Esto es amor

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Encontraron a su pareja en los lugares más inesperados: en el cruce de un semáforo, arriba de un cerro mientras Chile terremoteaba o viendo, desde Europa y en directo, el rescate de los 33 mineros. Estas son 10 historias de personas que han cruzado océanos, esperado décadas o cambiado radicalmente sus vidas para estar con esa mujer o ese hombre que los enloquece de amor.




Paula 1166. Sábado 31 de enero de 2015.

FLECHAZO CON EL MINERO 16

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El sábado 13 de octubre de 2010, cuando rescataron a los 33 mineros que estuvieron 70 días atrapados en la mina San José, la alemana Melanie Mayer (36) veía atenta el rescate por televisión desde Weingarten, en Alemania. Cuando salió a la superficie el minero número 16, Daniel Herrera (31), la cámara enfocó su cara y a Melanie se le apretó el pecho. "Su carisma me conmovió, su sonrisa y la forma en que corrió a abrazar a su madre tocaron algo muy profundo en mí. No pude sacármelo más de la cabeza", cuenta. Fue un flechazo vía satélite. Melanie –quien habla cinco idiomas, entre ellos español– decidió enviarle una solicitud de amistad por facebook. "Quiero conocerte", le escribió ella, pero él no contestó altiro y ella tuvo que insistir. Comenzaron a chatear todos los días y a hablar por skype y viber. El 12 de agosto de 2012, Melanie aterrizó en Santiago para conocer en persona al hombre del que se enamoró por televisión. "Me gustó mucho. El único problema fue que no le entendía ni una palabra porque hablaba muy rápido", recuerda. Daniel agrega: "Yo estaba nervioso. Caminé hacia ella, la abracé fuerte y le di un beso". Hoy están casados y Melanie se trasladó a Chile con todo, incluido su hijo de 10 años. "Lo que me pasó con Daniel es único y estoy feliz de haberme atrevido a vivirlo", dice la alemana. Daniel continúa: "Admiro a esta mujer por haber dejado su país, su trabajo, su familia, todo por mí", dice.

AMOR CIEGO

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El comunicador audiovisual David Parada (41) se enamoró de Catherine Muñoz (40), que es ciega, cuando hacía un documental sobre la ceguera para la universidad, trabajo en que ella fue la protagonista. Antes de conocerla personalmente, y como parte de su investigación, habló dos meses con Catherine por teléfono, todos los días. Al comienzo la conversación giraba en torno a su discapacidad, pero poco a poco las llamadas se fueron haciendo más largas y los temas más profundos. "Me fascinaba su voz sensual, su manera de ver la vida y de enfrentar su ceguera. Me atraía fuertemente su claridad mental y su determinación. Fui creándome una imagen de ella en mi cabeza", recuerda David. Ella no confiaba mucho en los hombres, pero cuando hablaba con David, se sentía segura. "Fue su interés permanente el que me fue cautivando", dice ella. A los dos meses decidieron juntarse en la Plaza de Armas. Y pasó lo mismo que por teléfono: hablaron sin parar durante tres horas, fascinados por el diálogo con el otro. Ese mismo día se pusieron a pololear. Hoy llevan diez años viviendo juntos. "Cathy es independiente, se mueve con su bastón por la ciudad y su discapacidad nunca ha sido tema. Es solo una diferencia que pasa a segundo plano cuando uno se enamora del alma de la persona", dice David. Ella agrega: "No es necesario ver para vivir la vida bien y ser feliz. En cambio, tengo dudas si se puede ser feliz sin un amor y un compañero, como David, que te lleve de la mano y te acompañe en el camino".

POR ÉL, MADRE A LOS 46

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"Cuando eres una mujer de 45 años que nunca se casó, el sueño de formar una familia lo eliminas de tu mente. No vas a venir a encontrar al amor de tu vida a estas alturas. Simplemente ya no fue". Así pensaba Pamela Seguel (46), ejecutiva de ventas de revista Paula, hasta que conoció al ingeniero civil industrial Roberto Araya (35), 11 años menor. Fue él quien se fijó en ella, en abril de 2013, cuando la vio en un cumpleaños. "No le podía sacar los ojos de encima", recuerda él. Después de esa noche, Roberto averiguó sobre ella. Cuando supo que era soltera decidió invitarla a salir. "Acepté como amigos, porque lo encontraba muy chico", precisa Pamela. Pero en esas salidas, ella se fue encantando con él. "Logró enamorarme. De todas formas le advertí que conmigo no iba a poder tener hijos, que mejor se buscara a una mujer más joven. Él me respondió que con tal de estar juntos podía aceptar el hecho de no ser padre. Pero, me dijo, que quería convencerme de que sí podíamos".

Aunque a Pamela le pareció una locura, aceptó acompañarlo a la consulta de un especialista en infertilidad. Fue él quien le planteó al doctor que querían ser padres. "Tenía tanta fe en que podíamos lograrlo, que yo empecé a creerlo. La energía de Roberto y su juventud me hicieron atreverme", dice ella. El 26 de agosto hicieron una fertilización in vitro. "Hoy pienso cómo el amor transforma y puede dar vuelta tu vida entera", dice Pamela, que tiene cinco meses y medio de embarazo. Roberto agrega: "Cuando el amor llega, no importan las diferencias de edad ni lo que diga la gente. Si se ama de verdad, al final todo se da a tu favor".

TEMBLANDO DE AMOR

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La noche del terremoto del 27 de febrero de 2010, cuando la tierra comenzó a sacurdirse, la chilena María de los Ángeles Alarcón (30) y el surfista inglés Dean Clements (33) salieron como pudieron de la Disco Club 127 de Pichilemu y corrieron, con el resto de la gente, hacia el cerro. Una hora antes, Dean se había fijado en ella, la había sacado a bailar y le había contado que estaba de visita en Chile para correr olas. "Cuando llegamos a la cima, todo el mundo estaba muy nervioso. Nosotros también. Entonces nos miramos e, instintivamente, nos dimos un beso. Nuestro primer beso. Después, cuando todos bajamos, lo perdí de vista", recuerda María de los Ángeles. Días después, Dean volvió a su país lamentando no haberle pedido el mail o teléfono a esa chilena que conoció en el terremoto.

En el verano de 2012, Dean volvió a surfear a Pichilemu. Y, casualmente, a través de unos amigos, supo de María de los Ángeles. Con ellos consiguió su teléfono. Comenzó a mandarle mensajes por whatsapp. Al principio, ella no le contestó. Pero ante la insistencia de él, lo aceptó como amigo justo cuando Dean tomaba el avión de regreso a Inglaterra. Así iniciaron una amistad vía celular que se afianzó durante un año. "En esas conversaciones nos fuimos conociendo y descubriendo que teníamos mucho en común", dice Dean.

A fines de 2013, Dean vino a Chile y se juntaron. "Lo había visto solamente la noche del terremoto, entonces estaba muy nerviosa", dice María de los Ángeles. Pero todo fluyó. "Al estar con él me convencí que era el hombre para mí". Comenzaron a pololear y un año después se casaron, se radicaron en Santiago y armaron una empresa de accesorios de surf llamada Euro Surf Chile. "Recordar el terremoto es duro, pero para nosotros terminó siendo una fecha especial. Porque esa noche, con el país temblando, conocimos al amor de nuestras vidas", dicen.

CARTAS PARA ENAMORARSE

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Este fue un amor que nació por carta, mientras él daba la vuelta al mundo. Con 21 años, el productor iraní Abdullah Ommidvar (83) emprendió un viaje en moto con su hermano por cien países, registrando con una cámara las cosas más diversas y curiosas que veían y capturando tesoros para el museo que pensaban armar a su regreso en Teherán. En 1959, cuando pasó por Chile, conoció a Luisa Rosas (73), en una charla que él dio sobre su viaje en el Santiago College, donde ella estudiaba. Luisa quedó impresionada con sus historias y sus ojos verdes y, tímida, se acercó a preguntarle por los esquimales, con los que él había vivido tres meses en Alaska. Él le contó. Tiempo después, ella le escribió una carta en agradecimiento que envió a la Embajada de Irán en Buenos Aires, donde continuaba el viaje de Abdullah. Él quedó encantado con su letra tan cuidada. Y le respondió. Y así se inició la correspondencia que se extendió por casi cinco años mientras Abdullah seguía viajando. "En cada embajada había una carta de Luisa esperando. En una me envió una foto con su birrete de graduación; la guardé en el bolsillo de mi camisa y nunca más la saqué de ahí. A través de esas cartas nos enamoramos", cuenta él. Cuando regresó a Irán, con 31 años, él le escribió la última carta a Luisa preguntándole si quería ser su esposa. Se casaron en 1963, en Chile, porque a Luisa su madre no le dio permiso para hacerlo en Irán. Hoy llevan 51 años de matrimonio. "Yo estaba casado con mis aventuras y mis viajes pero el destino, cuando menos lo esperas, te sorprende. Luisa apareció en mi camino y, con su amor, cambió mi plan de vida", dice Abdullah.

AMOR DE REALITY

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Aunque un reality no parece ser el lugar para encontrar el amor, la publicista Carolina Neuburg (36) y el ejecutivo bancario Eduardo Gautier (35) pueden dar fe de que la televisión los unió. Ocurrió en 2004, cuando ambos participaban en el reality de citas Triángulo, de Canal 13, programa al que accedieron participar para ganar dinero extra. Bastó que grabaran el primer capítulo para que Eduardo quedara flechado. "La encontré preciosa", dice.

Durante el programa tuvieron tres citas. En la primera casi no hablaron debido a los nervios de él. En la segunda fueron a un karaoke y ella cantó Héroe, de Céline Dion. Ese día Eduardo, asegura, se enamoró. "Ahí decidí que me la tenía que jugar y empecé a dejarle regalos todos los días al desayuno", cuenta. Esto generó desconfianza en Carolina quien creyó que era una estrategia para continuar en competencia. Como cada día que pasaba aumentaba la posibilidad de ser eliminado, Eduardo rogó a la producción que organizara una nueva cita entre ellos, la que ocurrió en un campo. Fue ahí que ella se interesó en él. "Nos reímos mucho. Me gustó porque era muy caballero y sentí que se la estaba jugando en serio", relata. Después de esa salida abandonaron juntos el programa. A los seis meses estaban pololeando y, tras 1 año y 3 meses de relación, se casaron. Hoy llevan 9 años de matrimonio y tienen dos niños. "Era imposible encontrar el amor en esas circunstancias, pero creo que Dios juntó nuestros caminos", cuenta Eduardo. Y Carolina agrega: "No volveríamos a la tele a exponer nuestra relación. En los realities actuales las parejas se faltan mucho el respeto".

SE CRUZÓ EN MI CAMINO

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Fue la noche del 1 de junio de 2011, a las 1:30 a.m., en el semáforo que intersecta las calles San Francisco con París, que Matías Dikenstein (32) vio por primera vez a Bianca Eicher (31), hoy su mujer. Ella le hizo señas para que la dejara pasar en su auto. Él le dio la pasada y ella, en agradecimiento, le tiró un beso. "Me encantó y decidí seguirla. Pensé: 'esta mujer no se me escapa'", recuerda Matías. Y eso hizo. Partió detrás de ella hasta el bar Las Urracas donde bailaron y conversaron. Bianca le contó que en tres semanas más partía a Londres por un semestre. Él volvió a su casa preguntándose cómo podría enamorarla.

Durante las tres semanas siguientes la invitó a comer, le regaló flores y la llevó a la playa. También le prometió esperarla. Y, en los seis meses que ella estuvo en Londres, le escribió un mail cada día. Bianca volvió a Chile en enero de 2012 y él la recibió con un ramo de flores. "Nos miramos, nos abrazamos y nos dimos un beso eterno", cuenta Bianca. Poco después, él le confesó que no quería separarse nunca más de ella y se pusieron a pololear. Luego de dos años de pololeo, el 14 de noviembre de 2014 se casaron y él recordó aquel día en que la vio por primera vez: "El que la sigue la consigue. Yo la seguí por todo Santiago esa noche y cuando se fue a Londres la molesté todos los días para que no se olvidara de mí. No podía dejarla ir sin dar la pelea". Bianca agrega: "Eso fue lo que me enamoró de él: sus palabras y su persistencia".

68 AÑOS JUNTOS

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Raúl Strappa (87) y María Inés Varas (85) se conocieron en 1938 cuando él tenía 12 y ella 9 años. Empezaron a pololear cuando ella cumplió 15 y su papá le dio permiso. Después de cuatro años de pololeo, cuando ella ya tenía 20, se casaron en la parroquia del Colegio Divina Pastora. Hoy llevan 68 años juntos, tienen tres hijos, siete nietos y seis bisnietos. Y se conocen tanto que cuando uno comienza una frase, el otro la termina.

"Nunca nos hemos dejado de lado. Cuando nacieron nuestros niños, siempre fuimos la prioridad del otro. Nos íbamos los fines de semana a Viña y salíamos todos los viernes con nuestro grupo de amigos", cuenta María Inés.

Ambos, aseguran, tienen un carácter fuerte y muchas veces pelean, pero nunca se han dormido enojados. "Lo más importante es la tolerancia. Saber por qué pelear y por qué no", dice María Inés. También se preocupan de mimarse y pasarlo bien. "Jugamos canasta todas las tardes juntos y nos seguimos diciendo 'mi amor', porque a estas alturas, cada día necesitamos más el uno del otro", dice María Inés. "Estamos contentos de haber sorteado todas las dificultades y haber envejecido, cuidándonos y queriéndonos. Pasar una vida juntos es lindo", resume.

CASÁNDOSE POR EL MUNDO

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Ella entra caminando por la derecha con su vestido de novia, él por la izquierda. Se encuentran, se prometen amor eterno, él la inclina hacia atrás y se besan. Francisco Krefft (29) y Catalina Araya (27) se han casado simbólicamente con este ritual 8 veces en distintas partes del mundo: Indonesia, Malasia, Camboya, China, India, Holanda, Francia y Suiza.

La idea de hacer esto surgió en 2013 cuando, después de 9 años de pololeo, decidieron casarse. Comenzaron con los preparativos planeando una fiesta de 250 invitados en Santiago. Pero mientras definían el lugar y el menú de la cena, se dieron cuenta de que los preparativos los estaban estresando demasiado. "¿Y si dejamos todo y nos vamos a viajar por el mundo?", le propuso ella. Y él se entusiasmó.

Cancelaron la reserva de la casona en Buin , vendieron sus autos, renunciaron a sus trabajos, arrendaron el departamento, compraron los pasajes a Indonesia y partieron llevando en la maleta el vestido de novia. "Fue la mejor decisión que pudimos haber tomado. Un viaje así tiene mucho más sentido que una noche producida de matrimonio. Y cada vez que un lugar nos encantaba, hacíamos el matrimonio simbólico, celebrando nuestro amor", dice Francisco. Volvieron el 17 de enero y ahora quieren casarse en Chile, por el civil, a fin de año en un asado con sus más cercanos.

REENCONTRARSE 30 AÑOS DESPUÉS

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Bob Taborga (61) y Marina Aravena (55) se conocieron en los años 70 cuando él tenía 21 y ella 16; él era amigo de su hermano, ya estaba casado, pero tenía mucha sintonía con Marina. "Me veía como la niñita de la casa y me consentía, pero como amigos. Lo llamaba para que me fuera a dejar al instituto y él siempre accedía", recuerda ella. Pero tuvieron que pasar 30 años y que la vida diera muchas vueltas para que volvieran a encontrarse. Bob se fue a vivir con su familia a Estados Unidos. Marina se casó, tuvo hijos, se separó. En 2012, él vino a pasar las Fiestas Patrias a Chile y se reencontró con sus viejos amigos, entre ellos Marina. Fue entonces que esa antigua afinidad reapareció. "Quizás siempre te quise, me dijo aquella vez", recuerda Marina. A los tres meses él se separó y comenzaron a pololear formalmente."Fue fuerte, al principio, aceptar que nuestra amistad había cambiado, que había nuevos y profundos sentimientos. Pero así es el amor. Él me entregó su corazón", asegura ella. Tienen planeado casarse en Las Vegas y les gustaría que los case Elvis, como en la foto. "Muchos no entienden por qué nos casamos, pero para mí es importante formalizar la relación. Esto no es una aventura. Es amor", explica Bob.

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