Paula 1198, Especial Madres. Sábado 23 de abril de 2016.

Emma de Ramón pregunta, con cara divertida, apoyada en una elegante mesa de madera antigua en su oficina:

–¿Qué pasa cuando se junta un historiador con una bibliotecaria?

–...

–¡Sale una archivera!

La archivera es ella. Y sus padres son el Premio Nacional de Historia Armando de Ramón (fallecido en 2004) y la bibliotecaria Emma Acevedo. Aunque para ser más precisos, Emma es más que una archivera. Es doctora en Historia, especialista en la época colonial, autora de varias publicaciones sobre la historia social chilena y también es paleógrafa; sabe leer la letra antigua e interpretar la forma de hablar que quedó plasmada en los documentos de los siglos XVI y XVII. Esa expertise fue la que le permitió entrar como funcionaria de planta al Archivo Nacional en 2005, cuando jubiló la persona que tenía ese conocimiento.

Antes, en 2002, había sido coordinadora del Archivo de la Araucanía que se ubica en Temuco, donde conoció a la jueza Karen Atala, de quien fue pareja y a quien acompañó durante el mediático litigio judicial por la tuición de las hijas de Atala, el que concluyó con un fallo histórico de la Corte Interamericana, al establecer que el Estado de Chile vulneró los derechos de la jueza al quitarle la tuición de sus tres hijas debido a su orientación sexual.

Hoy, Emma es la directora del Archivo Nacional de Chile, el lugar donde se guardan los documentos de la administración pública, así como algunos papeles con especial valor histórico y patrimonial. Entre las joyitas se cuentan el acta de la fundación de Santiago, que data de 1541, y el telegrama que anunció al gobierno central el Combate Naval de Iquique y la muerte de Arturo Prat. "Es un honor estar sentada aquí. Mi padre habría estado muy orgulloso", dice Emma.

¿Cómo marcó la figura de tu padre el camino que has seguido?

Bueno, él siempre decía que yo había sacado su natural. En la época colonial hablaban de "sacar la natural" cuando alguien, más que parecerse de cara, se parecía en gestos o gustos. Desde que tengo uso de razón, mi papá me invitaba a ver monumentos e iglesias. Me ensañaba muchas cosas. A mí me encantaba escucharlo. Tenía miles de historias.

"Para mí la Historia es mi ambiente. El lugar de los afectos, de los amores, de lo entretenido", dice Emma, quien desde niña fue muy cercana a su padre, Armando de Ramón, Premio Nacional de Historia.

Era un buen narrador.

Era un tipo muy cautivante en su discurso. Cautivaba a todo el mundo. Sus alumnos, sus ayudantes estaban todos extasiados porque, además, era un hombre con una memoria prodigiosa.

¿Eres la hija menor?

La mayor de tres hermanos; los otros dos son hombres e ingenieros. Y bueno, andaba para arriba y para abajo con mi padre. Él me llevaba a las reuniones con sus colegas. Tuve la suerte de conocer a todos los historiadores de esa época que hoy son mitos de la historia: Álvaro Jara, Rolando Mellafe. A veces me da risa, porque entro a la sala de lectura del archivo y escucho a algún viejito que me dice: "¡Emmita!" y es un amigo de mi padre que me conoce desde que era cabra chica. Para mí la historia es mi ambiente. El lugar de los afectos, de los amores, de lo entretenido.

La historia mezclada con este amor por el padre.

Claro. Pero la verdad es que mi papá era mi gran amigo. Fue un maestro para mí. Tengo por ahí una foto (apunta a una mesita lateral junto a su escritorio, donde hay un retrato de su padre); ahí está el caballero. Cuando llegué aquí lo primero que hice fue traerlo e instalarlo. Él conoció al fundador del Archivo Nacional, don Ricardo Donoso. Entonces, que yo esté en el lugar de él, sería un gran orgullo para mi papá.

Parece que lo echas mucho de menos.

Mucho. ¿Sabes lo que pasó cuando falleció mi papá? Perdí el interlocutor. Hoy me cuesta encontrar a alguien que me entienda tan bien.

¿Cuáles eran los temas que hablabas con tu padre?

Por ejemplo, de la Catedral y de la ciudad de Santiago; ese era un tema muy recurrente. Compartíamos mucho la información de lo que cada uno estaba investigando.

¿Y conversabas con él tus temas personales?

Claro, temas más personales y situaciones familiares. De mi propia historia que, además, tenía lo suyo.

¿Qué aspectos de tu historia personal conversaste en profundidad con tu padre?

El poder construirme como profesional en Historia siendo mujer; que es algo difícil, porque en general la historiografía es bien un club de Toby. Son pocas las mujeres y las que hay están ahí luchando por sostenerse.

¿Ah sí?

Quizás las nuevas generaciones más jóvenes no, pero en las mías sí.

¿Qué edad tienes tú?

Nací en 1960 y en la generación mía no somos muchas las historiadoras.

¿Es un mundo machista el de los historiadores?

Todavía la vara de equilibrio se va hacia los hombres. Los historiadores tienen cargos más formales en las universidades. Las mujeres tienen cursos más de extensión y no están contratadas en las universidades.

¿Cómo asumió tu familia cuando le contaste que eras lesbiana? Porque en ese tiempo todavía no estaba tan aceptado socialmente.

Fue un tema. Mi mamá y mi papá me decían que lo que les complicaba era que me hicieran sufrir: que me discriminaran, que tuviera más dificultades en la vida. Pero me apoyaron. Mis papás eran personas muy enteras, para ellos no resultaba esto de vivir una doble vida. En cierta manera celebraban que fuera valiente y hubiera asumido lo que yo era con entereza.

¿A qué edad fue eso?

Vieja. En ese tiempo, te hablo de 1988, no había posibilidad de asumirse antes. No eran cosas que pudieras hacer. Asumí que las cosas no estaban bien como a los 28 años, cuando me di cuenta de que no iba a poder cumplir con el rol que me habían asignado: que no iba a ser la madre de sus nietos, que no quería ser mamá, que no me iba a casar con ningún ingeniero amigo de mis hermanos, que no iba a tener una casita con jardín y perro. Que era una persona muy diferente a lo que esperaban.

lesbiana), pero me han tomado como una ciudadana más. Eso ha sido bueno y pienso que habla muy bien del Estado de Chile".

Y en ese momento, ¿tenías referentes o amigos que fueran homosexuales?

Fue llegando con el tiempo, después del 2000. Yo tenía un par de amigos que eran gays y con ellos nos arrancábamos a bailar. Como no era algo público, me servían de compañía para los matrimonios, por ejemplo; ahí llamaba a mi amigo Beto y él se vestía especialmente para la ocasión. Y, como no tiene pinta de gay, pasábamos piola; hubo gente incluso que pensó que pololeaba con él. Entonces fue esa la vida. Muy tranquila e intelectual. Los libros no muerden, así que es un buen refugio para una cabra como yo, que era tímida y tenía esta situación de que le gustaban las mujeres.

UN DOLOR INMENSO

¿Cómo fue avanzando esto con respecto a tu desarrollo como historiadora?

Si quieres, fue una vida doble. Porque en ese tiempo sabían mi familia y amigos más cercanos. Pero no era algo que compartiera con nadie más. Eso era parte de mi intimidad y no lo andaba contando. Pero de todas formas me preguntaban por qué no me había casado, si quería ser mamá. La gente en Chile se mete mucho en tu vida, sobre todo cuando vas llegando a cierta edad; te empiezan a decir que te está dejando el tren. Y era complicado: si bien no mentía, tampoco contaba exactamente la verdad.

¿Era incómodo?

Muy incómodo. En ese tiempo trabajaba en la Universidad Raúl Silva Henríquez y tenía mucho temor de que pudieran despedirme. Trataba de mantenerlo muy en reserva. Cuando me fui de ahí, me relajé. Empecé, además, a trabajar en el Archivo de la Araucanía, en la Novena Región.

Y allá, en Temuco, conociste a Karen Atala…

Claro, empezó toda esta historia con Karen y sus hijas, todo eso explotó allá. Y bueno, en el archivo encontré un ambiente más liberal; mi jefa sabía de mi condición y no era tema. La verdad, es que yo he encontrado aquí en el archivo y como empleada pública, un apoyo muy fuerte. No es que me aplaudan, pero me han tomado como una ciudadana más. Pienso que eso habla muy bien del Estado de Chile.

¿Cómo viviste ese proceso? Porque eres una persona de muy bajo perfil y por ser pareja de Karen Atala y verte envuelta en esta demanda por la tuición de las hijas de ella, estuviste en el centro de la noticia.

Justo mi papá había fallecido, murió en 2004, cuando todo esto se destapó.

¿Él no alcanzó a saber de esto?

Alcanzó a conocer los entretelones anteriores; la situación de esta demanda, porque fue bien larga. Mi papá era abogado y compartía con Karen la perspectiva de que no había ninguna razón para que le quitaran las hijas. En el Código Civil en ninguna parte dice que una de las incapacidades maternas sea ser lesbiana. De hecho, los dos primeros fallos fueron en ese sentido y fue el de la Corte Suprema la que cambió los dos anteriores. Él se perdió el último fallo, pero estaba confiado; él confiaba mucho en el Derecho.

No me respondiste: ¿cómo fue para ti todo ese proceso?

Muy terrible. Pero sabía que uno no puede eludir las responsabilidades que le llegan y dije simplemente: "pecho a las balas". Sentí que tenía que decir que me parecía injusto y pelear para que las cosas cambien.

Fue en ese contexto que empezaste a tener un rol más de activista en temas de igualdad de derechos de las personas homosexuales. ¿Eso lo elegiste o es algo que te cayó?

Diría que fue algo que me cayó, más que elegí. Mucha gente se empezó a acercar, se aferró a nosotras. Eso fue consolador, porque sentíamos que no estábamos solas. Pero fue también una carga muy fuerte de asumir.

Pero hasta entonces, el feminismo y la lucha por los derechos homosexuales no eran tus banderas.

No lo eran, para nada. Yo trabajaba en Historia y de repente me cae esto. Margarita Iglesias, quien es una profesora de la Universidad de Chile, en algún acto de repudio por el fallo que hicimos, se acercó a mí y me dijo: "mientras no entiendas que lo que te pasó es porque eres mujer y porque eres lesbiana y estás dentro del contexto del patriarcado, no vas a poder superar esto". Y yo pensé: ¿Patriarcado? ¿Mujer? ¿Feminismo? Mi solución fue, como siempre, ponerme a leer, ponerme a estudiar, ir al catálogo.

¿Qué es lo que más te dolió de todo lo que pasaron con Karen?

Uy, el dolor fue inmenso. Karen sufría no te explico cómo; ella era la madre y estaba desgarrada. Hoy, que las niñas son grandes, les he podido decir con harta sinceridad cómo me sentí. Y eso ha ido aliviando mi corazón del dolor.

¿Has podido mantener el vínculo con las hijas de Karen, pese a que la relación de ustedes se terminó?

Sí, tenemos una relación muy cercana. Con las niñas siempre caímos tan bien; ellas siempre me encantaron. Las encontraba tan inteligentes, tan vivas. Sé que para ellas soy una persona muy significativa en sus vidas. De hecho, la hija mayor de Karen estudia Historia y trabaja cerca mío; es paleógrafa como yo. Nuestras cercanías son muchas.

¿Fuiste un ejemplo para ellas?

Sí, exactamente.

¿Ellas se pudieron sobreponer bien a lo que pasó?

Como todos los niños tienen sus penas, pero diría que sí. Y lo que no han podido superar hasta ahora, lo superarán a lo largo de sus vidas. Igual me imagino que ha sido una marca para ellas.

¿Cómo fue para ti que la relación con Karen Atala terminara, teniendo en cuenta que les tocó dar juntas esta pelea legal por la tuición de las hijas de ellas?

La relación con Karen, en parte, murió por eso. Porque una cosa es ser compañeras de lucha y otra es ser pareja. Y era tan grande la lucha que el tema político se anteponía a la vida en pareja. En un minuto nos dimos cuenta de eso y decidimos amistosamente separarnos. Pero actualmente siento que mi pareja es la persona que siempre esperé. Hicimos el Acuerdo de Unión Civil y toda la felicidad que imaginé podía tener con una persona, la tengo ahora con ella a su lado.

PAPELES DE MUJERES

Tú eres una de las impulsoras de la creación del Archivo Mujeres y Géneros dentro del Archivo Nacional.

Sí, desde el 2011 lo tenemos. Empezamos a hacer varias cosas para poner el tema de la historia de las mujeres en el Archivo Nacional. Este archivo está constituido por papeles públicos fundamentalmente; es decir, papeles de hombres. Empezamos a trabajar en esa línea, con tanta suerte, que justo varias ONG antiguas como La Morada, la Fundación Isis, el Instituto de la Mujer estaban cerrando sus actividades y nos pasaron sus papeles. Además, empezamos a recibir donaciones de personas que tenían documentos relativos a las mujeres. Y en las compras que anualmente hace el archivo, los vendedores empezaron a ofrecernos documentos de mujeres.

¿Qué documentos interesantes de mujeres han llegado?

Hay uno que me encanta, lo trajo una chica que trabaja cerca de acá; era de su mamá, una cuentista. Es una especie de recetario novelado. En él va relatando, con una imaginación increíble, qué tienes que hacer para recibir visitas o qué tienes que llevar de regalo cuando vas a una casa: un queque o un pastel. Es en el fondo un manual de comportamiento femenino de una chica de clase media.

¿De qué tiempo es ese manuscrito?

Ella falleció a fines de los 90, es una mujer de principios de siglo. Entonces lo leo y es escuchar a mi abuela: es impresionante. Por ejemplo, esto de cómo tienes que sentarte cuando llegas de visita a una casa donde tienes poca confianza; no puedes llegar y sentarse echada para atrás. No. Tienes que sentarte en la punta de la silla, derechita, con la cartera en las piernas. Y a medida que te pones a conversar, ya te acomodas pierna arriba.

¿Llega gente con su paquetito de documentos a donarlo al Archivo Nacional?

Mucha gente. Porque si hay un lugar donde puedes garantizar que un documento va a sobrevivir, es aquí. Porque tenemos las condiciones climáticas. Y cuando le regalas algo al Estado de Chile, ahí queda guardado. Y así vamos encontrando en el mismo archivo cosas que han sido dejadas de lado y nunca se han visto. Porque en el Archivo Nacional tenemos casi 50 kilómetros de documentación.

"(Con las hijas de Karen Atala) tenemos una relación muy cercana. Sé que para ellas soy una persona muy significativa en sus vidas. De hecho, la hija mayor de Karen estudia Historia y trabaja cerca mío; es paleógrafa como yo".

¡Cincuenta kilómetros de papeles!

Claro, cincuenta kilómetros de hojitas una al lado de la otra. Entonces en ese mundo puedes encontrar cualquier cosa.

¿Qué maravilla has encontrado?

En un Fondo de Magallanes encontramos un sumario hecho sobre la matanza de los indios selknam a principios del siglo XX; y ahí está toda la información sobre cómo los mataban, que los salían a cazar de una manera muy cruel. Otra cosa que encontré, revisando una documentación del Judicial de Santiago, es un juicio que se le hizo a una señora llamada Atenaís Pereira de Lira, que era la viuda de José Miguel de La Barra, que fue intendente a mediados del siglo XIX. Después de enviudar, esta señora se lanzó a la vida y se puso a pololear con este y con el otro. Quedó embarazada y nadie sabía quién era el padre; y eso era lo más terrible que le podía pasar a una dama.

Si en el archivo están los fallos judiciales, quiere decir que están también los fallos del caso Atala.

No, porque llegan al archivo cuando tienen 30 años de antigüedad; antes están en el archivero judicial.

Pero algún día esos fallos llegarán aquí.

Llegarán y quizás en 200 años más cuando alguien lo encuentre y lo lea, dirá: ¡esta mujer tan fresca!