Paula 1168. Sábado 28 de febrero de 2015.
Máster en Educación, vegetariana, fanática del yoga y la meditación, Soledad Teixidó tenía 15 años cuando se preguntó: "qué quiero hacer con mi vida?". Entonces, tuvo la certeza de que no quería lo mismo que la mayoría de sus amigas: casarse y ser madre. "Quería preocuparme de lo que me rodeaba, no de hijos. Ser libre para decidir qué quería hacer de verdad, sin importar que me juzgaran". Pionera de la Responsabilidad Social Empresarial en Chile (RSE), hace casi 20 años empezó a golpearles la puerta a los ejecutivos para convencerlos de que era hora de hacer empresas de una nueva manera: con conciencia social, tal como lo estaba haciendo el mundo desarrollado. A la cabeza de su Fundación PROhumana −que creó en 1997− y con una metodología de evaluación de sustentabilidad única en el mundo, cada año es quien le pone nota a empresas chilenas según su aporte a la sociedad y respeto al medio ambiente: ¿pagan sueldos justos?, ¿miden su huella de carbono?, ¿hay mujeres en altos mandos? El veredicto, esperado con ansias por el empresariado, se publica en un ranking anual de RSE en la revista Qué Pasa.
"Una empresa debe lograr ser sustentable tanto en rentabilidad como en desarrollo social y cuidado ambiental. Cuando coopera con sus trabajadores y el medio ambiente, porque paga sueldos justos, respeta a sus proveedores y a su entorno social, se convierte en un ente valorado: está contribuyendo a un capitalismo inclusivo que respeta al individuo y permite construir, junto al Estado y otros actores, una sociedad con una democracia participativa, paz social y desarrollo humano sustentable".
Filántropa por naturaleza, Teixidó estudió Párvulos en la UC porque estaba convencida de que solo con educación se podía conseguir justicia social. Con 26 años se fue a Estados Unidos a hacer un máster en fundamentos sociales y calidad de la educación. A la vuelta, desarrolló un currículo de educación cívica que presentó al Ministerio de Educación inspirado en la cultura ciudadana de países como Dinamarca, pero aunque acogieron su propuesta, el ministerio decidió que no era un tema prioritario. "No hay que ser muy pillo para entender que desde la educación cívica se construye ciudadanía, personas responsables con los demás y con su entorno, pero eso todavía no se toma en cuenta en nuestro obsoleto modelo educacional", dice. En 1994 ganó la beca Kellogg International Leadership Program, con la que viajó tres años por más de 25 países, conociendo iniciativas de desarrollo social sustentable. Su gran conclusión fue que el desarrollo iba de la mano con el aporte que hacían los privados en ámbitos como educación, salud y medio ambiente. Entonces, de vuelta en Chile, se preguntó qué estaba pasando en su país al respecto, interrogante que se tradujo en el estudio: La Acción Filantrópica como un Elemento de la Responsabilidad Social, que fue publicado como libro y que la hizo despegar como la gran promotora de la RSE en Chile, concepto que desde ahora Teixidó, desarrolla con las siglas SE: Sustentabilidad Empresarial.
¿Cómo lo hiciste para empezar a hablarles a los empresarios de sustentabilidad empresarial, cuando en Chile aún no era tema?
Así no más. Sin tarjeta. Les decía: "te vengo a hablar de la nueva empresa del siglo XXI". Algunos me tildaban de socialista o creían que había un interés religioso detrás. La responsabilidad social empresarial era un concepto que hace 20 años les sonaba como de extraterrestre. Lo más importante fue entregarles confianza, si construyes confianza y cumples, de verdad puedes cambiar el mundo.
En un mundo dominado por hombres, ¿qué hiciste para convencerlos?
Tuve que crear un personaje muy duro, no había espacio para debilidades. Además tuvimos que crear conceptos para que entendieran nuestro lenguaje, porque palabras como respeto, dignidad, amor, empatía, que son claves en este tema, costaba que las tomaran en serio. Tuve que subir el volumen porque no me escuchaban. Fue una doble pega: igualarme con mi interlocutor y después entrar en materia.
¿Te sentiste discriminada por ser mujer?
Mira, para muchos yo conseguía todo por ser buenamoza, y en su momento, por ser joven. Se emitieron juicios descalificadores, dañinos y sin ningún respeto sobre mi persona y logros. Pero uno como mujer es intuitiva y sabe cómo manejar esas tensiones. Tuve que convencerlos inteligentemente de que mi único fin era una propuesta de sociedad y me gané mi lugar y respeto finalmente.
Qué nota le pones a los empresarios chilenos por su forma de hacer empresa. ¿Quiénes lo están haciendo bien y por qué?
Un 4,5. A las empresas en Chile les falta una gestión más integral en sustentabilidad. Hay un camino largo por recorrer. En nuestro ranking SE 2014, BCI fue la empresa más sustentable. Por ejemplo, incorporaron personal de la tercera edad para trabajar en las cajas: se dieron cuenta de que tenían más paciencia y eran cariñosos con las personas, incluyendo así a un grupo etario marginado.
¿Qué modelos de negocios te parecen obsoletos para seguir funcionando?
La banca tiene que volverse sustentable, creo que ahí se vienen cambios fuertes. También las isapres y las AFP.·