Frente a frente

Una tiene el doble de edad que la otra, una partió en la tele y la otra en el teatro. Una es pudorosa, la otra poco o nada. Una tiene su lado espiritual desarrollado, la otra es lo más terrenal que hay. Una vive el aquí y el ahora, la otra es estructurada y matea. ¿Quién es quién? Pase y averigüe qué hay entre las actrices de Gladys, la obra de teatro que arrasó en los premios Altazor.




Sábado 26 de mayo de 2012. Paula 1096

Cuando Antonia todavía estaba en pañales, Coca ya hacía teatro con la compañía Imagen, y humor en la tele, dirigida por Andrés Rillón en el programa Vamos a ver, de Raúl Matas. Estaba casada con el actor Gonzalo Robles y criaba un hijo de 4 años. Para el plebiscito, Antonia estaba en prekínder y Coca, en la franja del No.

"¿Veintinueve por dos?", se pregunta Coca. "Veintinueve por dos", saca cuentas Antonia. "Sí, tenemos exactamente el doble de edad", comentan mientras se miran cómplices. Ya han pasado por maquillaje y vestuario. Coca llegó primero, delgada, de rostro anguloso, extrovertida, como un torbellino que todo desordena. No, no pasa piola y, a los pocos minutos, ya le está tirando la lengua a nuestra maquilladora, quien le confiesa que le encantaba la memorable Pía Correa, esa vieja pituca que interpretaba en Sábados gigantes en el espacio de humor de los Eguiguren cuando decía ese "atrshó" tan típico. Y llega Antonia, también de jeans, un chaleco sencillo y una camiseta heredada de su hermana, la periodista Constanza Santa María. Pelo largo y fino, todavía emocionada por todos los Altazor que ganó la obra Gladys, de la joven dramaturga, directora y actriz Elisa Zulueta, quien las unió en el exitoso proyecto que también convocó a Catalina Saavedra, Sergio Hernández y Álvaro Viguera.

No son madre e hija, no son la tía y la sobrina ni sostienen ninguna relación basada en nada más que la admiración mutua. Se complementan en sus abismales diferencias.

Pitucas por mayoría de votos

Coca: Yo no vengo de familia pituca, la Anto sí.

Antonia: ¡Pero Coca! yo pensaba que tú también.

Coca: O sea, no, mi familia es totalmente clase media profesional como pudo haber sido en esa época.

Antonia: Mi familia es más apellido que plata. Siempre digo que son como de esas aristocracias decadentes. Mi abuela, claro, tenía campo pero cero plata. Pero sí, súper intelectuales y bastante liberales para su medio. La hermana de mi papá era músico, ¿me entiendes?

Coca: Mira, yo vivía en Echeñique y estudié en el San Gabriel. La gente cree que yo soy pituca y de familia pituca pero no.

Antonia: Y yo en el colegio Apoquindo, pero mi mamá que es de tu generación también veranea en Algarrobo. Son de vidas bien similares.

Coca: Pero yo vivía en Ñuñoa y no tengo ningún apellido que me avale (carcajadas). Una familia normal. Nunca nos faltó nada. Pero eso no quiere decir que era cuica. A mi colegio nadie llegaba con chofer.

Antonia: En mi colegio sí, hartos llegaban con chofer.

Coca: Es curioso que la gente piense que soy cuica. De hecho, me pasó que una vez cuando yo hacía la Pía Correa, un taxista al ver mi casita linda, bonita, amorosa en la calle Sucre, casita de recién casados, lila claro, me dijo: "¿Y aquí vive usted?". ¿Cachái? la Pía Correa no podía vivir ahí. Pero cuando nació mi hijo, el Camilo, nos empezaron a llamar de la tele y nos iba bien. Igual vivíamos con muy poco, era todo muy sencillo y siento una cierta nostalgia de eso. Andábamos en micro, corría con mi cabro chico para todos lados. No había esa gran necesidad de tener cosas que hay hoy. Lo que veo ahora es que los chiquillos cuando tienen guagua, les arman piezas increíbles, les compran los coches más top.

Antonia: A mí eso me da un poco de pudor… eso de la ostentación…

Coca: Porque tú no eres así.

Antonia: Yo por mí hubiera nacido en otra época. Siento que estoy equivocada de tiempo. Echo de menos esa cosa más precaria.

Coca: Pero Anto, en Chile pasaban cosas atroces. De repente nos cayó el dolor y cayó el miedo… yo recuerdo haber vivido muchos años con miedo. Tuvimos que encontrar un camino político muy silencioso. Yo trabajé con familias de detenidos desaparecidos y no me perdía marcha para el primero de mayo. Hacíamos teatro y también peleábamos por lo que creíamos. Muchas veces fuimos a actuar a La Victoria, con escenarios en la calle. Hacíamos sketchs de la pituca que se horrorizaba porque se iban a levantar las masas y se producía una cosa genial como teatro de niños. La gente nos decía, y eso hasta el día de hoy es lo más bonito que me pasa: "Usted me hizo reír en momentos muy dolorosos".

Antonia: Tai pagá con eso. Los admiro tan profundamente, y con lo doloroso que fue, en cierta medida como que los envidio por haber tenido una cosa tan concreta por la que pelear, por tener esa necesidad tan profunda de tener que hacer esto, de sentir que es importante.

Las señoritas Astrid

Antonia: Hace poco fue el aniversario de Sábados gigantes y mostraban cosas antiguas y me bajó una nostalgia feroz. Mientras la Coca actuaba, con mis compañeros de curso jugábamos a Hermosilla y Quintanilla. De hecho, no sé si es piropo lo que te voy a decir o no, pero cuando recién te conocí, hice la relación entre tú y el personaje porque para mí la señorita Astrid siempre fue vieja, y tú eras joven. Me costó. Siempre te vi vieja. Gnecco tiene lo mismo.

Coca: Es que eran personajes viejos. Yo era joven pero la señorita Astrid era vieja y así quedé. Es que yo nací vieja. Mira, a mí una adivina me dijo: "Tú te vas a ir poniendo mucho más joven con el tiempo. Y así ha sido. Yo era mucho más seria, mucho más nerviosa".

Antonia: ¿En serio que te dijeron eso?

Coca: Bueno, siempre he sido buena para el placer, pero era seria, mucho más ordenada y no me permitía ciertas cosas.

Antonia: Como la señorita Astrid.

Coca: Sí, bien señorita Astrid. Pero un poco más gozadora.

Antonia: A mí me han dicho que soy como la señorita Astrid.

Coca: ¿Verdad?

Antonia: Sin ir más lejos, hace como una semana. Yo soy bien estructurada y me tiraron la talla casi como una pesadez.

Coca: ¡Pero si eres seria! Mira, yo tuve mi lado espiritual y aprendí a diferenciar el arriba del abajo, que mientras sucedían cosas en la tierra también está conectado con lo que pasa arriba, con el cielo, con los astros. No me quedé solo con la tierra y decidí abrirme y me acerqué a mi espiritualidad, a conocerme y acudir a una misma, o a una divinidad…

Antonia: Yo soy pura tierra parece. Y mientras la Coca se pone más joven yo me pongo más vieja.

Minas, siempre minas

Antonia: ¿Eras como la mina cuando empezaste a actuar?

Coca: ¡Noooo!

Antonia: ¿Y por qué no?

Coca: Era una mujer buenamoza pero no mina. No me daban el papel de la linda de la teleserie porque yo en ese tiempo hacía humor. Yo no partí haciendo teleseries, partí haciendo humor con Andrés Rillón antes de Sábados gigantes.

Antonia: Genial. El humor te marca.

Coca: Ese fue mi camino. Yo nunca fui protagonista de teleseries. Una vez fui una ciega y ya.

Antonia: Pero es una bonita opción, tiene más larga vida porque no está basada en la belleza, no es una carrera fundada en un cuerpo o una cara. Yo no digo que eso pase con mis colegas, me refiero a que cuando ese ha sido tu gran crédito, después tienes que reinventarte.

Coca: ¿Y cómo partiste tú?

Antonia: En la teleserie Brujas. Salí de la escuela y era de las típicas estudiantes engrupidas que decía nada peor que la tele, y fui y quedé y fue la cagada, cómo no: yo no quería partir en la tele.

Coca: ¿Por qué?

Antonia: No quería que pasara tan luego porque en la escuela había ese prejuicio: esta está para la tele. Entonces no quería darle en el gusto a nadie y cuando me di cuenta de que era una muy buena entrada porque tenía que hacer algo que nunca había hecho en la escuela que era ser la niña popular. En la escuela siempre fui la niña linda o la protagonista y, cuando me dijeron comedia, y más encima popular... Fue un tremendo desafío.

Coca: ¡Pero si es lo contrario de mí!

Desnudos

Antonia: ¿Haz hecho desnudos?

Coca: Nunca, yo era y soy muy pudorosa, recuerda que era vieja y he ido rejuveneciendo. Una vez Gustavo Meza quería que saliera desnuda en la obra Topaze y fue tanto mi pudor, o sea, era impensable, y lo que más conseguí hacer fue ponerme una enagua sin nada debajo.

Antonia: A mí me ha tocado varias veces.

Coca: Me muero. La Anto siempre anda como en calzones.

Antonia: Me ha tocado mucho, desde la escuela. Y también soy súper pudorosa. Mi nervio es de cara a la actuación, pero mi parada en el set es "No hagamos de esto un tema", porque típico que en las nocturnas, por cuidarte se hace un gran tema y empiezan "que salga la gente, que se queden los justos" y tienes siempre a la vestuarista maravillosa que está con su batita para cada corte y uno no quede pilucha y yo soy como al revés. Si cada vez que paramos me van a poner la bata y vamos a hacer tremendo lío, no. Si ya estoy en pelota, no me hagan pensar más.

Coca: Yo no lo hice nunca porque en ese tiempo en la tele no se hacían desnudos. Eso comenzó cuando yo ya estaba vieja. Ahora está el caso de la Claudia di Girolamo y no sé si lo haría. No podría mostrar mi cuerpo, creo que es un atentado. Yo soy tan pudorosa que me tapo hasta en mi casa, conmigo misma.

Antonia: ¿Por qué?

Coca: Encuentro que está bien que la Claudia lo haga porque, además, tiene un cuerpo que se lo permite hacerlo, a su edad, pero yo ya no. No me lo permite mi cuerpo.

La vanidad

Coca: Soy vanidosa, es que soy bien insegura.

Antonia: Sí, tienes vanidades absurdas, que no voy a contar pero absurdas. ¿Cómo fue lo de los labios?

Coca: Me puse boca hace como 12 años porque no tenía nada de labios. Nada. Yo cometí un error, porque la primera vez que me lo hice quedé súper bien. Y después fue una estupidez. Alguien me dijo: "Mira, está súper bien, pero yo me pondría un poquito más".

Y ahí partí. Es algo que no se va, que no se puede sacar porque es súper peligroso. Yo solo quería tener boca.

Antonia: Bueno, ya la tenís.

Coca: Y, a pesar de que se me nota y todo, no me arrepiento.

Antonia: ¿No?

Coca: No.

Antonia: ¿Te cambió la vida con boca, así prácticamente?

Coca: Igual nunca tuve problemas en sentirme poco atractiva ni que no me tiraran el churro, fui súper polola. Nunca sentí que no me miraran, pero después de ponerme boca me sentí mejor, y como que ahí empezó una etapa mía de sentirme más guapa todavía. Nunca tuve una vida de patito feo, pero claramente no me gustaba mi boca.

Antonia: ¿Te harías algo más?

Coca: No.

Antonia: ¿No?

Coca: No sé, me da miedo, ya estoy vieja… No me haría los ojos porque encuentro que ahí una caga.

Antonia: Pero lo has pensado…

Coca: Sí, como que un poquitito por aquí, cerca de los ojos, pero he quedado en eso, no he ido a cotizar ni nada.

Antonia: Yo si fuera más vieja y tuviera papada, me la sacaría.

Coca: Puta, es la vejez, se te cae el párpado, te arrugái nomás.

Antonia: ¿Y cómo anda el amor?

Coca: Yo hace muchos años que me gobierno sola, pero ahora tengo un amor puertas afuera.

Antonia: Más moderna imposible. ·

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