Fe y reproducción asistida: ¿Son compatibles?
Hay quienes se ven enfrentados a la decisión de realizarse una fertilización in vitro debido a que en su fe – o la manera en que la viven – no hay espacio para esos tratamientos. Marcela es una de ellas, y aquí nos cuenta su historia.
“Me crié en un hogar cristiano evangélico y, desde que era una adolescente, sabía que dedicaría mi vida a Dios: quería ser misionera. Sentía tanto amor y fuego por Él, que sabía que tenía que hacerlo. Desde los 25 y hasta el día de hoy, pertenezco a una comunidad de misioneros que se llama Juventud con una Misión.
Aunque en mis planes y sueños siempre estuvo tener una familia, yo no estaba dispuesta a abandonar mi vida. Por eso, tenía que casarme con un misionero. Dicho y hecho. Dentro de la misión conocí a mi actual marido con el que me casé a mis 45.
Dentro de lo que yo creo que es caminar con Dios, está el abstenerse de las relaciones sexuales hasta el matrimonio. Cuando me casé, obviamente no me cuidé porque quería embarazarme, pero no pasaba nada. Una sobrina que es médico me dijo: “Marce, ¿sabías que después de seis meses de intento existe la posibilidad de que seas infértil?”. Esa opción nunca estuvo en mi cabeza, pero después de un tiempo fui al médico y lo confirmé: “No puedes ser mamá a no ser que sea a través de una fertilización in vitro (FIV)”, me dijo el doctor. Lloré. Lloré sin parar.
Había sido testigo de tantos milagros, que no podía creer lo que me estaba pasando, no conectaba con este Dios al que yo sirvo, que es un Dios de milagros. Sentía que si ya me había entregado un esposo, también me iba a entregar hijos. Para mi era como un paquete completo.
Pero aunque las indicaciones eran hacerse una in vitro, yo quería embarazarme de manera natural. Yo creía que Dios iba a hacer un milagro conmigo. “Voy a contarle a todo el mundo que me dijeron que soy infértil, pero que yo me embaracé igual de manera natural y sin intervenciones”, pensaba. Pero fueron pasando los años y ese milagro nunca ocurrió.
Y ahí vino mi crisis de fe. Lloré, grité, e incluso dudé en la existencia de Dios. Había visto a estériles embarazadas y a enfermos terminales sanarse. “¿Por qué no ocurre lo mismo conmigo?”, me preguntaba. Pero aunque fue un momento de desahogo muy necesario, después respiré y seguí caminando de la mano de Dios porque mi convicción por Él es real.
Un matrimonio de nuestra misión pasó por algo parecido que nosotros y ella logró convertirse en madre tras hacerse una FIV. Mi esposo me planteó intentarlo y, aunque me costó entender que Dios tenía un camino diferente para mí, tuve que tener esa revelación y aceptar que la FIV también era un milagro. Y es que cuando veía a ese chiquito que había nacido gracias al tratamiento pensaba “¡¿Cómo van a decir que ese angelito no es obra de Dios?!”.
“La tecnología, la ciencia, y la medicina pueden mejorar muchos ámbitos de nuestra vida. No aceptarlo sería como decirle a alguien con cáncer que no se haga la quimio porque Dios lo va a hacer naturalmente”.
Cuando decidí hacerme mi primera FIV pensé que iba a ser difícil, pero fue súper lindo y emocionante. Ese día, tal como dice Enrique Iglesias, fue una experiencia religiosa. Cuando colocaron el embrión dentro mío, yo solo pude dar las gracias por lo que estaba viviendo. Y aunque fue un intento fallido, fue una experiencia de mucha paz y gozo.
Como la FIV no es tan aceptada en el pueblo evangélico, hubo personas que no aceptaron mi decisión y que me dijeron abiertamente que eso no es algo natural de Dios. Una vez mi tía, por ejemplo, me dijo que si Dios me quería dar un hijo, lo iba a hacer de manera natural. De primera esos comentarios me bajonearon mucho, especialmente si me lo decían personas de peso espiritual, pero cuando rezo, siento que Dios me dice “¡Vamos, Marcela, vamos!”.
La tecnología, la ciencia, y la medicina pueden mejorar muchos ámbitos de nuestra vida. Sería como decirle a alguien con cáncer que no se haga la quimio porque Dios lo va a hacer naturalmente. Eso es ilógico. Eso es irreal. Eso es inhumano.
Aunque sé que en la comunidad evangélica hay detractores, en mi comunidad misionera ha habido mucho respeto y me dan la libertad de hacer lo que yo quiera. Al principio hubo dos personas que no estuvieron muy de acuerdo pero con el tiempo lo fueron aceptando y que ahora están muy felices de que lo estemos intentando. Lograron transformar su pensamiento y eso ha sido muy lindo.
Me gustaría que todos pudieran ver que Dios también puede actuar de esta manera, pero uno no puede creer que dentro del mundo cristiano no hay errores. Sé que dentro de mi comunidad hay cosas que están erradas, pero eso no me hace alejarme porque puedo ser agente de cambio, puedo ayudar a cambiar esa mentalidad.
Ahora voy por mi segundo intento y como sé que dentro de la comunidad cristiana es algo que no siempre se ve bien, prefiero ser cauta y no gritar a los cuatro vientos lo que estoy haciendo. Quiero estar en paz y tranquila para lograr embarazarme. No quiero escuchar voces negativas.
Me encantaría ser madre porque lo he desado desde niña, pero sé que voy a ser feliz con o sin hijos. Si no resulta voy a estar triste, voy a cuestionar porqué a otros sí y a mí no, y no sé si algún día voy a tener todas las respuestas, pero siempre me voy a seguir sintiendo plena por tenerlo a Él al lado, porque si no tengo a Dios, no tengo nada.
Sé que hay posibilidades de que esto no funcione, pero no quiero que llegue un día en el que mire para atrás y me arrepienta por no haberlo intentado”.
* Marcela es lectora de Paula y prefiere mantener su identidad resguardada.
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