Paula 1181. Sábado 29 de agosto de 2015.
Cristián Salineros (1969) construye provocadoras ficciones espaciales que muestran hasta qué grado las estructuras habitables determinan el modo en que nos movemos, sentimos y comportamos en su interior. En diciembre mostrará parte de su última serie de obras en Galería Patricia Ready, en las que ha utilizado jaulas y pájaros como poderosas metáforas del habitar.
Cuando Cristián Salineros tenía 14 años partía en bicicleta a una tienda de mascotas donde vendían chirihues, unos pajaritos nativos que no son de cautiverio, pero que allí estaban encerrados en pequeñas jaulas. Por eso él los compraba, los metía en una caja de zapatos y cuando regresaba a su casa los soltaba en el jardín. También fabricaba redes para atrapar otros pájaros que merodeaban por su barrio, los que capturaba, tomaba en sus manos y luego echaba a volar para ver cómo se movían en el mismo patio. Estas anécdotas aparentemente inocuas hoy emergen como antecedentes olvidados de su actual trabajo, en el que devela el modo en que las jaulas para criar aves están diseñadas para facilitar una serie de conductas, considerando factores como las épocas en que las hembras empollan sus huevos y que deben separarse físicamente de los machos o las rutinas de alimentación de las distintas especies. Se trata de un modelo para explorar cómo las estructuras determinan aspectos biológicos, físicos, sociales y emocionales de quienes las habitan, tema que ha atravesado toda su producción artística.
El artista egresó de la Universidad Arcis, hizo un postgrado en la Kunstakademie de Düsseldorf y ha realizado más de veinte muestras individuales tanto en Chile como en el extranjero.
Formado como escultor en la Universidad Arcis, desde sus inicios –hace ya más de 20 años– Salineros se interesó en expandir el campo de su disciplina. Nunca le interesó el objeto escultórico que se ofrece a la contemplación y aspira a la trascendencia. Ya sus primeras obras se bajaron del plinto para relacionarse directamente con el cuerpo del observador, creando experiencias y trastocando su percepción. En esta búsqueda se ha expandido cada vez más, utilizando elementos vivos y también sonido. En términos de lenguaje, sus obras se comunican con el imaginario simbólico de los espectadores, recurriendo a elementos y materiales corrientes, emulando formas de utensilios domésticos industriales y apropiándose también de oficios tradicionales alrededor de los cuales se desarrollan hábitos e historias compartidas.
El rigor y efectividad de la obra de Cristián Salineros le ha valido una serie de reconocimientos, entre ellos, el premio Altazor 2003.
Así, por ejemplo, en obras tempranas utilizó en sus esculturas técnicas de cestería, carpintería de barcos y ebanistería, y estuvo largo tiempo trabajando con artesanos de Chiloé. Ahora lleva varios años trabajando con jauleros, expertos en fabricar habitáculos para aves de crianza. En Chile, dice, este oficio está casi en extinción, ya que las jaulas se importan desde China u otros países.Uno de los pocos cultores que siguen realizándolo trabaja en La Granja y lleva más de 25 años de práctica. En estrecha relación con él, Salineros ha diseñado y construido estructuras de impecable ejecución y mucha fuerza visual, al interior de las cuales ha introducido pájaros vivos que permanecen durante el tiempo que duran sus exhibiciones. Dentro de estas poéticas y originales jaulas, los pájaros vuelan, se alimentan, cantan y acumulan excrementos. Una de estas obras fue mostrada en 2011 en Ch.ACO y posteriormente adquirida por el coleccionista Juan Yarur, aunque en su momento causó mucha polémica y crítica de defensores animalistas, a lo que él respondió señalando que solo usaba pájaros de cautiverio, los cuales, si se dejaran sueltos, no sobrevivirían mucho tiempo. Además, sus esculturas eran verdaderos palacios de la holgura porque rara vez vemos volar pájaros en las reducidas celdas donde suelen mantenerlos.
En obras posteriores, los pájaros han estado ausentes o han sido sustituidos por la memoria de su sonido, que se emite como un audio grabado de su canto. Salineros ha ido desarrollando otros aspectos relacionados con la vida de los pájaros, que se suman y complementan la investigación. Así, en el montaje que exhibirá en diciembre en Galería Patricia Ready no se verán aves, sino solo esculturas que son reinterpretaciones a partir del modelo de la jaula. Desde el patio, los asistentes escucharán el sonido de un pájaro invisible que, sin embargo, invadirá el espacio exterior. Se trata de un pequeño ejemplar oculto al interior de la sala, pero conectado a un potente sistema de amplificación. "Me interesa interrogar las políticas espaciales", dice Salineros. "Es decir, no solo el aspecto constructivo y visual, sino otros elementos que afectan la percepción, las relaciones y las conductas de quienes habitan un espacio".
"Tanto la presencia de lo vivo como de lo auditivo permiten traspasar lo tridimensional y ampliar las posibilidades de experimentar un espacio, incluso sustituyendo la presencia de un objeto por su sonido", explica el artista. "Es también un modo de tocar aspectos emocionales que están fuera del campo visual".