Vivimos en una sociedad con aversión a la muerte. Pero esto no siempre fue así. Antiguas culturas en todo el mundo comprendían que la muerte era una etapa completamente natural e inevitable del ciclo vital y la concebían más bien como un tránsito que como un final absoluto. En el antiguo Egipto se entendía que la muerte era una interrupción de la vida y no un término de la existencia del ser. Por eso, proveían a los muertos de toda clase de especies como alimentos, joyas, ropa para que pudiesen transitar de un mundo a otro preparados con todo lo que necesitaban durante ese camino desconocido. Los romanos por su parte creían que existía una vida después de la terrenal llena de honor para quienes pasaban a esa siguiente etapa. Después de la muerte, los difuntos se convertían en dioses que eran honrados por sus familias y de forma colectiva por el estado romano. Pero sin ir más allá de nuestras propias fronteras, según explica en una tesis sobre la cosmología del mundo Mapuche en relación a la muerte elaborada por la socióloga María José Díaz, este pueblo originario también concibe la muerte como un portal de paso para las almas. El destino depende de cómo haya sido la existencia de cada individuo en su vida terrenal.
Los ejemplos de cómo a lo largo de la historia la muerte se ha visto a través de un prisma completamente diferente al que utilizamos hoy son casi infinitos. Pero este miedo moderno a morir, que ha reemplazado la antigua visión de la muerte como un tránsito, es transversal a todas las generaciones. Y es sin duda en la vejez que se vuelve un tema inminente y que golpea a las personas de manera distinta. Sin embargo, nadie prepara a los adultos mayores para enfrentarse a la muerte. Es un tema del que no se habla y que se evita por completo incluso dentro del entorno más cercano con excusas como la tristeza que nos genera el pensar en la eventual partida de padres, hermanos o abuelos.
Pero aunque esa despedida quizá no es necesaria para nosotros, sí lo es para ellos. Según un estudio conducido por investigadores suecos de la Universidad de Lund y publicado por la revista científica Healthcare Basel, poder hablar de la muerte y de lo que ha sido la vida para una persona es una necesidad espiritual fundamental. “Poder expresar pensamientos y sentimientos sobre la muerte y el acto de morir es esencial para la calidad de vida siempre que la persona quiera voluntariamente hablar de estos temas”, explica el documento. Sin embargo, la investigación que tiene como foco las conversaciones con personas mayores sobre la muerte y el morir, da cuenta precisamente de todas las dificultades que reviste el tema especialmente para los profesionales de la salud involucrados quienes sienten una fuerte carga emocional y no saben cómo enfrentar el sufrimiento de una persona mayor ad portas de morir. La investigación mostró que barreras como el estrés emocional que generan este tipo de conversaciones son el principal impedimento para hablar de muerte con un adulto mayor.
Vicente García Huidobro es psicólogo, Doctor en Filosofía y ha enfocado su práctica clínica en pacientes con dificultad vital como pérdida de sentido, angustia y tristeza. Explica que la vejez es una etapa de la vida en la que las personas requieren de un acompañamiento psicológico integral que les permita no solo prepararse para enfrentar la muerte, sino también para hacer frente a otros procesos asociados al envejecimiento. “La vejez es una etapa en la que la persona se ve enfrentada a desafíos muy importantes como la enfermedad, la proximidad de la muerte y, por otro lado, en muchos casos a la dificultad económica”, explica el terapeuta. Agrega que esos factores que ya son grandes estresores a nivel psicológico están acompañados de otro gran tema que pocas veces se considera: la culminación de toda una vida y una trayectoria. “La conformidad con la vida que se ha llevado, la sensación que tiene la persona con respecto a lo que deja, su legado a nivel familiar, laboral o de cualquier tipo”, explica. Todos estos son temas para los cuales pocos adultos mayores cuentan con espacios de reflexión, pero que, sin lugar a dudas son relevantes para cualquier persona. El psicólogo explica que tener la oportunidad de hacer un balance con respecto a lo que ha sido la vida y la conformidad con las cosas que no resultaron y las que sí es clave para la salud mental de las personas mayores pero es algo para lo que pocas veces nos damos el tiempo.
Cuando llegamos a la recta final de la vida, en temas de salud mental estamos en deuda. “Es muy común que personas se vayan debilitando muchísimo producto de la depresión en los últimos años de vida y que el único apoyo sea farmacológico con médicos y psiquiatras, pero no hay un acompañamiento psicológico. Ni tampoco de manera familiar”, comenta Vicente García Huidobro. Y es que el foco del cuidado de la salud de los adultos mayores está en lo físico pero no en lo mental ni en lo emocional según explica el especialista. “Es importante poder atreverse a hablar más directamente de la muerte y del final de la vida y que no sea solamente desde una arista práctica”. El psicólogo explica que incluso dentro de la familia no hay tapujos en abordar temas administrativos vinculados al final de la vida como quién se hará cargo de qué tareas cuando llegue el momento de la muerte pero no así de los sentimientos ni las aprensiones de la persona que enfrenta este tránsito final. “Muchas veces lo que se hace es hablar de la parte más administrativa y funcional de lo que va a suceder, cómo se van a repartir las cosas”, comenta Vicente. “Pero falta hablar desde el punto de vista humano, personal, existencial. De lo que significa la muerte para la persona, de la conformidad que tiene respecto de la vida realizada y de los miedos que tiene frente a la muerte y ahí es esencial poder hacerlo de una manera abierta y comprensiva entendiendo que cada uno se aferra a las creencias y convicciones que tiene respecto al tema pero que eso no es un impedimento para conversar de forma directa”, aclara. Porque por más difícil, incómodo o incluso doloroso que pueda parecer la perspectiva de ver partir a un ser querido, a veces no se trata de nuestros sentimientos ni de una potencial despedida. Se trata de la necesidad de esa persona mayor de hablar del cierre de toda una vida y de prepararse para lo que viene. De transitar a lo que es incierto pero que todos tendremos que enfrentar en algún momento.