Con un pequeño niño llamado Syd y su abuelo como protagonistas comienza la narración del ilustrador, autor y animador Benji Davies en el cuento infantil La isla del abuelo. La historia gira en torno a un viaje fantástico que Syd y su abuelo hacen en un misterioso barco y que los lleva a una isla llena de plantas, animales y paisajes panorámicos. En la isla, Syd y su abuelo disfrutan juntos diferentes actividades hasta que, inesperadamente, el abuelo le comenta a Syd que es hora de volver a tierra firme, pero le explica que no regresarán juntos. El abuelo se queda en la isla. Con esa noticia inicia la conversación entre el niño y su abuelo que refleja el desenlace de esta historia y la temática que de forma sutil busca plantear a los lectores más pequeños: la muerte de un ser querido.

El fin de la vida es una temática que, a lo largo de la historia contemporánea, ha ido adquiriendo un tono cada vez más oscuro. Si alguna vez las civilizaciones prehispánicas en nuestro continente —y muchas otras en otros lugares del mundo— vivían la muerte como una transición que era incluso digna de celebración, hoy su connotación es completamente opuesta. Producto de esa carga social negativa, hablar de morir se ha vuelto tan difícil. Y hacerlo con niños todavía más. Al igual que otros temas complejos como la sexualidad, la retórica de la muerte dirigida a niños suele estar llena de eufemismos. Las mascotas que mueren solamente escaparon y las personas que nos dejan se van al cielo, todos mucho mejor, pero en otro lugar. El que la vida termine parece ser un tema censurado en la infancia.

Maili Ow es docente de la Facultad de Educación de la Universidad Católica, Ph.D. en Lenguaje y Literatura didáctica y co-autora del libro A dónde van los que mueren. En la publicación, dirigida a adultos profesionales o no de la educación, se plantean lineamientos acerca de cómo abordar el tema de la muerte con los hijos o los alumnos y por qué es importante hacerlo de manera temprana. “Creo que es importante que se vaya posicionando el tema de la muerte como una reflexión, una conversación necesaria desde la primera infancia”, comenta Maili. En el libro, los autores explican que la muerte y el duelo son sucesos de los cuales los niños también son parte. Y si no entendemos qué es la muerte, es todavía más difícil comprender y navegar las emociones que afloran después de una pérdida.

Mario Inzulza es otro de los autores del libro sobre el abordaje de la muerte en la infancia y explica que muchas veces la reticencia a hablar de la muerte con los niños surge a partir de un instinto protector. “Queremos protegerlos, incluso inconscientemente, de esa sensación de pérdida y dolor que nosotros los adultos ya hemos sufrido alguna vez”, explica el profesor de la Facultad de Teología de la Universidad Católica. “Porque sabemos por experiencia lo difícil que es despedir a un ser querido, no queremos que ellos también sufran ese dolor. Por eso, el argumento que muchos adultos utilizan es que los niños no están suficientemente preparados para vivir algo tan fuerte y triste”.

Pero esconder el tema bajo un manto de aparente normalidad con el afán de proteger la infancia impide a los niños llevar a cabo un proceso de duelo acorde a su etapa del desarrollo. “En muchos casos proyectamos en ellos nuestros propios miedos e inseguridades, creyendo que no entenderán lo que está sucediendo y que emocionalmente se van a desbordar”, explica Mario Inzulza. Por eso, aclara que evitar el tema no alude necesariamente a una complicación conceptual —no saber qué decirles y que no—, sino más bien emocional, no saber qué va a pasar cuando hablemos del tema con ellos.

Si bien entre los especialistas no existe un consenso respecto de cuándo es el momento ideal para abordar el tema, muchos creen que lo mejor es tener esa conversación incluso antes de que se vuelva necesaria. “No creo exista una edad precisa para iniciar una conversación sobre la muerte. Es algo que depende mucho de los contextos”, confirma Mario Inzulza. El académico sugiere utilizar a los propios niños como el indicador sobre el momento para comenzar a aclarar el final de la vida. “No hay que forzar el tema. Si la muerte empieza a ser un tema para ellos, sus preguntas aparecerán naturalmente. De hecho, los niños nos ponen en aprietos porque la sencillez de sus preguntas va directo a lo fundamental”. El profesor de la UC explica que, en este sentido, más que iniciar una conversación, los adultos debieran no evitarla.

Sin embargo, hay instancias en las que la muerte llega de sorpresa y hablar de la muerte es imperativo. “Hay momentos en que la conversación sobre la muerte es más reactiva. Cuando muere una abuela, por ejemplo, las preguntas brotan espontáneamente: ¿Dónde está? ¿Me puede escuchar? Nos pasará a todos lo mismo”, comenta Mario. En esos casos, la dificultad propia del tema se mezcla con incomodidad y dolor producto de la pérdida. Maili Ow explica que, eran precisamente estas instancias las que incitaban a padres y profesores a pedirle recomendaciones para hablar con los niños. De a poco y tras revisar cómo la literatura infantil abordaba la muerte, la especialista en educación pudo constatar que, efectivamente la literatura permite empatizar y, por lo tanto, podía ser una buena forma de empezar a abrir conversaciones con los niños y niñas.

“No hay que forzar el tema. Si la muerte empieza a ser un tema para ellos, sus preguntas aparecerán naturalmente. De hecho, los niños nos ponen en aprietos porque la sencillez de sus preguntas va directo a lo fundamental”.

Y si bien un buen parámetro para definir cuán listo está un niño para aprender lo que es morir es su propia curiosidad, la literatura dirigida a ellos es una forma proactiva de presentar el tema e incentivar preguntas si lo que se busca es prepararlos para un evento de pérdida. “Ayuda mucho que los adultos vayan construyendo en los niños una suerte de vocabulario para expresar emociones que, porque son intensas y muchas veces dolorosas, tendemos a evitar”, explica Mario Inzulza. “Creo que no debiese ser una conversación que busca preparar a los niños para que no sufran, sino para involucrarlos activamente en los procesos de sus propias existencias”, comenta el especialista. Porque visibilizando la temática, las incertidumbres y los miedos en relación a la muerte de otros o la propia, se puede evitar que en el futuro vivan las emociones asociadas a la pérdida sin vergüenza y sin quedar en la indefensión de una situación que los deja perplejos sin saber qué decir o hacer.

* Mario y Maili actualmente son docentes de la UC y desde allí ofrecen cursos y capacitaciones para profesores interesados en aprender cómo hablar de la muerte con niños a través de la literatura o el juego.