“En mayo del año pasado quedé embarazada por primera vez. Fue un embarazo planeado, así que cuando nos enteramos, sentimos mucha ilusión. Les contamos a mis amigas, a mi familia y a todos mis cercanos inmediatamente. Como estábamos en pandemia, le avisé a mi doctora apenas tuve el test positivo, pero la primera ecografía fue recién a las diez semanas. Me sugirieron esperar y también ir sola, para evitar exposición a contagios.

Ese día llegué emocionada y también con toda la confianza del mundo. Pero no todo salió como esperabamos. Me dijeron que mi guagua no tenía latidos. Fue un momento durísimo porque en mi mente no estaba la opción de perderlo. Nadie nunca te prepara para algo así. Fui a la eco sola, con toda tranquilidad y de repente no había guagua.

Días después de la pérdida decidí hacerme un legrado (no es obligación pero es una opción si no la “botas” sola). Esperaba que esto me ayudara a cerrar el tema más rápido, pero no fue así. El procedimiento es doloroso, una sigue sangrando y el cierre físico se hace lento. Más el emocional.

Desde ese momento me dediqué a vivir mi duelo. Busqué ayuda y a otras personas que les hubiese pasado. Además de preocuparme de estar bien yo (y mi marido), me esforcé mucho para no invisibilizar mi pérdida aunque hubiera sido solo a las diez semanas, evitando escuchar comentarios como: “por lo menos tenías poco”, porque para nosotros no eran solo diez semanas, era la ilusión de tener un hijo; ya me lo imaginaba corriendo por la casa. También me dediqué a escribir, a contarle a la gente lo que me había pasado, porque es un tema que nadie habla, así que me preocupé de buscar espacios para hablarlo. Cuando me preguntaban por qué falté a la pega, les decía: “porque perdí una guagua”, sin pelos en la lengua. Y lo hice porque estoy convencida de que esto no es algo que tengamos que vivir solas las mujeres, porque eso es lo que suele pasar; muchas mujeres tienen pérdidas y viven sus duelos completamente solas, y como bien te dicen en un intento de consuelo, “es algo súper común, a muchas les pasa”, entonces ¡por qué no lo hablamos más!

Así pasaron los meses, y tras mucha reflexión y sentí que estaba lista para volver a intentarlo. Fue una sensación un poco contradictoria, porque después de vivir mi duelo, sentí incluso que había sido una experiencia que me permitió crecer y ver por qué quería ser mamá, que no era un capricho, porque a pesar de todo esto, vuelvo a estar segura de que quiero tener un hijo, e incluso me siento más preparada que antes para lo que venga.

Cuando me enteré que estaba nuevamente embarazada fue una doble emoción; felicidad por la ilusión de ser madre, pero al mismo tiempo un miedo terrible de volver a vivir lo mismo. Aparte coincidió que me di cuenta que estaba embarazada justo en la fecha que habría nacido mi primer hijo. Sentía que tenía que estar feliz, pero por otro lado sentía culpa de esa felicidad por mi primer hijo. Fue raro. Las primeras semanas no pude disfrutar la felicidad del embarazo. A las guaguas que nacen después de una pérdida se les suele decir guaguas arcoíris, pero yo diría arcoíris con nubes, porque el miedo siempre está presente.

Pasaron las semanas y comencé a contarle a la gente. Les decía a mis amigas: “Estoy embarazada, pero ya sabemos lo que puede pasar”. Siempre uno queda con el temor a que las cosas no salgan bien, o al menos para mí ha sido así. La primera ecografía escuché los latidos y, más que emocionarme, solo pude pensar que no estaba muerto, como un alivio. Es que cuando una vive una pérdida, la perspectiva cambia. Hoy tengo 18 semanas y mi guagua está bien, pero no puedo evitar pensar que está bien hoy, podría no estarlo mañana, aunque obviamente intento ser lo más optimista posible.

Cada vez me relajo más. Me está saliendo guatita y eso para mí es símbolo de vida. Hago un esfuerzo permanente para que prime la emoción en vez del terror y lo estoy logrando. Pero nuevamente se trata de un ejercicio que hago más o menos sola. Creo que por más que otras personas intenten empatizar y acompañar es súper difícil. Es algo muy personal y que cada una lo vive muy distinto. Al principio me mandaban regalitos de guagua y a mí me complicaba que fuera tan pronto, ahora ya los recibo feliz. Creo que el tiempo ayuda a ir sintiendo más confianza y menos miedo con lo que venga.  Ahora estoy (estamos) disfrutando a full mi embarazo, pero a veces la ansiedad aparece y con ella los temores.

En uno de los testimonios que escuché cuando estaba buscando ayuda después de mi pérdida, una mujer decía: “es como estar contando una historia con la goma de borrar en la mano”, y eso es”.

Paula Sagredo tiene 29 años y es trabajadora social.