Una de las primeras referencias sobre los granos antiguos como comida saludable fue en un artículo del New York Daily News en 1996. Desde entonces, la popularidad de los también granos ancestrales ha ido aumentando, ya que son alimentos sin procesar y que tienen baja cantidad de gluten.
“Este tipo de granos formaba parte de la alimentación prehispánica de los pueblos originarios, considerándolos sagrados por nuestros ancestros para su diario vivir. Sin embargo, solo hace algunos años se está teniendo más conocimiento acerca de sus beneficios y, por lo tanto, los encontramos en supermercados en diferentes presentaciones y categorías”, cuenta la nutricionista de Careyou, Catalina Valenzuela.
Se conoce como granos ancestrales a aquellos grupos de semillas y pseudocereales que no han sido modificados genéticamente a lo largo de los años. “A diferencia de los alimentos procesados, los granos ancestrales no debieran estar modificados y, en consecuencia, se evita el consumo de toxinas, como sal, azúcar y preservantes”, dice Javier Ramírez, Fundador de Matchetune.
Según un estudio de la Universidad de Cambridge, realizado en Nueva Zelanda, cuanto mayor es el grado de procesamiento de un alimento, peor calidad nutricional tiene. Es por esto que el consumo de ultraprocesados se asocia con enfermedades como obesidad, presión arterial y colesterol altos, y diabetes tipo 2, entre otras.
Para la nutrióloga Sabrina Wigodski, reemplazar los cereales procesados por estos granos ancestrales en nuestra alimentación, puede traer beneficios para la salud. “Al ser menos procesados, tienen más vitaminas, minerales, antioxidantes, fibra y fitonutrientes, lo que contribuye a la prevención de enfermedades, como diabetes, obesidad, hipertensión, esteatohepatitis y gota, entre otras”.
Por su parte, la nutricionista de Careyou, agrega que “también refuerzan el sistema inmunológico, ayudan con la prevención de enfermedades cardiovasculares, diabetes y desórdenes de enfermedades inflamatorias y del sistema nervioso”.
Si bien los granos ancestrales más conocidos a nivel mundial son la cebada, el trigo sarraceno y el mijo, en latinoamérica destacan la chía (originaria de México), acaí (selva amazónica), quínoa (originaria de los Andes) y amaranto (México), siendo estos últimos los más consumidos debido a su contenido nutricional.
“Hay consenso en que la quínoa posee aminoácidos esenciales, tiene un alto índice de proteínas y minerales, calcio y grasas insaturadas (Omega 3 y 6), y regula el colesterol. Por su parte, el amaranto se reconoce como una medicina natural para combatir la tuberculosis y la ictericia”, detalla el fundador de Matchetune.
En cuanto a las porciones recomendadas, estas pueden variar según cada persona en particular, pero la doctora Wigodski habla de 1-2 tazas al día, a nivel general. “Lo ideal es consumir la mayor cantidad de días los granos ancestrales, en reemplazo de aquellos más procesados. Mejor si son pseudocereales ancestrales, ya que tienen más y mejor cantidad de proteínas, tales como quínoa, amaranto y trigo sarraceno”, asegura.
Cómo incentivar su consumo en niños
Según el informe ‘Panorama de la seguridad alimentaria y nutricional en América Latina y el Caribe’ de las Naciones Unidas, en nuestro país ha aumentado el número de personas con sobrepeso y obesidad debido al alto consumo de alimentos procesados. Es más, Chile es la segunda nación que más compra alimentos ultra procesados en Latinoamérica y el Caribe, superado solo por México.
“Otros estudios han revelado que durante el confinamiento por la pandemia del COVID-19 se observaron patrones alimentarios como incremento de alimentos ultra procesados, alimentos con un alto índice glucémico y aumento en el consumo de refrigerios”, añade la nutricionista de Careyou, Catalina Valenzuela. Es por esto que la profesional enfatiza en los beneficios de consumir granos ancestrales, los cuales incrementan la sensación de saciedad, previniendo problemas de sobrepeso y obesidad.
El desafío, entonces, es cómo incluir este tipo de alimento saludable en la dieta de los niños para evitar el consumo de ultraprocesados. Para Javier Ramírez, Fundador de Matchetune, “lo primero es educar en la alimentación consciente, sagrada y libre. Desde pequeños, darles a elegir de todos los alimentos disponibles: frutas, verduras, carnes rojas, blancas, pescados, granos, etc. Intuitiva y ancestralmente, los niños van a preferir los alimentos no procesados, buscarán lo que más les beneficie, aunque siempre debiera haber un adulto validando y apoyando este proceso”, explica.
Para Catalina Valenzuela, la incorporación de un nuevo alimento a la dieta debe incluir diferentes preparaciones culinarias, probando nuevas texturas y ayudando a establecer una buena relación con el alimento. “Las preparaciones deben ser innovadoras y atractivas, para que así haya una mejor adaptación durante esta nueva fase. Pueden reemplazar el arroz por la quinoa, hacer postres con la chía como pudín con frutas y yogurt, realizar croquetas de quínoa, o preparar la chía como un gel energizante”, recomienda la nutricionista.