En pleno Santiago Centro, Paola Jiménez y Américo Ortega se resguardan, como la mayoría de las familias en cuarentena, dentro su departamento esperando que se levante el confinamiento. El matrimonio ha tenido que estar junto a sus hijos Iker (4) y Ema (5 meses) desde el inicio de la pandemia, y como a muchos otros padres en marzo se les presentó el dilema de tratar de sobrellevar el aislamiento desde el hogar, sin la posibilidad de salir ni de contar con ayuda para la educación de sus niños.

Santiago estaba recién cumpliendo una semana de cuarentena cuando Paola recibió una llamada de la fundación CMPC ofreciéndole, de manera gratuita, la oportunidad de convertirse en la profesora de su hijo en su propio hogar. Se trataba de un modelo llamado Hippy (Home Instruction for Parents of Preschool Youngsters) que propone un programa con sencillas actividades, guiadas por un tutor, con el fin de promover su desarrollo educativo en una etapa clave de la primera infancia. En ese entonces, Iker tenía problemas de habla y a sus papás les pareció una buena idea para enfrentar las interrupciones educacionales de su hijo.

El método Hippy surgió en Israel hace 50 años con el propósito de empoderar a los padres y madres para que fueran los primeros educadores y formadores de sus hijos en el hogar. Su creadora fue una investigadora que había migrado desde California a Tel Aviv y que trabajaba en el Departamento de Educación de la Universidad de Jerusalén. En Israel el programa comenzó en un pequeño barrio como un estudio piloto al que inicialmente se le conocía como “el desafío” y terminó siendo implementado por el gobierno -a través del Ministerio de Eduacación- como un método de enseñanza estatal. A través de actividades que buscan promover el crecimiento de niños entre 2 y 4 años, Hippy comenzó a expandirse internacionalmente para llegar a operar en la actualidad en 13 países, incluyendo Chile desde 2018. En todos la base del modelo es la misma: devolverle a los papás el protagonismo en la crianza y educación de sus hijos.

Actualmente, debido al distanciamiento, el desarrollo social de los niños se ha visto interrumpido y por eso los métodos complementarios de educación en casa se han vuelto vitales. Es que los primeros años de vida son un periodo crítico para el desarrollo cognitivo, del lenguaje y de las habilidades sociales y emocionales de las personas. “El período entre los 2 y 4 años es muy importante para el desarrollo de las funciones cognitivas superiores. El cerebro nunca va a estar tan abierto a la experiencia del medio como en ese momento”, explica la psicóloga infantil, Andrea Cardemil. La especialista dice que los niños aprenden estas funciones ejecutivas a diario en las relaciones con sus padres y, sobre todo, en el juego. “Se puede estimular el desarrollo de estas funciones cognitivas superiores, generando experiencias significativas de aprendizaje en casa”.

Hippy propone un programa que incluye la capacitación de tutoras comunitarias para que ellas realicen visitas en otros hogares con técnicas de dramatización (role-playing) para que los padres o cuidadores apliquen actividades semanalmente con los niños. Así mismo se hizo por primera vez en nuestro país hace dos años, en un programa piloto en la municipalidad de San Joaquín, donde participaron cinco tutoras y cuarenta familias. Este programa de 30 semanas, con 5 a 6 actividades semanales, está pensado para hacerse en la casa. “Nosotros entregamos los libros de cuentos, materiales y cuadernillos con los guiones de estas actividades. No se necesita mucha capacitación y es simplemente que los padres compartan con sus hijos este juego guiado 15 minutos al día, el que ha mostrado tener todos los efectos positivos en los niños”, comenta Carolina Andueza, Directora Ejecutiva de Fundación CMPC.

Hasta el año pasado, Hippy tenía presencia en tres regiones del país, en ocho comunas, sumaba más de 20 tutoras y había sido aplicado por más de 200 familias. Hoy, tras cinco meses de cuarentena, se estima que esos números se han multiplicado. “El aprendizaje más temprano y más poderoso de los niños proviene de su familia”, dicen de Hippy Chile. “Esta evidencia muestra que alentar la alfabetización y la matemática en la primera infancia prepara a los niños para el éxito en el aprendizaje durante toda su vida”.

Las comunidades locales de este programa tienen coordinadores a los que se puede contactar a través de su página web para acceder a los materiales. Todo se hace de forma gratuita y la idea es involucrar no sólo a la familia, sino que a las comunidades completas a ser parte de este método. A principios de este año la Subsecretaria de la Niñez, Carol Bown, reconoció el aporte que significa el método tanto para niños, como para sus padres. “Escuchar a las madres y a las tutoras es emocionante y saber que se han hecho más de 6.000 visitas durante el año pasado, es espectacular. Porque esto ocurre en sectores que son de más difícil acceso donde a veces no hay un jardín infantil tan cerca, genera un efecto muy positivo en esas familias”, dijo.

Paola Jiménez cuenta que su hijo Iker todavía tiene problemas de lenguaje, pero ahora habla más y entiende muchas cosas que antes no entendía. “También estableció una forma más dinámica de relación con las figuras geométricas y los colores a través de los cuentos. Es que no se trata sólo de escuchar historias, ellos se hacen parte. Lo veo más interesado por las cosas, pregunta más”, cuenta. “Este modelo educativo te da seguridad a la hora de enseñarle, porque sé qué comunicarle a Iker. A la vez, nos ha dado tranquilidad, porque es una rutina que esta organizada”, agrega.

En una investigación realizada en Nueva Zelanda en 2016 se observó que los niños que eran parte de este programa sabían más letras que sus pares, y que cuando cumplían 6 años era más probable que leyeran libros más avanzados y complejos. Es que los niños que han pasado por Hippy, según explica Carolina, tienen -a largo plazo- mejores resultados en lenguaje, matemática, y en reacciones conductuales y emocionales que sus pares que no han sido educados metodológicamente en casa. “Incluso se ha demostrado que los padres tienen mayor autoconfianza y transmiten esto a sus niños. Todo esto con actividades tan sencillas como leerles un cuento”, agrega.

De todas formas, según especifica la psicóloga Andrea Cardemil con respecto a ciertas estimulaciones que se recibe a través de los contactos, entre los 2 y 4 años hay algunos aprendizajes que se dan en la interacción con pares y grupos que no se pueden reemplazar, pero sí recuperar.