Por qué es importante ponerle límites al consumo de información
El 30 de marzo la compañía de investigación de marketing en internet Comscore –que en estos meses se ha dedicado a estudiar el impacto del coronavirus en los comportamientos del consumidor online– publicó un artículo en el que se establecía que en la medida que los alcances de la crisis sanitaria se hacían más tangibles, los consumidores estaban mutando radicalmente sus formas de interactuar con los contenidos entregados en plataformas digitales.
En Italia, uno de los países más impactados por la pandemia, la semana del 16 de marzo las visitas a sitios web de noticias aumentaron en un 125% comparado con la semana del 30 de diciembre del año pasado. En Francia, en esa misma semana, el tráfico de esas páginas aumentó en un 68% y en España en un 87%.
Así mismo, en comparación con la semana del 30 de diciembre del 2019, la segunda semana de marzo las visitas a redes sociales aumentaron en un 31% en Italia, un 12% en Francia y un 48% es España. Mientras que las interacciones con aplicaciones de mensajería instantánea aumentaron en un 90% en Italia, un 70% en Francia y en un 97% en España.
Si la necesidad por estar informados –y mantener el contacto con el mundo exterior– siempre está latente, en tiempos de crisis esa necesidad se manifiesta aun más. Y es que contar con información, como explica el psicólogo de la Universidad Adolfo Ibáñez, Cristóbal Hernández, nos da una sensación de control y predictibilidad por sobre nuestro entorno. Estar informados, en definitiva, nos permite poder anticiparnos y eso nos genera una sensación de seguridad. Y en tiempos de crisis, cuando estamos más asustados y ansiosos, esa necesidad por predecir cobra mayor relevancia.
"Ante la incertidumbre, vamos a buscar información que nos pueda dar respuestas y recaemos en monitorear los medios –sean éstos canales de televisión, portales de noticias o redes sociales– para hacer estimaciones de lo que va pasar", explica Hernández. "En ese sentido, contar con información sobre el estado actual de las cosas es sano porque nos permite tomar decisiones de manera informada, pero se vuelve problemático cuando es una acción irreflexiva, rígida y recurrente".
Cuando pasa esto, como señala el especialista, el balance de utilidad de la información se vuelca al otro extremo y se transforma en algo que nos impacta de manera negativa: nos hace sentir más vulnerables y amenazados e incluso nos lleva a querer buscar más información aun. Como si se tratara de un círculo vicioso en el que solo existe lo que aparece en las plataformas con las que interactuamos. Una visión, por lo demás, parcializada, si consideramos cómo funcionan los algoritmos de estas plataformas de búsqueda, que nos muestran solo lo que ya hemos buscado y por ende lo que nos acomoda ver (sin la posibilidad de acceder a otras fuentes o visiones).
En un estudio llamado Investigating the Relationship Between Social Media Consumption and Fear of Crime publicado en Science Direct en el 2017, se establece que existe una relación directa entre la cantidad de tiempo que pasamos en las redes sociales y el miedo que le tenemos a los crímenes. No se logra dilucidar si es el miedo el que nos lleva a consumir más información o viceversa, pero en la medida que aumenta una de las variables también aumenta la otra.
Y es en parte por eso que en tiempos en los que pasamos en promedio 50 días al año interactuando con internet y redes sociales –el último informe de Online Nation publicado en 2018 plantea que el usuario común pasa alrededor de 3 horas y 15 minutos al día en internet– hay que saber ponerle un límite al consumo de información. Porque de lo contrario, se corre el riesgo de ignorar espacios que nos hagan sentir más seguros, que nos distraigan y que nos permitan conectarnos con otras dimensiones, tales como los vínculos afectivos, los hobbies y el desarrollo de nuestros intereses.
Como explica el académico de la Escuela de Publicidad de la Universidad Diego Portales e investigador del centro de estudios Ciclos, Andrés Rosenberg, siempre vamos a tener una necesidad por estar informados, el problema radica en que en las redes sociales y aplicaciones de comunicación instantánea, abunda la desinformación e información imprecisa. "A través de esta información imprecisa y la abundancia de información en general, las personas puedan quedar más ansiosas. Y es por eso que en estos momentos, más que nunca, hay que restringir su consumo", dice.
Su recomendación es recurrir una o dos veces al día a ellos, para poder así generar un filtro personal y tener mayor cuidado con los tipos de fuentes. De esta forma, como señala, se puede vincular el acceso a la información con la salud. "En momentos de incertidumbre buscamos un foco de tranquilidad y alivio en lo que consumimos, y tendemos a compartir más de lo habitual el contenido con el que interactuamos. Y así damos paso, justamente, a la desinformación sin antes corroborar".
En ese sentido, optar por auto-limitar el acceso a información tiene que ver con tener una rutina funcional en la que no predomine la ansiedad. "Hay que asimilar el acceso a información como si fuera cualquier otra actividad, como ducharse y comer. Algo puntual que buscamos o recibimos en momentos específicos, pero no atribuirles más importancia que esa". Cristóbal Hernández concuerda. "Están ocurriendo otras cosas en nuestras vidas que también debemos cuidar y a las que también tenemos que ponerle atención. Incluso aburrirnos, porque el ocio abre paso a la creatividad".
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