El doctor en psicología y especialista en apego e infancia Felipe Lecannelier, pasó diez años junto a un extenso equipo internacional investigando la salud mental en niños y niñas alrededor del mundo. Los resultados de Chile fueron alarmantes; de 24 países nos posicionamos como el peor, con niveles altos en sensación de miedo, tristeza, frustración y soledad en niños y niñas. Luego vinieron cuatro estudios más y cada uno arrojó el mismo resultado ¿Qué les hacen a los niños en tu país? le preguntaron sus colegas a Felipe, sorprendidos. Esa y otras preguntas intenta responder en su último libro Volver a mirar, donde se dedica a analizar estas investigaciones y a dilucidar por qué crecer en Chile es incluso más difícil que en países como Irán y Kosovo.

¿Qué está pasando en Chile con la salud mental de los niños y niñas?

Pasa que tenemos una infancia enferma, basada en el control autoritario del niño y que va en contra de sus necesidades biológicas, sociales y emocionales. Una crianza donde no hay juego, no hay conversación, es puro controlar su conducta para que se porte bien y tenga buenas notas. Hemos ido creando un tipo de sociedad donde al niño se lo ha ido borrando, donde nunca es considerado. Y no solamente no es considerado, sino que no se le permite que sea niño, que se enoje, que haga pataletas, que opine, que se mueva. Todo eso lo vamos castigando de a poco a través del control y la prohibición. Y cuando a un organismo, a ti o a mí, no le das lo que necesita, se enferma.

¿Cuánto influye en esa crianza la salud mental de los padres y madres? Pienso, ¿En qué condiciones se está criando en Chile? En cuanto al tiempo disponible, a las redes de apoyo, etc.

Es que todos vivimos en una sociedad enferma, basada en las metas, en trabajar durante unas horas completamente inhumanas, en estar siempre centrado, obsesionado con la plata. Lo que pasa es que los adultos ya nos acostumbramos a esa toxicidad, ya ni siquiera dudamos de esa vida moderna que nos tiene así. Ya no sentimos que estamos enfermos y no hay peor enfermedad que la que no te das cuenta que estás enfermo, la que se convierte en parte de la cotidianidad de tu vida. Yo muestro estos estudios de infancia, pero lo que muestran todos los estudios es que Chile es una sociedad enferma, al igual que muchos otros países, sabemos que mientras más una sociedad se basa enteramente en la productividad económica más empieza a matar al individuo, porque no es humana. Yo creo que uno de los éxitos del libro justamente ha sido porque ahora la gente sí siente que las cosas no van bien, hay un descontento existencial y la crianza ya no se disfruta; la crianza se convirtió en una meta más.

Para no cargarle la responsabilidad solo a los padres y madres, ¿qué rol juegan los colegios y el Estado en defender el bienestar de los niños y niñas?

Nosotros criamos como educamos y educamos como criamos. Es decir, la crianza y la educación tienen el mismo patrón restrictivo, castigador, prohibitivo de control del niño, de control de la conducta que al adulto le parece indeseable. Yo no hablé de la educación en el libro porque se alargaba mucho, pero tenemos 20 años de evidencia. Tú tomas cada aspecto de la educación chilena, las horas de clases, los currículums, las notas, el Simce, el espacio físico con 30 o 40 alumno en sala, el enseñar a través de PowerPoint, etc., y te das cuenta de dos cosas: uno, que en Chile tenemos literalmente una educación que es opuesta a lo que la evidencia científica dice que debería ser la educación. Segundo, que es una educación que nunca ha tenido que ver con los niños, es una educación que tiene el efecto paradójico que justamente mata la capacidad de aprendizaje, convierte el aprendizaje en una meta, en la ansiedad, en la frustración, en la inseguridad. Es una educación que no tiene nada que ver con los niños y eso es otra de las razones por la que estamos tan enfermos. No es para ellos, no es desde ellos, no es por ellos. En cuanto al rol del Estado, Chile es uno los países que tiene las mejores políticas públicas de infancia en Latinoamérica, el gran problema es que son políticas públicas hechas por adultos y para los adultos y su conveniencia. ¿ Ahora tenemos esta locura de que la sala cuna tiene que ser obligatoria, que el jardín tiene que ser obligatorio. Todo eso es una excusa para hacer que los adultos trabajen y trabajen, y eso es pura enfermedad para los niños. Todo lo que vaya a atentar contra la productividad económica de un país siempre va a ser disfrazado como una supuesta política pública para la infancia y no es así. Claramente tenemos que cuestionar las autoridades y los que toman las decisiones, porque es tan obvio que no lo hacen por los niños, tan obvio que no lo hacen para la salud mental.

Tú hablas en el libro del “síndrome internalizante”. Cuéntame un poco de qué se trata, cómo llegaste a observarlo en la investigación y cómo se comporta Chile en relación a otros países.

Hay personas que cuando sienten estrés lo expresan hacia fuera, a eso le llaman “externalizante”; y hay personas que cuando sienten estrés se lo guardan para adentro, que sería “internalizante”. 22.000 investigaciones han demostrado que aquellos que guardan para adentro tienen una carga de estrés mucho más grande a corto y largo plazo: depresión, ansiedad, problemas para dormir, problemas para concentrarse, timidez, problemas psicosomáticos. En el mundo la prevalencia en niños chicos de problemas internalizantes es del 5%. Nosotros encontramos entre el 16 y 20% en Chile, y no he encontrado ningún estudio que tenga más de 16% en el resto del mundo. Entonces, volvemos al mismo tema. Si tú eres niño y te están retando porque lloras, te están poniendo un diagnóstico porque te mueves, te dan un medicamento porque tienes ansiedad, ¿cuál es el mensaje al niño? “En este mundo yo no puedo expresar nada, entonces me lo guardo”. Tenemos una infancia internalizante, porque somos un país internalizante. Los adultos también somos así, porque está esta idea de que tenemos que ser obedientes, hacer caso, no se puede llorar, no se puede alegar, no se puede dar la opinión, no nos podemos pelear y eso es pura enfermedad a corto y largo plazo. Lo de la internalización no es un trastorno, es una forma de vivir la experiencia, la vida siempre guardándote todo y enfermándote hacia adentro porque sientes que de alguna u otra manera si lo pones afuera te va a llegar algún reto, castigo, crítica y eso es desde la cuna hasta la tumba. Chile es uno de los países, desde hace diez años, que suele tener las tasas más altas del mundo de depresión, y la depresión es un problema internalizante. Es guardarte, guardarte, guardarte todo, y lo tenemos tan internalizado que ya ni siquiera dudamos. Creemos que esa es la normalidad.

A veces pensamos que los “niños problema” son los que se mueven mucho y hacen pataleta, y los niños que “están bien” son tranquilos, se adaptan, no hacen ruido, están callados en los espacios públicos…

Cuando decimos que a los niños hay que dejarlos hacer pataleta la gente se enoja, pero es porque también esos adultos son internalizantes y piensan que el “buen comportamiento” es lo que es deseable para ellos. En una cultura internalizante todo lo que sea externalizar va a ser castigado, medicado, psicopatologizado de alguna forma, es decir, es culpa del niño. Si tu hijo se mueve mucho, él tiene un trastorno que hay que medicarlo y controlarlo. Todos los estudios actuales muestran de que la única manera de que el cerebro se active y aprenda es moviendo el cuerpo, no hay forma de aprender si no es moviéndose. En los niños eso lo tienen genéticamente incorporado. El niño no entiende una educación sentado, el verdadero aprendizaje es moviéndose al aire libre, con la música, con la gimnasia. Pero nosotros hemos creado un mundo en donde el que se mueve, que es algo biológicamente natural, tiene una patología y hay que darle medicamentos. Eso tiene consecuencias terribles para la salud, lo esperable es que todo ser humano siempre exprese hacia fuera y deje afuera lo que debería quedarse afuera y no adentro. Porque cuando el estrés te lo vas guardando, se acumula y se vuelve como una forma predictiva y cotidiana del cuerpo de vivir. Y eso sabemos que enferma literalmente el cuerpo y la mente, en donde tienes más probabilidad no solamente de tener problemas de salud mental, sino físicos. Ahora ya sabemos que hay muchas enfermedades asociadas como el cáncer, enfermedades autoinmunes, fibromialgia, cefalea, dolores de articulación, colon irritable. Esos son puras enfermedades internalizantes donde la persona no pudo poner afuera el estrés, sino que lo mete en el cuerpo, lo mete en el cerebro y eso va carcomiendo progresivamente la salud integral de la persona.

Y qué crees que hace falta para poder mejorar la salud mental de niños y niña en Chile

Yo no tengo la respuesta, creo que los cambios culturales nunca vienen en la temporalidad que a uno le gustaría. Hay gente que plantea que las cosas tienen que llegar al extremo tipo estallido social o pandemia para cambiar, pero no es tan así, teníamos la fantasía que la pandemia nos iba a cambiar y solamente ha reforzado nuestra realidad; Chile es el segundo país que más ha afectado en salud mental la pandemia en el mundo. Yo creo que uno de los aspectos fundamentales para empezar a cambiar es tener una verdadera conciencia hacia la infancia, realmente hacer una educación y una crianza para los niños, no usándolos a ellos para beneficio de adultos.  Tomar conciencia de lo enfermo que estamos y todo lo que hemos enfermado a nuestros hijos. Si seguimos teniendo esta idea de que lo único que importa al ser humano es la productividad y el trabajo por metas, vamos a seguir teniendo este país enfermo.

¿Qué consejo le darías a los padres y madres que leen tu libro y se quedan con ganas de cambiar, por dónde pueden partir?

El consejo que le daría al adulto es que se mire a sí mismo, no poner la responsabilidad en el niño de algo que está en los adultos. Hacernos la pregunta ¿Cómo es la vida de mi hijo? ¿Qué estoy haciendo yo como padre o como madre? ¿Cómo estoy criando? ¿Cómo estoy educando? ¿Qué hago cuando mi hijo llora o hace pataleta: lo reto o le permito que lo exprese? Por otro lado: no permitan que a sus hijos les pongan diagnósticos, no permitan que a sus hijos los mediquen de manera excesiva, no permitan que a sus hijos los critiquen por moverse, por llorar, por ser niños. No permitan que el colegio lo rete, lo mate a notas, tareas, no más de eso, no más estrés tóxico. La educación formal mata el aprendizaje, mata la pasión, la creatividad, convierte a tu hijo en una pequeña ovejita obediente, que cuando sea grande va a trabajar todos los días, todo el día, nunca va a estar con sus hijos y va a pensar que eso es normal porque la vida es así. Por favor promovamos más la externalización y tratemos de parar la internalización. Necesitamos que los adultos empiezan a hacer acciones reales y la acción real más concreta es: saca a tu hijo de todo lo tóxico de la educación actual y no generes una crianza basada en el control, en el reto, en el castigo, en la prohibición, en el no jugar, en el no conversar y no considerar al niño. Aunque no lo crean, es súper fácil. Pero vivimos en una sociedad donde todo va en contra para que hagamos eso. Pero hay que ir un poco en contra: hay que ser un revolucionario respetuoso.