La pérdida y el desperdicio de alimentos es un problema serio: alrededor de un tercio de los alimentos que se producen en el mundo a diario se pierden o desperdician, lo que representa cerca de 1.300 millones de toneladas anuales, según precisa la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). A diferencia de las pérdidas –que ocurren, por ejemplo, cuando se envasa mal un alimento y por ello queda en mal estado– los desperdicios ocurren en las fases de distribución y consumo de la cadena alimentaria, cuando botamos una parte de un alimento que creemos que no tiene utilidad o cuando conservamos por mucho tiempo alimentos hasta que se descomponen. El problema es que los desperdicios no solo tienen un costo monetario, también hay uno ambiental que, de hecho, representa el 8% de las emisiones de gases de efecto invernadero generadas por el hombre.
En el contexto actual de pandemia se hace más necesario tomar conciencia de esto. Así lo explica el doctor Miguel Arredondo, presidente de la Sociedad Chilena de Nutrición (SOCHINUT), quien dice que todos podemos contribuir a evitar botar los alimentos desde el lugar donde nos toca desempeñarnos. “Podemos empezar en casa, revisando los alimentos que tenemos y prefiriendo utilizar todo lo que está allí antes de volver al supermercado, independiente de que no estén tan bonitos o no estén en su grado de madurez óptima”, dice. Y agrega: “Lo primero que se debe hacer es planificar lo que cocinaremos y preparar sólo la cantidad necesaria según el número de integrantes de la familia. Y si sobra, reutilizarla para armar otros platos”. Para ello es fundamental conservarlos de manera adecuada. Y también aprender a detectar cuando un alimento está efectivamente descompuesto o solo ha alcanzado un grado de maduración mayor. “Los alimentos más maduros o feos se pueden aprovechar en preparaciones como purés o tortillas o en platos en los que su estética no sea lo relevante”, agrega Arredondo.
Además, es muy importante aprovechar los vegetales de mejor manera, ya que muchas veces se botan cáscaras, tallos u hojas comestibles sólo por desconocimiento o porque no es la costumbre comerlos. Arredondo explica que medidas como estas favorecen además a la economía familiar, ya que menos desperdicio de alimentos equivale a un menor gasto en compras. Esto fue confirmado en una investigación realizada por el departamento de Nutrición del Instituto de Nutrición y Tecnología de los Alimentos (INTA) en 15 familias de la Región Metropolitana. En él se determinó que al año se podrían ahorrar hasta el 90% de un sueldo mínimo con todo lo que se bota a la basura.
Algunas ideas para lograrlo
Según el especialista, lo primero donde hay que intervenir es en las compras. “Lo ideal es adquirir sólo lo necesario y para ello se debe elaborar una lista previa de productos que faltan para completar la despensa familiar antes de ir al supermercado y elegir aquellos que tienen mejor rendimiento y mayor duración como las legumbres, cereales y conservas”.
La conservación también es importante. “Limpiar habitualmente el refrigerador y mantenerlo en orden, fijarse que la temperatura esté entre 0 y 5 grados centígrados, si se guarda comida preparada ponerle la fecha en que se hizo y la regla de consumo ideal es utilizar aquellos vegetales que tiene menos duración considerando el nivel de antigüedad de los productos: lo primero en llegar, es lo primero en salir”, agrega Arredondo. Se deben considerar también las condiciones de almacenamiento que vienen en la etiqueta de los productos envasados y cómo estas cambian una vez abiertos, ya que abrirlos reduce su vida útil.
Además, el especialista invita a preferir envases que prolonguen la vida útil de los alimentos. “Todos los recipientes pueden contribuir, de acuerdo a sus cualidades, a conservar los alimentos. Por ejemplo, el vidrio y plástico pueden ayudar a que los olores dentro del refrigerador no se mezclen. Al momento de comprar, es mejor preferir aquellos envases que tienen un mayor poder de conservación y protección como los de Tetra Pak, que en el caso de la leche se puede almacenar hasta por 6 meses y una vez abierta, dura tres días refrigerada. Otro consejo es elegir envases que se adapten a las necesidades de consumo del hogar: pequeños para pocas personas y familiares para grupos más grandes”.
Finalmente, Miguel Arredondo enseña a cómo interpretar de manera adecuada las observaciones que vienen en el envase de los alimentos: “‘Consumir antes de’ indica una fecha en la que el alimento es seguro para ser consumido; mientras que ‘consumir preferentemente antes de’ significa que la calidad del alimento es mejor antes de esa fecha, pero sigue siendo seguro para el consumo después de esta por un tiempo determinado y según el tipo de alimento”.