Por María José Salas

Paula.cl

La aventura de reinventarse (Ed. Cuarto Propio) es un libro escrito por Isabel Vega, quien estudió Educación en la Universidad Católica y luego realizó un Máster en Comunicación en la Universidad de Virginia, Estados Unidos. En sus más de 200 páginas la autora relata la historia de personas que han vivido un antes y un después en sus vidas. "Ellos han tomado la decisión de reinventarse, lo que les ha abierto la puerta hacia un nuevo camino. Conocer sus experiencias nos permite ver que es posible modificar la hoja de ruta en cualquier etapa o condición, transformando las crisis en oportunidades y creando otras realidades a partir de una opción personal", afirma Vega. El libro, además, profundiza en la idea de que las circunstancias en la vida de una persona no deben condenarla a tener un destino predeterminado, sino que hay que entenderlas como el escenario para desenvolverse.

Los 15 testimonios de chilenos relatados por la autora dan cuenta de personas que han superado grandes pruebas en su vida, como: pobreza, accidentes, derrotas, enfermedades o simplemente cambios, y aunque no han sido procesos rápidos o fáciles de enfrentar, han terminado siendo personas felices y esperanzadas por el simple hecho de querer reinventarse y optar por una vida radicalmente diferente a la que llevaron antes.

Aquí, la historia de Eliana Billing, que es parte del libro.

Un amanecer de primavera ella despertó muy angustiada porque no había escuchado llegar a su hijo la noche anterior. Sólo se oía el canto de los pájaros en el jardín y recién se asomaban los primeros rayos de sol por la ventana, cuando recibió una llamada que le comunicaba la más triste de las noticias. Su hijo mayor había muerto, y por segunda vez, el destino la golpeaba con una pérdida dramática.

En la primera oportunidad Eliana era solo una niña que vivía en una casa de avenida Colón. Sus primeros recuerdos son de cuando estaba aprendiendo a caminar. Recuerda que veía la reja muy alta, el patio enorme, los pastelones gigantes, y al fondo escuchaba las voces de su familia alentándola a conseguir su primer logro. Su papá trabajaba en un banco, su mamá era dueña de casa, y tenía un hermano menor con el que jugaba todo el día. Después de su nacimiento el papá había desaparecido de sus vidas, y solo podían escuchar su voz tranquila y su sonrisa cuando iban a visitarlo a la oficina. En esa época su mamá era muy joven y quedó sola. Ella era una mujer cariñosa que les daba enormes abrazos, pero detrás de esa calidez ocultaba muchos miedos y una severa tendencia familiar a la depresión, que finalmente la llevó al suicidio.

Eliana tenía 6 años cuando murió su mamá. Hacía poco tiempo que había perdido a su adorado abuelo, de un largo y doloroso cáncer que dejó a su familia en la ruina. Y un día sin saber por qué, ella y su hermano se tomaron de la mano y los llevaron a vivir con su abuela materna y sus dos tías solteras. Les dijeron que la mamá se había ido de viaje, seguramente con el propósito de evitarles un sufrimiento mayor. Cada vez que preguntaban por su regreso les hacían cariño y los abrazaban, sin embargo, eso no impedía que la extrañaran y se hicieran preguntas.

- ¿Qué sentías tú en ese tiempo? "Yo me daba cuenta que algo terrible había sucedido. Me sentía sola, me hacía falta su risa, los veía a todos vestidos de negro, escuchaba susurros, conversaciones interrumpidas cuando entrábamos a una habitación, me parecía todo muy extraño", evoca Eliana. "Expresaba mi dolor llorando por cualquier cosa, no entendía por qué mi mamá me había abandonado si yo la quería tanto. La pena me hizo volverme tímida y durante mucho tiempo no quería hablar". Antes de saber la verdad, recuerda que se le repetía un sueño "sonaba el timbre del departamento y al abrir la puerta veía a mi mamá con una maleta en la mano que venía a buscarnos". Diez años más tarde, esta sensación se hizo presente cuando una noche antes de dormir "estaba pensando en ella y sentí que una mano acariciaba mi pelo. Tengo la certeza de que estaba a mi lado. Desde alguna dimensión del espacio vino a ver a los hijos que una vez había dejado acá".

Después de la partida de su madre, su padre se alejó totalmente de sus vidas y le entregó la tutoría legal a su abuela, quien desde entonces se hizo cargo de su crianza. Ella se transformó en un pilar sólido y presente, que le dio protección y estabilidad. Su formación en una familia católica y un colegio de monjas significó, por un lado una contención y, por otro, una fuente inagotable de temores, pecados y castigos. "A los 12 años, buscaba en la religión la tranquilidad y las explicaciones que necesitaba sobre la muerte, el cielo y la vida en el más allá. Comulgaba todos los días buscando un poco de paz, pero no encontraba respuesta a mis preguntas vitales. Entonces, dejé de comulgar y solo iba a misa los domingos con la familia. Me alejé sintiéndome culpable, pecadora y con una profunda sensación de vacío interior", reflexiona.

Eliana siempre fue una buena alumna, no le daba problemas a nadie y tenía una vida aparentemente normal, con las amigas, fiestas y pololos de la época. Los últimos años de colegio los hizo en el liceo 14 de Las Condes, porque le quedaba más cerca de la nueva casa donde se habían trasladado. Cuando egresó decidió estudiar Dibujo Técnico, puesto que era una carrera corta y práctica que su familia podía costear. Rememora ese tiempo como un lindo período en que conoció a personas diferentes, que tenían otros intereses y le abrieron el mundo. Fue en su primer trabajo en una oficina de arquitectos cuando conoció a Alejandro, quien se convertiría en su primer marido y le daría un gran vuelco a su vida. Él era un joven artista, pintor y bohemio que también estaba en búsqueda de sentido. Se enamoraron y con él comenzó una nueva etapa. "Me fui de la casa a pasar unas vacaciones y no regresé. Lo lamenté por mi abuela, pero necesitaba tener la experiencia de la libertad", confiesa Eliana. Primero se fueron a vivir un tiempo con una comunidad hippie a Horcón, y luego, su hermano los invitó a viajar al norte a otra comunidad en el valle del Limarí, donde se estudiaban las enseñanzas del libro Bagavad Gita. Esto los motivó y partieron a dedo con sus mochilas y sacos de dormir en busca de algo que los enriqueciera interiormente. "Ahí tuve mi primera 'experiencia mística', comenta. Tuve conciencia de que somos mucho más que un cuerpo físico y que el espíritu puede manifestarse con mucha fuerza, lo que me trajo una inmensa alegría y paz interior".

Esta vivencia la impulsó a ir a un centro espiritual para meditar y conocer más sobre los maestros de la India. Allí se interiorizó de los libros sagrados y escuchó hablar por primera vez de Buda. También pudo comprender mejor las verdaderas enseñanzas de Jesús, El Cristo, y por fin encontró las respuestas que hace tanto tiempo su alma necesitaba.

En esos años se casó con Alejandro y su vida siguió desenvolviéndose en un mundo alternativo. Él estudiaba y pintaba, ella bordaba, hacía ropa y sandalias de cuero para vender. Hasta que la llegada de Juan Pablo, su primer hijo, marcó un nuevo hito en su trayectoria. Como la crianza de este niño requería de una vida más tranquila y estructurada, decidió regresar a Santiago a vivir otra vez con su abuela, quien la acogió con mucho cariño.

Una vez separada e instalada de vuelta en la capital, dejó las manualidades y buscó un trabajo estable como dibujante técnico. Y cuando Juan Pablo cumplió 5 años, se casó con su actual marido, Klaus, quien era un hombre soltero proveniente de una familia alemana, ordenada y tradicional. Él era una persona buena y cariñosa con quien su hijo se llevó bien desde el principio. Al año siguiente, nació su segundo niño, Christian, que llegó a completar su felicidad. Sentía por fin que tenía una vida plena. Así pasó un largo tiempo hasta esa fatídica mañana en que le avisaron que su hijo mayor había partido.

- ¿Cuál fue tu reacción ante esa noticia? "Al recibir esa llamada entré en estado de shock, sentía un miedo visceral acompañado de un dolor sordo, indescriptible. No podía llorar. Me llené de abrazos, había mucho cariño a mi alrededor".

Juan Pablo era un joven que estudiaba Publicidad. Había cumplido recién 22 años, era tímido, bondadoso y muy introvertido, le costaba mucho hacer amigos y relacionarse con sus pares. Tenía períodos de buen humor y, otros donde se encerraba y se aislaba por completo. Estaba empezando un tratamiento con un especialista por una fuerte depresión. Y esa noche su mamá lo había animado a salir porque era el cumpleaños de una amiga que le gustaba mucho, incluso ella lo había acompañado a comprarle un regalo. Venía de vuelta de esa fiesta cuando chocó y, unas horas más tarde, tomó un revolver y se quitó la vida.

Cuando pasaron los días, la cabeza de Eliana estuvo a punto de estallar con la presión de tantas preguntas sin respuesta y sentimientos ahogados que la perseguían día y noche. Cada vez que miraba su cama vacía sentía un cuchillo en el corazón. "En dos ocasiones sentí que si me dejaba llevar por el dolor podía a enloquecer". Entonces, me dejé llevar hacia todo aquello que me hacía sentir mejor. Tenía dos amigas queridas que me contenían y acompañaban en todo momento. Una de ellas me llevaba en las tardes a escuchar el canto gregoriano de los monjes benedictinos, y eso me ayudaba a calmarme. Además, me regalaban continuamente sesiones de reiki para armonizar mi energía y mi sistema nervioso".

Con el tiempo ella se dio cuenta que había tenido muchos años felices con su familia, pero no había tenido conciencia de ello. La pérdida la había despertado. Ahí sintió que su vida se dividía en un antes y un después.

- ¿Cómo superaste esa experiencia tan traumática? "El dolor nunca desapareció, pero aprendí a vivir con él. Después de muchos años, un día en que estaba jugando con mi primer nieto, él hizo algo gracioso que me hizo reír a carcajadas. Y fue en ese momento cuando finalmente recuperé la alegría de vivir".

El duro peregrinaje realizado por Eliana a través de desiertos y montañas, sin duda la ha fortalecido y la ha hecho crecer. Esta resiliente mujer ha tenido que reinventarse varias veces a lo largo de su vida, y ha sido capaz de convertir su sufrimiento en una sabiduría que durante años transmite a través de sus talleres de metafísica y desarrollo personal. Además, se ha convertido en terapeuta para ayudar a otros que como ella han sufrido grandes dolores y necesitan apoyo para recuperar la esperanza y la paz.