Estafas piramidales que se disfrazan de sororidad
Con un nombre, una breve descripción o derechamente el aviso de “spam” a veces acompañado incluso con la advertencia “Estafa de Whatsapp”, aplicaciones telefónicas como Truecaller o Hiya indican a los usuarios quiénes son realmente los que están al otro lado de las decenas de llamadas telefónicas de números desconocidos que recibimos día a día.
En Chile, la PDI informó que solo en el primer semestre de 2022, se registraron cerca de 1.650 denuncias por estafas telefónicas en el país. Con ello, el uso cada vez más intensivo de aplicaciones de identificación de números desconocidos se ha vuelto una de las formas en las que los usuarios se apropian de la tecnología para generar comunidad. Este tipo de aplicaciones funciona sobre la base de las denuncias o notificaciones que han hecho otros usuarios de cada número. Registrando los que han sido utilizados anteriormente para cometer estafas y generando una base de datos muy amplia que permite a otros mejorar su seguridad. Pero no todas las comunidades que nacen en el espacio digital tienen objetivos positivos. De hecho, desde hace varios años se ha popularizado una forma de estafa que tiene como pilar central la confianza que genera en las víctimas el pertenecer a una comunidad o red solidaria.
Conocidos como Círculos de Dinero, Flor de la Abundancia y más recientemente como Mandala de Abundancia, estas estructuras que tienen base en la idea de la antigua estafa piramidal, han tenido una especie de renacimiento. A pesar de los cambios de nombre, son una réplica del mismo concepto que promete a las víctimas multiplicar por 8 a 10 veces el aporte original, cuando logren avanzar hasta el centro del tejido, mandala o flor. Para eso, solamente necesitan incorporar a un número determinado de nuevos integrantes para que éstos también hagan su aporte y se vaya conformando el entramado.
Muchas personas —especialmente quienes viven situaciones complejas que generan una necesidad de dinero rápido— caen en la trampa de confiar en este concepto. Y es que, con el rebranding o nueva estrategia de marketing que han tenido en el último tiempo este tipo de estafas, la idea es apelar a la sororidad para generar confianza entre mujeres. Así, los estafadores buscan llegar a través de redes internas de amistades hasta nuevas mujeres que se convierten finalmente en víctimas de la estafa porque solo los creadores de la red y, a veces los primeros grupos de mujeres participantes, recuperan su aporte y obtienen beneficios. Una vez que quienes están en el origen del mecanismo, reciben una suma importante de dinero, se retiran y comienza a desmoronarse la estructura. “Luego de un tiempo de haberse recaudado suficiente dinero, el esquema se desarma por la desaparición de los primeros que ingresan”, explicó el jefe de la Brigada Investigadora de Delitos Económicos de la PDI en una entrevista para Meganoticias el año pasado.
La popularidad de estos esquemas aumentó durante la pandemia y era frecuente ver invitaciones en foros y grupos de redes sociales para participar o incluso recibir invitaciones vía Whatsapp o Telegram. Sin embargo, en un giro todavía más sofisticado: los mandalas de la abundancia también han comenzado a expandirse a través de grupos de amigas y mujeres que se conocen previamente. Y, con base en esa relación termina confiando en una estafa.
Así le ocurrió a Francisca de 33 años (cuyo nombre ha sido cambiado). Decidió participar en un Mandala de la Abundancia cuando una amiga cercana le comentó que era parte de uno en el que incluso participaba también su mamá. “Me llamó por teléfono para contarme y después incluso participé en una reunión por Zoom en la que explicaban todo con este dibujo”, recuerda Francisca. El diagrama que vio en esa oportunidad -y el que se usa comúnmente para explicar el funcionamiento fraudulento de estas redes- es similar a una flor o a un mandala. En esta gráfica pareciera ser que basta con cumplir con el objetivo de incorporar a dos amigas más a la red y esperar pacientes para que poco a poco se vayan moviendo las capas y sea el turno de cada una de llegar al centro del entramado y recibir entonces el dinero multiplicado. “Yo no alcancé a llevar a nadie nuevo porque sospeché que había algo raro y no quise exponer a nadie más”, explica Francisca. En su caso, el aporte fue de 500 mil pesos y la promesa era que recibiría 4 millones sin tener que hacer nada más que convencer a dos nuevas amigas de participar. Francisca cuenta que cuando se decidió a participar tenía el antecedente de una amiga que le había comentado que ella sí había recibido dinero en una red como esta. Además, había escuchado historias de otros amigos de amigos que también habían tenido éxito. Pero ningún testimonio de primera fuente. “Yo confié porque me lo propuso mi amiga. Si no, no lo hubiese hecho”, aclara.
Y es precisamente de la confianza y vínculo entre mujeres cercanas que se aprovechan este tipo de redes para estafar. Se apoyan también en el mito que se genera de las supuestas historias de éxito de otras mujeres pero que no es posible corroborar. Y de otro elemento clave: el silencio de las víctimas. Ya sea porque se trata de una mujer cercana o por vergüenza, la mayoría de las víctimas como Francisca comienzan a sospechar que algo no anda bien pero prefieren no confrontar a las personas que las instaron a participar y prefieren asumir la pérdida sin siquiera comentar con nadie el tema. Así, las pocas historias de supuesto éxito de estos grupos se viraliza mientras que los numerosos testimonios de engaño y pérdida quedan ocultos permitiendo que se sigan convenciendo a nuevas víctimas.
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