Cada persona es un universo: yo me hice vegetariano porque tenía una abuela mística que antes de los nueve años me advirtió que cuidara a los animales porque lo más probable es que fueran seres reencarnados. Tras los ojos de una vaca, por ejemplo, yo podría mirar a un ex humano que de alguna manera habría regresado al mundo a ajustar cuentas. Paradójicamente, en el patio de mi casa mi papá tenía un criadero de cerdos y gallinas. A la misma edad vi cómo varios de mis mejores amigos emplumados eran degollados frente a mí. De manera natural, pero por razones gráficas, fui repudiando el sabor y el olor de los animales en la mesa.

Casi veinte años después y sin ánimo de convertirme en un insufrible activista que no da tregua, hablé con mi mamá, tutora abnegada de cinco perros, pero que no tiene miedo de faenar un cerdo. Frente a ese mismo evento, para un dieciocho de septiembre, y mientras acariciaba a un perro salchicha que físicamente se parece más a un chancho que a un can, me explicaba con toda seguridad que dios había hecho el mundo y todo lo que había sobre él era para nuestro goce.

“Este es uno de los argumentos más recurrentes, incluso entre personas que no son creyentes”, responde Ignacia Uribe, periodista, activista animal y fundadora de la Fundación Veg. “A pesar de que, según se dice, los seres humanos ejercen un dominio sobre el mundo, focalizando nuestra atención en la inteligencia, tendemos a pasar por alto otras formas de inteligencia presentes en los animales: algunos poseen un agudo sentido del olfato, superando al nuestro; mientras que las ballenas tienen su propio lenguaje y se comunican a través de kilómetros bajo el agua, algo que nos resulta inalcanzable. En este sentido, resulta injusto limitar nuestra comprensión del mundo exclusivamente desde la perspectiva humana”.

Ignacia creó en 2012 la organización Fundación Veg -ex Vegetarianos Chile-, presente en cinco países de la región, motor de diversos proyectos de Ley que buscan la protección de los animales y creadores del famoso Veggie Challenge, un programa gratuito de 30 días que promueve la alimentación 100% a base de plantas. Pero a pesar del paso de los años, ¿existen prejuicios hacia la gente vegui hoy cuando se calcula que existen cerca de 79 millones de veganos en el mundo?

“Recuerdo la época en la que apenas había Internet, cuando era cosa de hackers, y el vegetarianismo estaba vinculado a una cosa sectaria o a la gente más orientada al new age. Creo que para algunas personas, de generaciones mayores, quizás aún persiste esta idea.

También se hacen asociaciones que no tienen nada que ver. Cuando estaba embarazada, me hacían preguntas insólitas, como si iba a tener a mi guagua en la casa o si no iba a usar anestesia. No tiene ninguna relación con ser vegetariano o vegano. Yo trato de explicar que hoy en día el veganismo está respaldado por la ciencia, que desde esa área se nos dice constantemente que reducir el consumo de carne es beneficioso para la salud y que la producción de carne es una de las principales causas de contaminación. Entonces el elegir una vida donde se consuman menos productos de origen animal vendría siendo una decisión con repercusiones colectivas.

Ayer me pasó que llevé a mis hijos al pediatra y me dijo que tenía que tomar dos porciones de lácteos al día. Lo que está mal ahí es la perspectiva, lo que debería haberme dicho es los gramos de calcio, porque la fuente de dónde la consumen es lo que se discute. Hay una falta de información que tiene que ver con el origen de una escuela con una perspectiva carnista”.

Tus hijos tienen entre dos y cuatro años, ¿cómo crías una familia vegui?

“No crié a mis hijos como veganos al 100%. Ellos son vegetarianos, lo que significa que nunca han consumido carne. Sin embargo, tomamos una decisión familiar y discutida, permitiéndoles comer huevos antes de cumplir un año como una especie de prueba para evitar posibles alergias. Aunque los huevos no forman parte regular de su dieta diaria en casa, que es predominantemente vegana, mantengo un enfoque más relajado cuando se trata de situaciones sociales. Por ejemplo, si quieren disfrutar de un pedazo de torta en una fiesta de cumpleaños.

Mi hija, que está a punto de cumplir cuatro años, es muy consciente de que algunas personas consumen animales, incluyendo a sus abuelos a quienes adora. Sin embargo, ha tomado la decisión personal de no hacerlo. No me pide carne. Es fascinante ver cómo, a su corta edad, ha desarrollado su propia perspectiva sobre la alimentación y, a veces, me hace preguntas que me hacen reflexionar sobre nuestra elección de estilo de vida. Ella sabe que los hijos animales quieren estar con sus mamás al igual que ella conmigo.

A nosotros no nos dieron una alternativa, nadie nos contó cómo funcionaba la industria de la carne, entonces lo que trato de hacer es dársela a ellos y si en el futuro deciden comer carne, será una elección”.

¿Y cómo se le explica a los niños esto?

“Comencé a hablarle a mi hija sobre el veganismo cuando tenía alrededor de dos años y medio, y ahora está a punto de cumplir cuatro. Creo que es bastante fácil hablar este tema con ellos porque les brota la empatía de manera muy natural. Como dice el dicho clásico, ‘si le das a un niño una manzana y un conejo para jugar, nunca se comerá al conejo; elegirá la manzana’. Parece que instintivamente tienen ese cariño por los animales desde que nacen.

Además el mundo de ellos está muy marcado por la presencia de animales. Desde juguetes hasta dibujos animados, están generalmente protagonizados por animales. Entonces, gradualmente, le expliqué a mi hija que hay cosas que son de origen animal, que eso puede causarles dolor. Siempre evité detalles gráficos, pero creo que ha sido crucial ser honesta y obviamente suavizar un poco el lenguaje, explicándole la realidad de lo que significa cuando alguien está comiendo un producto de origen animal. Además, creo que es importante no mentir y ser transparente, pero adaptando la explicación a su nivel de comprensión. A medida que crece, estoy abierta a responder sus preguntas y seguir hablándole sobre el veganismo de manera que pueda entenderlo y tomar decisiones informadas”.

¿Qué come un niño vegetariano en un día normal?

“Mi hija ayer llevó al jardín pasta con un pesto de brócoli, pero otros días lleva bolognesa con carne de soya, zapallitos al horno rellenos con arroz y soya también. Como cualquier otro niño, a veces también come nuggets pero hechos a base de plantas, que en el supermercado tienen un valor muy similar a los otros. A ella le encanta el hummus y lo disfruta mucho. Dice muy orgullosa ‘mi mamá es vegetariana, mi hermano es vegetariano y yo también’”.

¿Crees que el veganismo es una cosa de privilegio?

“Cada persona es distinta, es un mundo, tiene un contexto diferente, pero hoy en día la mayoría de nosotros podemos elegir. Hacer un cambio cada vez que vamos a comer es una oportunidad. Este es un movimiento de justicia social y el lado opresor tiene muchas narrativas y herramientas para frenar el avance en los derechos de los animales. Acá aparece el meatsplainning, una de las grandes barreras que ha tenido el mecanismo para posicionarse en el debate público, porque son las típicas excusas que dan sin ningún fundamento: que el veganismo es de cuicos, que es más caro, que no es sostenible en el tiempo, entre otras. Pero si nos vamos a los datos duros, por ejemplo, ser vegano puede ser incluso mucho más barato. Comprar legumbres es más económico que comprar carne. En el mundo vegetal se abren muchas opciones.

Dicen también que la leche vegetal es más cara que la leche de vaca, y efectivamente lo es, sin embargo, los adultos no necesitamos tomar leche. De hecho, el 75% de las personas en el mundo tenemos algún grado de intolerancia a la lactosa. El único grupo que desarrolló una mutación que no le produce esta inflamación y esta intolerancia son las personas que viven en el norte de Europa. Entonces aparecen otras preguntas, que más que los privilegios, tienen que ver con los gustos personales o el sistema en el que vivimos, donde a partir de la cultura se dicta lo que uno va a comer”.

Aunque la perfección sea difícil, cada elección consciente hacia el veganismo contribuye a un impacto positivo en el bienestar animal y el medio ambiente”.

Acabas de publicar ‘Cómo ser vegan hoy: una guía práctica para unirse al veganismo y salvar el mundo’, ¿cuál es el objetivo de este libro?

“Me he topado con muchas personas que les encantaría hacer un cambio y están de acuerdo con el movimiento animalista, pero les cuesta muchísimo incorporar una alimentación basada en plantas. Hacer un cambio de hábitos no es fácil. Entonces está pensado para acompañar a las personas en esa transición y que ese paso a paso, en realidad, vaya a un ritmo agradable. Hablamos de activismo, empatía, los lácteos, la cosmética, el feminismo e incluso hay un recetario. Pero lo que he visto últimamente en nuestro país, es que se ha dado una convergencia interesante: hay muchas startups y otras fundaciones que han aportado al cambio”.

En tu libro mencionas un concepto que facilita mucho la transición hacia una vida consumiendo la menor cantidad de productos de origen animal: el veganismo imperfecto.

Los productos de origen animal están presentes en prácticamente todos los aspectos de nuestra vida cotidiana: desde el pavimento hasta el pegamento de las zapatillas, pasando por automóviles y hasta en el transporte público. Incluso, existe una investigación de una diseñadora holandesa que rastreó las partes de un cerdo desde su fallecimiento, encontrando que estas terminaron en más de 100 productos diversos.

Muchos de ellos no se asocian de inmediato con insumos de origen animal, como vinos, balas, papel de lija, cápsulas de medicinas, frenos de tren, moldes de aluminio, cigarros, jabón, pintura de pared, entre otros. Frente a esta realidad, ¿cuál es la solución? Quizás la clave esté en abrazar un veganismo imperfecto, reconocer que la eliminación total de productos de origen animal puede ser un desafío logístico, pero buscar opciones más éticas y sostenibles cuando sea posible. Es un recordatorio de que, aunque la perfección sea difícil, cada elección consciente hacia el veganismo contribuye a un impacto positivo en el bienestar animal y el medio ambiente”.

En el proyecto de Constitución anterior, se proponía incorporar no solo a los animales como seres sintientes, sino también como sujetos de derechos a una vida libre de maltrato. En esta oportunidad, se rechazó la iniciativa “Chile por los animales”, ¿qué te pasa con eso?

“Este proceso es peculiar, ya que está liderado principalmente por los republicanos, quienes se vinculan directamente con la tradición de utilizar a los animales como herramientas para el uso humano. En ese sentido, resulta políticamente más complicado lograr la aprobación de estos sectores en este tipo de propuestas. Pero existen lugares en el mundo donde, tanto la izquierda como la derecha, están de acuerdo en avanzar en temas animalistas, porque es algo urgente. Sin embargo, en países como el nuestro, Argentina o Colombia, donde la derecha está estrechamente vinculada a la tenencia de tierras y, por ende, a la cría de animales, estos logros se vuelven mucho más desafiantes. Esto es especialmente relevante dado que Latinoamérica es una región productora de carne para el consumo del primer mundo. Tenemos un papel crucial en este esquema”