“Somatizas cuando tienes dolores musculares, te duelen las cervicales, aprietas los dientes al dormir, te salen ezcemas o te pica la piel, tienes colon irritable o descompensaciones en la menstruación”, escribieron en su cuenta de Instagram los especialistas de @mundopsicologos. La publicación que alcanzó los casi 15 mil likes, recibió además cientos de comentarios, mayoritariamente de usuarios que sintieron sorprendidos e identificados con este trastorno. Porque efectivamente se trata de una enfermedad somática y no de invenciones de la persona, como muchos de los usuarios creían.

“No hay que confundir con el trastorno facticio de la personalidad. Si bien en este último la persona se produce deliberadamente síntomas físicos para recibir atención médica o asumir el rol de enfermo, en el trastorno de somatización no hay nada de eso. Al somatizar las emociones, la persona cree tener una enfermedad física –que no se ha provocado de ninguna manera– de la cual los médicos no pueden encontrar el origen en algo orgánico pero los síntomas son completamente reales”, explican.

Según la definición de la RAE, somatizar es transformar problemas psíquicos en síntomas orgánicos de manera involuntaria, y es tan común que este tipo de afectación está incluida en el Manual diagnóstico y estadístico de la clasificación de los trastornos mentales de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría, DSM-5, como trastorno por síntomas somáticos. Se caracteriza por la presencia de síntomas con o sin explicación médica. Además, estos síntomas suelen ser persistentes y acostumbran a manifestarse junto a pensamientos y sentimientos que suponen unas molestias que interfieren en su vida.

La psicoterapeuta española Encarni Muñoz, parte del equipo de Mundo Psicologos, explica en un artículo que “aunque un trastorno somático es una enfermedad muy compleja, la realidad es que la mayoría de las personas experimentan somatizaciones en algún momento de su vida. De esta forma, vomitar por nervios, el dolor de cabeza debido a un exceso de estrés o sentirse físicamente débiles después de un trauma o una mala experiencia, pueden ser algunos ejemplos de psicomatizar nuestras emociones. Pero cuando estos síntomas somáticos son prolongados en el tiempo y causan angustia en la persona que lo padece, es cuando estamos frente a un trastorno de somatización. Las personas que experimentan las enfermedades somáticas se sienten muy frustradas a causa de la somatización ya que muchas personas perciben sus síntomas como imaginarios o falsos”, dice.

Según la psicóloga Loreto Vega, cuando las personas no escuchamos a nuestro cuerpo, éste busca la manera de llamar nuestra atención. “Muchas veces la somatización aparece como una suerte de alerta, como si el cuerpo nos dijera ‘aquí estoy, no te olvides de mí, me estás sobrecargando’”, explica. Y agrega que por eso se cree que el estrés es una de las principales causas de los trastornos de somatización. A lo que la terapeuta española agrega los largos periodos de ansiedad pronunciada o los problemas emocionales persistentes con una pobre gestión emocional. “Es decir, afecta a personas que se han centrado en ser resolutivas, no se han detenido ante las dificultades que han ido apareciendo a nivel emocional y por tanto, no las han trabajado ni elaborado”, dice.

Uno de los casos comunes que llegan a su consulta –cuenta la experta– es la persona que soporta elevados niveles de estrés en el trabajo, no descansa las horas que necesita, incluso cuando está en casa, y cuando acaba por fin ese periodo de estrés y se supone que ya puede disfrutar de sus vacaciones, cae enferma. Otro caso típico es el de una mujer que pasa años cuidando a su marido o un familiar enfermo terminal sin preocuparse de ella misma ni dedicarse un minuto. Cuando la persona fallece, aparecen en ella síntomas físicos de alguna enfermedad.

Loreto Vega revisa estos casos y concuerda con que son ejemplos comunes. “Es que cuando la mente se relaja, el cuerpo reclama su atención. Pero muchas veces los síntomas aparecen en paralelo a los momentos de estrés. Por eso se hace necesario escuchar a nuestro cuerpo, porque cuando somatizamos es porque seguramente nuestros niveles de estrés o ansiedad han llegado a tal punto, que se transforman en riesgo de enfermedad física”. Y ¿cuáles son esos síntomas? Los más frecuentes: síntomas gastrointestinales como diarrea, intolerancias alimentarias, dolores abdominales o úlceras; síntomas sexuales como la pérdida de apetito sexual, impotencia o irregularidad en la menstruación; respiratorios y cardíacos como mareos, dolores de pecho, taquicardias y sensación de ahogo; y síntomas neurológicos como cefaleas, dolores musculares y desvanecimientos.

El hecho de que unas personas, y no otras, experimenten problemas de somatización depende de varios factores: el percibirse o no con recursos o capacidades para afrontar la realidad, el poder expresar su preocupación y emoción son algunos de ellos. Un estudio epidemiológico realizado por la OMS en 14 países, reportó una prevalencia del trastorno de somatización de un 2.8%, con un rango de 0.1% en Nagasaki y Verona, a 17.7% en Santiago de Chile; siendo más frecuente en mujeres (3.3%), que en hombres (1.9%). “Las mujeres gozan de una mayor apertura a la expresión verbal y pública de sus sentimientos dentro de la cultura latina, así como el reconocerse incapacitadas y dependientes por causas médicas, incluso con bases emocionales, como un duelo; por ende somatizar aspectos psicológicos podría ser mucho más viable para el género femenino, no siendo así para los varones. El enfermarse resulta ser un signo de debilidad no acorde con al rol de género masculino; por lo que al hombre no se le permite expresar dolencias tan abiertamente y más aún las de posible origen psicológico; asimismo el ser muy expresivo emocionalmente es un rasgo femenino, con la excepción de la agresividad”, concluye el informe.

Según Vega, el sesgo de género se entiende si se considera, además, que son las mujeres las que mayoritariamente se llevan la carga mental de lo doméstico. “Por eso es importante tomar en cuenta estos síntomas y sobre todo, buscar ayuda. Lo ideal sería la combinación del tratamiento farmacológico con el apoyo psicológico porque es clave que la persona tome conciencia del problema, para posteriormente realizar una terapia psicológica”.