una relación de pareja que se proyecta en el largo plazo. Sin embargo, pocas veces reparamos en lo complicado que resulta conciliar eso que partió como vínculo de dos con la crianza. Y es que, esa pareja que comenzó teniendo como foco principal su relación con el otro, al convertirse en una familia, suele experimentar un tránsito hacia un nuevo epicentro: el cuidado de los hijos.
Juan Yáñez Montecinos especialista del Departamento de Psicología de la Universidad de Chile y Doctor en Psicología de la misma institución explica que, lo que muchas personas pasan por alto, es la paradoja respecto a la constitución de una pareja y luego de una familia. “Parten como una pareja centrada en sí misma, en sus sentimientos, en sus proyectos y en sus ganas de estar juntos”, comenta Juan. “Luego llegan los hijos y la pareja se convierte en ese acto en una familia, y a partir de ahí la opción más demandada, e incluso la preferencia de los integrantes de la pareja, es justamente dedicarse de lleno a la producción necesaria para sostener una familia y a la crianza propiamente tal”, agrega. El especialista comenta que, este cambio del foco de atención es algo que experimentan la mayoría de las parejas. Incluso hoy que la parentalidad, la crianza y el desarrollo personal y profesional, sobre todo de las mujeres, son temas en los que se han flexibilizado antiguos esquemas y paradigmas.
Pero, a pesar de que hoy hay cabida a distintas formas de ser mamá y papá y los imperativos sobre la crianza de los hijos no son tan rígidos como solían ser, Juan Yañez explica que, el rol parental, cuando llega, suele convertirse en una función que absorbe casi completamente a los integrantes de una pareja. “Se dedican enteros a sacar adelante el proyecto de familia que escogieron, la mayoría de las veces precipitadamente, dejando muy poco espacio para la pareja, el goce, la distracción y el bienestar interpersonal”. Esta fórmula o nuevo status quo que opera dentro de muchas familias, según explica el especialista, olvida una arista muy importante de la crianza. Y es que, eventualmente, es una etapa que termina y vuelven a ser solo dos en el día a día. “Una característica central de la crianza es que los hijos se van”, comenta Juan. Y para parejas que se convirtieron en un satélite que gira en torno a la órbita de los niños, cuando ese momento llega, Juan Yáñez explica que se pierde casi el 70% del sentido de funcionamiento y de su relación como equipo.
Nidos vacíos
Si bien pueden pasar años en un aparente equilibrio familiar, la observación que hacen los especialistas es que, en la mayoría de los casos, solo una vez que los hijos se van, las parejas se dan cuenta de lo que dejaron de lado por tanto tiempo. “Se dan cuenta que han dejado atrás los repertorios que corresponden a una pareja tales como, conversar, salir juntos, entretenerse juntos, disfrutar con el sólo hecho de estar con el otro. Tener intimidad, erotismo, y goce juntos”, explica Juan Yáñez. Son esas parejas que pusieron en pausa su vínculo para priorizar temas como la parentalidad o el desarrollo profesional las que suelen vivir el golpe más fuerte.
Zamira Díaz psicóloga clínica, Magíster en Psicología y especialista en terapia de adultos y parejas explica que, si bien la salida de los hijos del hogar suele ser considerada una crisis normativa del ciclo vital que afecta a todas las familias, cada una vive esta instancia de manera diferente. “El que sea una crisis normativa implica que es una crisis esperable en algún momento de la vida”, explica Zamira. Sin embargo, la especialista concuerda con que suele ser un episodio mucho más desestabilizador para personas que se han dedicado exclusivamente a los hijos. “Por ejemplo, para las mujeres que trabajan en la casa o que se han dedicado exclusivamente a la crianza, el que un hijo o una hija se vaya de la casa puede implicar que se genere todavía un espacio más grande para ellas”, comenta Zamira. Se trata del fenómeno que coloquialmente se conoce como Síndrome de Nido Vacío, que afecta a madres y a padres y que tiene un amplio reconocimiento en ámbito académico y entre los profesionales de salud mental.
Volver a ser solo dos
Uno de los puntos importantes en relación al tema de la pareja antes, durante y después de los hijos, es que se trata de una problemática que puede pasar desapercibida mucho tiempo. Son pocas las parejas que sostienen un diálogo abierto en torno al tema cuando el imperativo social sigue siendo el de encontrar una pareja, tener hijos y dedicarse a ellos por completo. Se trata de un paso que simplemente no se cuestiona. Pero que, según los especialistas, debería al menos plantearse tempranamente. Porque cuando vuelven a ser solo dos y comienzan a experimentar las consecuencias de una desconexión casi completa con el otro, incluso si se pide ayuda puede ser demasiado tarde. “Habitualmente las parejas llegan muy deterioradas en términos de la interacción que tienen, la comunicación y la expresión afectiva cotidiana”, explica Juan Yáñez. Esos elementos habituales y sencillos son algo que una pareja que ha perdido la conexión, no logra establecer satisfactoriamente cuando el punto de unión, que eran los niños, ya no está según explica el experto de la Universidad de Chile.
Y si las conversaciones no se dieron antes, Zamira Díaz explica que se puede abordar el tema una vez que los hijos llegan. La especialista explica que una forma de abordarlo es reflexionar sobre cómo está siendo para ambos el proceso de conformar una familia con hijos y considerar lo que esto implica en el ámbito emocional. “Muchas veces prevalece la sensación de que una de las partes aporta más que la otra en la crianza”, comenta Zamira y eso va generando todavía mayor alejamiento. La invitación, explica la psicóloga, es a entender cómo ambos contribuyen de distinta forma al proyecto común y entenderse como un equipo. “Tratarnos de manera amable y empatizar con los esfuerzos que está haciendo uno por otro es algo que une a las parejas”, agrega la psicóloga. Porque, según su experiencia clínica, finalmente esa distancia que se genera en las parejas tiene base en el sentirse solo, en percibir que la otra parte no está tan involucrada ni comprometida comprometida con el proyecto común.
Para quienes criaron en otra época o simplemente no se percataron del vacío que se estaba generando entre ellos mismos y sus parejas, existe la posibilidad de mirar desde una perspectiva distinta la brecha en la pareja. En vez de considerarla como un vacío, la psicóloga Zamira Díaz invita a verlo como un espacio que está disponible. “Ese mayor espacio puede implicar que hay más tiempo para estar con la pareja. Para algunas personas esa puede ser una oportunidad de revivir la relación”, comenta. Juan Yáñez concuerda con que es posible retomar la conexión pero la recomendación principal es no perder de vista el valor de la pareja más allá de los hijos. El especialista explica que “quienes remontan esta lamentable condición después del Nido Vacío, pueden recuperar en parte aquel estado inicial que existía como pololos o novios”. Pero agrega que, una parte importante de las veces, las dinámicas para consolidar el vínculo entre dos llegan tarde. Y la experiencia clínica indica que muchas parejas se pierden en ese intento de recuperar lo que se fue quedando atrás por años y no logran revertir el deterioro ni llenar el espacio vacío.