De acuerdo a cifras recopiladas por UNICEF, dos tercios de los niños de entre 1 y 14 años que viven en Latinoamérica y el Caribe reciben algún tipo de disciplina violenta en su hogar, ya sea en forma de violencia psicológica o física, incluyendo castigo físico severo. Si bien hay países donde esta situación se da en una proporción mucho mayor que en otros, todavía hay 26 países de la región que no prohíben completamente el castigo físico a niños y niñas en sus hogares.
Es interesante notar que, a pesar de los altos índices de violencia física sufrida por los niños, con un promedio cercano al 40% a nivel regional y llegando al 80% en algunos países, el porcentaje de madres que considera que la violencia es una forma necesaria de disciplina es más bien bajo, bordeando el 10% en promedio en el continente.
¿Cómo es que 4 de cada 10 niños y niñas son golpeados en sus casas si 9 de cada 10 madres no considera que el castigo físico es una forma necesaria de disciplina? Una posible explicación puede ser que la violencia sea ejercida por otros miembros del hogar, de los cuales la madre también pudiera ser víctima; otra razón puede tener que ver con que haya madres que, aún no considerando la violencia física algo necesario ni positivo, la hayan ejercido alguna vez. En cualquier caso, y sin justificar nunca la violencia hacia niños y niñas, estas potenciales explicaciones dan cuenta de que las madres y las familias necesitan apoyo para la crianza de sus hijos.
Sin duda, lo más urgente al enfrentarse a la violencia dentro del hogar es proteger a quienes son víctimas de la misma, sobre todo si es una violencia sistemática. Sin embargo, también es relevante prevenir el desarrollo de conductas violentas a través del acompañamiento a madres, padres y cuidadores, de manera que puedan comprender la importancia de una crianza libre de maltrato, pero también que cuenten con el apoyo que se necesita en la crianza, de manera tal que puedan pedir ayuda antes de llegar a ejercer violencia contra sus hijos e hijas. Así, podemos proteger y resguardar los derechos de nuestros niños, al tiempo que apoyamos a quienes están a cargo de cuidarlos para que puedan ejercer la crianza de una manera segura y respetuosa.
A nivel de política pública fortalecer y generar nuevos programas locales de acompañamiento psicosocial y socio educativo a las familias para que no estén solas en la crianza y cuidado de sus hijos debe ser una estrategia central para prevenir y detener la violencia hacia los niños y niñas dentro de sus hogares.