Retomo estas columnas que durante el año pasado fueron una especie de diario de vida para mí; un registro de los hitos de mi tiempo más personal y de algunos de los momentos más álgidos que viví. No escribí por el verano y porque he estado internada avanzando mi nuevo libro. Pienso que el Día de la Internacional de la Mujer es una buena fecha para volver a estar aquí. También para celebrar, marchar y visibilizar la causa; he visto muchos banners y fotos en redes sociales con imágenes de mujeres poderosas que históricamente, han contribuido con cambios relevantes en nuestra representatividad. Sin embargo, más allá de las redes y los eslogan que leo por aquí y por allá, hay algo que está raro en el ambiente.

Ser feminista está de moda, pero hoy, exactamente: ¿qué es ser feminista? Probablemente la conquista de una libertad a la que la mujeres aspiramos al cambiar ciertos paradigmas y creencias, aún radicados en la sociedad actual. Nos creemos feministas, pero más allá de esa construcción ideal de la mujer emancipada que vemos en carteles, el machismo está en el lenguaje, en las imágenes que percibimos todos los días, en las distintas fórmulas para disciplinar, no sólo el cuerpo, sino la mente femenina. Recuerdo corregir a mi padre varias veces cuando para hablar del ser humano, o del concepto de persona, hablaba del "el hombre" como genérico. Él se molestaba cada vez, acusándome de exagerada y de histérica, porque obvio, las mujeres que hacemos este tipo de correcciones somos "histéricas" "caga onda" "cuáticas". Recuerdo haber escuchado a varias amigas decir que sus maridos o novios les ayudan en la casa, como si eso los hiciera mejores porque en el fondo, las tareas domésticas les pertenecen a ellas. La noticia del Festival de Viña fue que una humorista —solo por ser mujer— habló con demasiados garabatos, a la vez que en un matinal se dedicó una mañana completa a hablar de que —tema país— la reina del festival no se pudo tirar el obligado piscinazo que los periodistas estaban esperando. Se cuestiona una y otra vez el lugar de la mujer, al mismo tiempo que se celebra por todos lados un feminismo de multitienda. Pues ¡sorpresa! somos un país profundamente machista del que hay que rehabilitarnos.

Hace unos días estábamos hablando con un grupo de amigas y yo hice un comentario sobre otra mujer que estaba gorda, dije algo así como: 'le haría un fashion emergency y que baje de peso'. Y la Cata, una de mis amigas se enojó conmigo y me contestó de inmediato que por qué tenía que hablar así sobre el cuerpo de esa mina. Sí, no es sólo el lenguaje; la forma en la que hablamos sobre nosotras mismas debe mutar hacia esa anhelada igualdad, también la mirada, estar atentas a cómo pensamos sobre nuestro género y cómo construimos una nueva identidad que vaya erradicando esa educación misógina a la que hemos estado expuestos. Mi amiga, esa tarde me puso en mi lugar y me sentí mal porque en el fondo, soy una machista en rehabilitación. Eso que odio, hago.

Este 8 de marzo —ese 8 como símbolo de infinitud al revés— tiene que ver con lograr un mundo 50 a 50. Tanto en oportunidades laborales, igualdad de sueldos, leyes que nos favorezcan, así como en el trato público y privado que existe hacia las mujeres para superar toda clase de machismo y violencia de género, ya sea evidente o subterráneo (este último me parece el más peligroso). En tiempos de referentes polares como Melania Trump y las Kardashian versus Beyoncé y su ejército de mujeres bailando en el Super Bowl y hablando de feminismo, hay que estar atentos. Sé que hoy ser mujer es tener voz. Y de hecho, me enorgullece que al menos en Chile, la causa se haya hecho tan visible; veo cómo aparecen más y más autoras que hablan de lo femenino sin tapujos, poniendo sobre la palestra lo que antes se tildaba como "temas de mujeres" y que quedaba relegado a un cajón oscuro en las librerías. Aplaudo que las nuevas heroínas del cine y de las series como The Arrival, la nueva saga de Star Wars y Jessica Jones sean mujeres. Imagino lo que será para las nuevas generaciones de niñas crecer viendo en la pantalla a estos nuevos referentes poderosos y femeninos que, espero, establezcan un paradigma real para el futuro, ya que el machismo es algo que se aprende, por ende, es sumamente evitable. Desaprenderlo es más complejo, y ese es finalmente el tema.