Paula 1160. Sábado 8 de noviembre de 2014.

Hasta principios de octubre la vida de Luis Gnecco era una completa locura que se agudizó especialmente durante el último mes y medio, cuando el actor estuvo alternando las grabaciones de la teleserie Chipe libre (Canal 13), en la que interpreta a un siquiatra, con las de Narcos, la serie basada en la vida de Pablo Escobar (Netflix, 2015), que lo obligaba a viajar a Colombia cada semana, y a veces por el día, para transformarse en un villano ligado al narcotráfico. Eso, sumado a su interpretación del cura Fernando Karadima en El Bosque, la película que prepara Matías Lira y que promete ponerlo en la primera línea del comentario y la discusión. Saliendo de esas jornadas frenéticas es que participó en el estreno de Aurora, el filme de Rodrigo Sepúlveda, ganador de la reciente edición de Sanfic.

En este 2014 Gnecco ha estado en todas, como siempre desde hace treinta años cuando comenzó a construir una cerrera que lo ha tenido haciendo comedia y drama; teleseries y miniseries; teatro y cine. Una trayectoria que podría haberse quedado estancada en el humor de programas como De chincol a jote o El desjueves, pero que el actor, muy lúcidamente, decidió proyectar hacia otras zonas que lo han convertido en lo que en el mundo de la actuación suele llamarse "un actor de carácter", un intérprete capaz de convencer como el calculador José Tomás Urrutia, de la película No, o el pérfido Mario Moreno, de la serie Prófugos, de HBO. De hecho, fue esa performance la que llamó la atención de los mandamases de Netflix y también del CEO brasileño de una multinacional que lo contactó personalmente a su celular para invitarlo a protagonizar el comercial de un yogurt, ese en que Gnecco aparece chistosísimo, sin pudor alguno, representando a un griego de la antigüedad.

Gnecco es el único actor de su generación que dio el salto y tiene un pie fuera de Chile.

Por estos días Luis Gnecco está sumergiéndose en la fase inactiva de la vida de un actor, un periodo post avalancha de trabajo que él aprovecha para ir al dentista, al doctor y a pasear a su perro, el fiel Lorenzo. Suena plácido, pero no lo es para él. "Son tiempos difíciles, hay que lidiar con la inactividad, empezar a hacer cosas que llenen tu tiempo, pero a esta altura no quiero caer en llenarlo con cosas que no quiero hacer. La inactividad de los actores es difícil, porque te levantas, vas a dejar a tus hijos al colegio y te quedas desocupado. Yo tengo ganas de viajar, de pensar, de leer, de tener tiempo para mí. Aprovechar, porque después vienen otros nuevos siete u ocho meses en que no tienes ni un minuto para nada. Esta pega es así, muy bipolar. El problema es hacérselo entender a los que te rodean", dice.

"Es muy liberador dejar de ponerme en el centro de todo. Es algo que he logrado gracias al amor, que he descubierto ahora que estoy enamorado de una mujer maravillosa, una mujer de ojos azules que me devolvió el corazón".

Partamos por lo primero: Luis, Luchito, Gnecco. ¿Cómo te gusta que te llamen?

Mi mamá me dice Luchito y es la única. Algunos, muy pocos amigos, me dicen Gnecco y una polola que tuve a los 14 años me decía Luis; de ahí en adelante nadie más me ha llamado así. No me gustan las personas que me dicen Luis, sospecho de ellas. A veces algunos me dicen "pelao" y, si no los conozco, desconfío y me caen mal, salvo excepciones.

Me gusta que me digan Lucho y Gnecco.

Lucho Gnecco, además de este periodo de inactividad, a tus 52 años, ¿en qué etapa de la vida te encuentras?

¿Etapa? En ninguna etapa. Encuentro enfermo tener un mapa de la vida, de hecho, me burlo de la gente que hace eso. Estoy viviendo lo que me corresponde y, para ser honesto, tengo los mismos sueños que cuando recién comencé esta "carrera", palabra media chula para ser usada en Chile, porque quizás en otro país o circunstancias uno puede tener una carrera, pero aquí uno hace lo que puede. Además, ver la vida como una carrera me parece ridículo. Soy de los que me levanto y vivo el día.

A pesar de esas palabras, los cuadros sin colgar de los artistas chilenos Marcela Trujillo, Carlos Leppe y Ernesto Merino que descansan en el piso de parqué del departamento de Luis Gnecco dicen otra cosa y hablan de una etapa recién iniciada. Hace casi un año que el actor se separó de la madre de sus dos hijos ya adolescentes y hace ocho meses que vive solo, con su perro Lorenzo, en un edificio de calle Gertrudis Echeñique. "No creo que los cuelgue. Este es un lugar de paso", afirma, mientras prepara café en una cafetera de alto impacto. Luego cuenta que las astromelias que decoran su escritorio las compró él. Y justo cuando todo indica que Gnecco es, también, un tipo dulce, remata: "me gusta que me vean comprando flores para que piensen que soy maricón; es una provocación y me encanta. Entonces cada vez que voy al supermercado compro confort y flores".

Hace unos 20 años que no vivías solo, ¿cómo está siendo esta experiencia?

Estoy tratando de conectarme con algunas cosas de las que me había tristemente desconectado. Quiero ser más yo de lo que era hace unos años. Siempre he sido individualista y ahora siento que estoy aprendiendo a dejar de pensar tanto en mí y eso es muy bueno. Es muy liberador dejar de ponerme en el centro de todo. Es algo que he logrado gracias al amor, lo he descubierto ahora que estoy enamorado de una mujer maravillosa, una mujer de ojos azules que me devolvió el corazón.

"Tengo los mismos sueños que cuando recién comencé esta 'carrera', palabra media chula para ser usada en Chile, porque quizás en otro país o circunstancias uno puede tener una carrera, pero aquí uno hace lo que puede. Además, ver la vida como una carrera me parece ridículo".

Gnecco no ahonda más. Nunca lo ha hecho con su vida personal, debido a motivos profesionales. Es de los que cree que hacer públicos los detalles de su intimidad puede teñir su trabajo al no permitir que los espectadores vean al personaje, sino al actor.

Te ha ido súper bien, y desde que debutaste en teleseries, en 1987, prácticamente no has estado fuera de pantalla. ¿Cómo es tu relación con la plata?

No tengo ni uno. Soy desordenado, porque soy muy gozador de la vida y creo que la plata hay que gastarla. Entonces tengo deudas y pago deudas. A estas alturas, me pesa. Es la edad en que uno quisiera tener un patrimonio y no tengo mucho. No soy un generador de plata y no entiendo esas cabezas generadoras de plata. No lo paso mal con eso, pero hay un tema medio machista muy brutal que te lleva a decir "a mis 50 años no tengo nada, ¡ni mi auto es mío!". Pero, prefiero ser así que un empresario lleno de plata y mala persona.

Igual tú tienes una actitud media rockera. Es decir, a veces eres muy buena onda y otras, muy mala onda.

Reacciono ante los estímulos. No soy un animal, pero con la gente que no me interesa y me tira mala onda, se la devuelvo multiplicada por cinco. Hay días en que ando con más ánimo y puedo lidiar con ciertas cosas, pero no siempre. En general soy de los que intimidan con las palabras. Puedo matar a alguien con las palabras.

EL VALOR DEL MIEDO

¿Te consideras un buen actor?

Sí, sé que soy un buen actor.

¿Cómo lo sabes?

Lo sé, es una certeza, aunque para ser buen actor tienes que darle espacio a la inseguridad, hay que tener una cuota de miedo y, al mismo tiempo, saber que eres un buen actor. Debes no creértelo y al mismo tiempo saber que eres el mejor del mundo.

¿Cuándo te diste cuenta de que eras un buen actor?

Lo he sabido siempre.

Ya, pero ¿te consideras mejor actor hoy que hace 20 o 10 años?

De todas maneras. A veces me topo con cosas que hice más joven y me doy cuenta de cómo me ha cambiado la voz, el cuerpo y cómo camino distinto. A veces recuerdo textos de obras que hice hace años y repaso ciertas líneas y pienso en que lo debería haber hecho distinto. Ahora tengo más experiencia, y probablemente menos oportunidades, pero estoy tan en pelotas y lleno de sueños como cuando comencé. Aunque eso puede ser un problema para mi sicología, y para eso pago siquiatra, mantener esa ilusión es fundamental para un actor. Si no la tienes, estás muerto.

¿Qué de bueno has encontrado en tus años de terapia?

Para mí es fundamental, tanto que puedo postergar una ida al dentista o al doctor, pero no al siquiatra, y mi hora al siquiatra está contemplada en cualquier agenda de grabaciones que tenga. Voy porque creo que uno viene al mundo con ciertas cosas y la terapia te permite conversarlas, entenderlas, hacer asociaciones libres, cerrar asuntos. No voy por angustia, de hecho, jamás he tomando un ravotril, sino para entender y también llenar ciertos espacios con fantasías que se construyen en la terapia. A esta altura me es vital ir, más aún para mi trabajo de actor. Antes me daba vergüenza contar que iba al siquiatra, ahora con toda propiedad lo digo: voy, no dejaré de hacerlo.

¿Te ves en otra cosa que no sea actuando?

No. Jamás me ha interesado ni dirigir ni hacer clases. Lo mío es actuar, lo que en este país, donde casi todos se dedican a hacer plata o al emprendimiento, es una artesanía.

¿Por qué te gusta actuar?

Porque es fantástico, es una liberación. Es un viaje, un juego permanente, es lo más parecido a ser niño eterno, por cliché que suene.

¿Te consideras un artista?

Sí, soy artista en un país donde la palabra es chula, el arte se valora poco y ser artista es como ser un mendigo. Yo me siento artista en cuanto soy un tipo complejo, difuso, sin muchos límites claros, sin muchas normas, inserto en el mundo de las emociones. En otras partes te ponen una alfombra roja cuando saben que eres artista o se inclinan delante de ti. En Chile es considerado algo medio raro, sospechoso, chanta, un hobby.

¿Con qué criterio eliges tus papeles?

En televisión usualmente es lo que me dan, aunque ahora que estoy más viejo puedo tomarme algunas licencias y me doy cuenta de que hay cosas que me convendría hacer para seguir un cierto camino. En teatro, con lo árido que es en Chile, sacándose la cresta cuatro meses durante el ensayo y después los siguientes dos meses en funciones a las que van tres pelagatos, solo trabajo con amigos, papeles que realmente me interesen. Y el cine es más o menos igual, pero, además, he aprendido que tengo que negociar a través de mi representante y cobrar una plata interesante desde el principio. En Chile, aunque se hable de industria, todo es muy artesanal, entonces la libertad para elegir roles es bien restringida.

Te mueves cómodo entre la comedia y el drama.

La comedia me parece fascinante y creo que tengo muchos dedos para el piano, no lo puedo negar, pero ya hice todo el ridículo y las estupideces que pude hacer. Hoy, me interesa hacer cosas más de peso.

¿Te hace feliz hacer teleseries?

Estoy en conflicto con la televisión chilena de hoy. En general siempre me fue grata, pero creo que en los últimos años se ha estupidizado e involucionado. En contenidos, la televisión está exactamente donde estaba hace 30 o 40 años. Las teleseries exitosas son lo mismo que eran en los años 80. De las mil doscientas escenas de una teleserie a lo más diez son buenas y eso es así. No sé cómo se soluciona el problema. Lo identifico, soy parte de él, gano plata con este sistema, y veo a hordas de gente aburrida y frustrada, gente con ganas de hacer cosas distintas, pero con ejecutivos ignorantes que después de dos años en sus cargos serán sucedidos por otros ejecutivos ignorantes. Para mí la televisión chilena es un caso perdido.

"No soy un generador de plata y no entiendo esas cabezas generadoras de plata. Pero, prefiero ser así que un empresario lleno de plata y mala persona".

Qué fuerte lo que dices siendo parte de ese buque.

Sí, y me pregunto ¿qué puedo hacer para vivir diferente? Encuentro que estoy en una crisis, me aburro mucho en la televisión, me frustro mucho en el teatro y en el cine lo paso bien, pero no puedo vivir de eso. Entonces, siento que soy reconocido, vivo bien, tengo un muy buen sueldo, pero honestamente es duro cuando uno mira a actores reconocidos a nivel mundial. Uno puede ser bueno haciendo lo que hace, pero en Chile se tiende a nivelar para abajo.

¿Ese es el sentir de los actores chilenos?

Sí, los actores pensamos en esto. En Chile ser actor es vivir frustrado. Si no sabes lidiar con eso, mejor que no seas actor.

No, Aurora y El Bosque son tres ficciones que coinciden en basarse en hechos reales. Esta última en el caso de Fernando Karadima y que se estuvo rodando mientras que la justicia determinaba la culpabilidad del cura John O'Reilly frente a las acusaciones de abuso sexual reiterado en contra de una menor del Colegio Cumbres Femenino, del que era capellán.

El Bosque ficciona un caso escandaloso de la Iglesia que, además, toca a la elite económica. ¿Crees que cause impacto?

En el Chile actual, no sé. Es difícil saber qué va a pasar en un país en el que mientras se leía su sentencia de culpabilidad, O'Reilly miraba las fotos de unas niñitas elevadas a la categoría de santas y cuyos padres estaban orgullosos de que el cura tuviera esas fotos en sus manos. Un cura abusador. Esa es la locura. Este es uno de los personajes que más he estudiado para hacer y lo que más me impactó es que él se relacionaba con niños y en la primera fila de su iglesia estaban los empresarios más importantes de Chile.

¿Cómo te preparaste para encarnar a Karadima?

Leí los libros que hay sobre el caso y los expedientes. Intenté hablar con él, hice las gestiones a través de un conocido en común, pero no pude. Pensé en que conocerlo me permitiría construir a un ser más humano, no solo basado en la visión de las víctimas. En todo caso, creo que meterse a fondo de un personaje que luego llevarás al cine, le sirve más a un guionista que a un actor. Los actores trabajamos más con el instinto.

Te he leído despotricar contra Chile, pero en estos 30 años que llevas actuando coincide con cambios sustanciales en la historia del país en términos políticos y sociales. ¿Eres optimista al respecto?

Sin lugar a dudas Chile es hoy un lugar mejor. Desde la llegada de la democracia todos los gobiernos han avanzado. Ya no ves, como me tocó ver cuando yo era chico, cabros a pata pelada con los mocos colgando y la guata gigante por la desnutrición. Hoy las necesidades y temas son otros. A mí no me tocó la educación de calidad, pero puede que a mis nietos sí. Lo mismo con el matrimonio igualitario y la adopción homoparental, y el aborto sin letra chica. Incluso, a pesar de la ramplonería de la televisión, técnicamente está mejor que antes. Afortunadamente a nuestros hijos, después de todo, les tocará más fácil que a nosotros.

Aquí, una galería de fotos de sus apariciones en revista Paula.