En 2020, plena pandemia, Eyleen Olate (22) tuvo que dejar la casa donde su padre por una urgencia familiar. Así llegó a vivir con su abuela a Maipú, muy cerca de donde una de sus primas que hace meses estaba postulando a una compañía de bomberos de la misma comuna. Así fue como decidió postular: “Estaba en un hoyo muy profundo. Ser bombera fue como una oportunidad de despejar mi mente, de salir de lo que estaba pasando. Pensé en que, si yo lo estaba pasando mal, entonces lo que podía hacer era ayudar a la gente”, dice Eyleen, quien lleva aproximadamente dos años y medio como bombera y quien actualmente es voluntaria de la Novena Compañía de Maipú.

“Es chocante que cuando ves a los bomberos en la tele no les prestas atención, pero cuando tienes un conocido que lo es, empiezas a tomarle peso a la situación”, asegura Eyleen a propósito de la reacción de su abuela cuando le contó su decisión. “Estaba preocupada. Pero con el tiempo, cuando estaba postulando, me vio tan feliz que fue lo único que le importó. Pasé de no querer salir de la casa, de estar acostada y llorando todo el día, a un estado de felicidad. Mi abuela vio que me hacía bien. Vio que era feliz y así ella era feliz también”, recuerda Eyleen, quien actualmente es estudiante de quinto año de Ingeniería Civil Química en la Universidad de Chile.

Cuando era niña, el mayor acercamiento e interés que Eyleen tuvo por bomberos era en la época de Navidad, cuando los carros de las compañías pasaban por las calles repartiendo dulces a los niños. Sin embargo, la primera vez que entró a un cuartel fue cuando iba en primero medio: “En el colegio nos tocó leer Fahrenheit 451, un libro sobre una historia de bomberos. Para la evaluación teníamos que hacer un video respecto al libro y con mis compañeros tuvimos que ir a la compañía más cercana a explicarles el proyecto y preguntarles si podíamos gabar nuestro video ahí. Nos dijeron que sí, pero que antes debían pedir autorización, entonces después fuimos a la compañía a ver los equipos y a conocer los carros. Fue la primera vez que tomé un traje y dije ‘Oh, qué pesado’. Yo creo que esto llegó de una manera muy fortuita a mi vida. Si vuelvo a la Eyleen chiquitita y le digo que cuando grande va a ser bombera, no me creería”, recuerda.

Temor al fuego

“Siendo bombera le tengo pánico al fuego”, dice Eyleen en un video que publicó en TikTok. Sabía que ese video suscitaría muchas dudas, pero decidió compartir su testimonio para derribar mitos en torno a la labor de bomberos. “Le tengo miedo al fuego en estructura, porque los pastizales, el espacio amplio, no me dan miedo. Cuando la estructura está prendida cruje y se escucha cómo el material cede. Que se te caiga algo encima, que las paredes encierren el humo y te dejen sin ver, da mucho pánico. Al principio, y cuando es necesario, haces la pega igual, pero después vas conociendo para lo que eres mejor. No es que no pueda hacerlo, es que prefiero no hacerlo. Si estoy sola, lo haré igual, pero si tengo la oportunidad, me quedo afuera y trabajo en todo lo demás. Ahí también es clave el compañerismo, porque se arman grupos de trabajo en los que ni siquiera tenemos que decirnos qué hacer. Cada uno va directo a lo que le corresponde y siempre hace”, explica.

Con su entrenamiento y experiencia, Eyleen ha aprendido lo valioso que es reconocer las fortalezas y debilidades, sobre todo en el ejercicio de esta labor. Muchos de los comentarios en su video tenían que ver con la incredulidad: cómo alguien que le teme al fuego puede ser bombera. Pero también recibió palabras de admiración por su valentía y de agradecimiento por informar más sobre el área. “Quienes conocen y saben del tema me dicen que es muy bonito que pueda aceptarlo, porque así no me pongo en riesgo a mí, a mis compañeros ni a la comunidad. Si bien la adrenalina te da una fuerza y un aguante increíble, aun así se pueden cometer errores y los errores pueden costar vidas”, enfatiza.

En el imaginario de la mayoría de las personas, los bomberos solo acuden ante emergencias de incendios. Pero su labor es mucho más amplia y están para responder ante diversos llamados de urgencia. Eso es algo en lo que las compañías se esmeran por cambiar y así informar a la población que sus funciones son variadas, para que más personas puedan llamarlos en caso de emergencias. “Mucha gente no sabe lo que hacemos. Los bomberos tienen muchísimas ramas, pero nos inculcan desde chicos que lo único que hacen es apagar incendios. Es un prejuicio, una idea errónea. La gente que normalmente llama a bomberos es gente que sabe que podemos responder, pero la mayoría no sabe que nos puede llamar para todo tipo de emergencias. En la compañía todos los fines de semana hacemos domingos de preguntas por Instagram, donde nos preocupamos de enseñar para qué sirven distintas herramientas, por ejemplo”, asegura Eyleen.

Momentos clave

Naturalmente, ser voluntaria de bomberos ha hecho que Eyleen preste más atención a todas las posibles alertas de peligro que se pueden presentar en el día a día y, por lo tanto, ha creado más conciencia al respecto y también ha invitado a sus cercanos a lo mismo: “Es importante para todos estar atentos, incluso en cosas súper simples como un termómetro de mercurio que se rome. Mucha gente lo recoge con un paño, pero lo correcto sería llamar a bomberos porque es peligroso. O una estufa que tiene una fuga mínima; un enchufe suelto; el mismo tema de apagar las luces cuando no estamos… Cuando vamos manejando también estamos más atentos por si pasa algo en el trayecto. Ya no tenemos dos ojos, sino tres o cuatro. Estamos pendientes de cuidar de nosotros, de los demás y también de enseñar”.

¿Has vivido situaciones en las que has sentido una sensación gratificante por servir a la comunidad como bombera?

Recuerdo cuando estaba en la otra compañía que se cayó una niña, de unos 12 años, que tenía varias operaciones en la columna, por lo que ese llamado era muy delicado. Ese día no había ambulancias de disponibilidad pronta, ni privadas ni del SAMU, así que la trasladamos en una tabla inmovilizada en el auto de sus padres. Me tocó ir a mí con ella, que iba súper asustada. Nos fuimos conversando, asegurándome de que sintiera los pies. Los papás tuvieron que ir a hacer unos trámites y me pidieron que me quedara con ella. Me decía que por favor no la dejara sola, me tomaba la mano y lloraba. Yo no fui a la compañía en dos días, y al tercero mis compañeros me dijeron que la niña y su padre habían ido a darnos las gracias y que me había llevado unos chocolates. Momentos así llegan mucho y nos hacen pensar que estamos haciendo la pega bien. La gente siempre viene a darnos las gracias

También les toca sortear muchas situaciones difíciles.

Mi primer muerto fue en un choque de un motorista. Cuando se me bajó la adrenalina, lloré todo el día. Todavía lo cuento y me afecta, porque a nadie le gustaría ver eso, menos en los incendios que muchas veces no tenemos la oportunidad de salvar gente. A lo largo de mi vida bomberil han pasado muchas situaciones que me han marcado. Te pueden pasar cosas buenas y malas, pero ambas te hacen parar un poco y pensar. Siempre que llegamos al cuartel conversamos las cosas. No nos podemos quedar con una sensación de lo que pudimos haber hecho mejor o sin hablar de lo que nos equivocamos. Primero nos aseguramos de que ninguno tenga lesiones y, antes de sacarnos los equipos, nos ponemos a conversar. Nos preguntamos qué hicimos bien y también qué hicimos mal, y ese momento de hablar con tu equipo se los deseo a todos los bomberos.