Irene Salvo Agoglia, académica e investigadora experta en diversidad familiar y adopción: “Hemos dado pasos gigantes en habilitar otras posibilidades de familia”
“La familia sigue siendo para todas las personas, independiente de la forma que ésta tome, el lugar fundamental de vinculación, gratificación y, al mismo tiempo, de conflicto”, dice Irene Salvo Agoglia, psicóloga de la Universidad de Chile con un Máster en Ciencias de la Familia de la Universidad de Santiago de Compostela y un Doctorado en Psicología de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Irene realizó sus estudios doctorales sobre el tópico de las adopciones monoparentales en Chile e investiga sobre adopción hace casi 15 años. Actualmente es académica de la Facultad de Psicología de la Universidad Alberto Hurtado. En esta entrevista habla sobre la familia como un lugar en disputa: “Hay pugnas políticas e ideológicas y también una serie de transformaciones culturales, sociales, legales y subjetivas que son evidentes cuando uno analiza las formas que van tomando las familias. En ese sentido, aunque la conformación de una familia puede verse como una decisión de carácter solo íntimo o meramente personal, cada persona negocia las posibilidades que tiene para construir su familia, sus deseos, decisiones y proyectos, con la sociedad de su época”, explica.
Igualmente, aclara que hoy en día existen formas emergentes y más creativas de tomar decisiones reproductivas o parentales. “A pesar de que los mandatos sociales se han debilitado en las últimas décadas en términos de conformar una familia tradicional, heterosexual, conyugal, etc., sería ingenuo pensar que hay total libertad y autonomía para decidir. Como sabemos, históricamente, las formas de trabajo han determinado la organización social de los cuidados, los roles de género y la construcción de las familias”.
¿Cómo influye el mercado del trabajo en la construcción actual de las familias?
De múltiples maneras. Por ejemplo, los procesos de postergación de la maternidad han estado altamente relacionados con el ingreso de las mujeres al trabajo extradoméstico remunerado, en la mayoría de las sociedades pos industriales, donde se carece de políticas concretas de conciliación de la vida familiar y los ciclos laborales. En cada vez más países, para muchas mujeres que desean desarrollar una carrera laboral es extremadamente difícil compatibilizar, si lo quisieran, con el ejercicio de la maternidad, o lo hacen a costos personales muy altos. Aumenta el número de madres primerizas después de los 35 años y, en paralelo, la práctica de criopreservación de ovocitos. Por un lado, hay mayor autonomía que en épocas anteriores y, por el otro, se sostienen una serie de condicionamientos, presiones y mandatos sobre las vidas de las personas que influyen en sus decisiones reproductivas y parentales.
De hecho, cada vez hay más parejas que deciden no tener hijos…
Claro, esto ya se venía mostrando en la década anterior. Incluso, hay una serie de movimientos, nuevas palabras o neologismos que se empiezan a crear para dar cuenta de las formas que va tomando una familia, por ejemplo, grupos como Dual Income, No Kids (DINK). Antes, era impensable decir –especialmente para una mujer– que no quería ser madre, o bien, debía argumentarlo para justificar que no tenía un problema. O una familia solo era definida –más allá de lo legal– por la inclusión de los hijos/as, pero ahora hay nuevas preguntas al respecto. Lo veo mucho con la generación de mis estudiantes de veintitantos años y en general en estas edades. Muchas parejas están decidiendo no tener hijos y que tienen perros o gatos, que les llaman los “perrhijos”, en las plazas ves cada vez más mascotas que niños y crece y crece el mercado orientado a los artículos para mascotas. Hay una transformación vertiginosa que dice relación con todo lo que está sucediendo actualmente en nuestro mundo. Hay personas que directamente no quieren tener hijos/as y otras que sienten que no existen las condiciones en ningún sentido: pandemias, guerras, crisis climática, crisis económica, sobrepoblación, etc. La pregunta por “traer hijos al mundo” en algunos países y sectores, se ha intensificado, aunque, a nivel global la población mundial continúa creciendo.
¿Y que hay respecto de la denominada eco ansiedad?
La percepción que tenemos sobre la crisis climática y ecológica, así como sus posibles soluciones también es un elemento que está influyendo en las decisiones reproductivas de las nuevas generaciones. Muchos adolescentes y adultos jóvenes están reflexionando mucho sobre si tener hijos/as o no. El campo de la vida familiar, es un campo en permanente transformación y disputa, influido por múltiples factores y dimensiones culturales, sociales, ambientales, políticas, legales, subjetivas, etc.
¿Ha habido un cambio más acelerado en las últimas décadas?
Es probable que sí, dada la aceleración tecnológica en diversos ámbitos, como la reproducción médicamente asistida o comunicacional. Sin duda alguna, los procesos de transformación, seguirán siendo influidos por una serie de eventos, circunstancias y condiciones que impactarán los deseos, decisiones y posibilidades de todas las personas. Algo que pienso, es que pasará si la revolución tecnológica se acelera más y más, por ejemplo, si se impulsa el multiverso, o bien, se desarrolla mucho más la inteligencia artificial. Me pregunto qué efectos podría tener sobre las formas de subjetividad, de hacer pareja o de hacer familia. Por ejemplo, ya existen apps como Lullamate o Coparentalys, orientadas a Coparentar, es decir, a buscar eventuales personas con las cuales podrías tener un hijo sin ser pareja. Son preguntas para el futuro, para un futuro muy cercano. También hay varios proyectos científicos de útero artificial. No lo valoro como negativo o positivo, lo describo y me pregunto cómo estas nuevas prácticas emergentes y creativas se relacionarán con nuevas subjetividades. En definitiva, la pregunta ¿qué es una familia? es más difícil de responder, o bien, tiene cada vez más respuestas.
¿Irá cambiando la forma de hacer familia en las nuevas generaciones?
Como decía antes, hasta hace diez años atrás, decir que no ibas a ser madre o padre era una cuestión problemática, que los padres de esas personas no comprendían. Pero es fundamental comprender que cada generación enfrenta contextos y condiciones diferentes, por lo tanto, sus decisiones son cualitativamente diferentes. Se producen desencuentros generacionales. Las nuevas generaciones tienen que argumentar por qué hacen un cambio de proyecto de vida o toman otras decisiones reproductivas o parentales diferentes con las generaciones que los preceden, pero también, en sus círculos de pares. Al mismo tiempo, percibo que, en algunos sectores, hay cada vez más respeto y menos intromisión sobre las decisiones reproductivas o parentales de otros, que lo que había antes.
La adopción
Irene ha desarrollado su investigación principalmente sobre temáticas ligadas al campo de la diversidad familiar, género, infancia y específicamente la adopción. En este último tema refiere que está pendiente la aprobación de una ley de adopción en Chile y que su debate da cuenta de que aún falta avanzar hacia la aceptación cultural de la diversidad familiar y de niños, niñas y adolescentes que son adoptados. “Sin ir más lejos, una de las cuestiones que trabó el debate legislativo fueron las posiciones contrarias sobre la adopción homoparental, lo cual demuestra que la transformación de la manera de hacer familias no es lineal, es compleja y problemática. En algunos momentos se producen ciertos saltos cualitativos o se alcanzan logros, como la ley de matrimonio igualitario, pero en otros casos estos cambios no se armonizan en todas las políticas, legislaciones ni menos aún en las prácticas. Siempre habrán sectores más de vanguardia, otros intermedios y otros más conservadores”, señala. Un punto crítico en la ley de adopción –agrega–, que se debe modificar, es el conocido orden de prelación y la armonización con otras legislaciones. Las parejas que tienen un pacto de unión civil no estaban contempladas. Por otro lado, los adoptantes monoparentales pueden hacerlo en tercer orden de prioridad, después, incluso, de matrimonios extranjeros. Lo que demuestra la predominancia de un modelo de familia por sobre otro, pensando que ese es el modelo “ideal”. Lo que subyace a esa idea es que una familia bien constituida para el Estado, sigue siendo el tipo de familia tradicional, a pesar de que la evidencia científica desde hace décadas es contundente en mostrar que no importa el tipo de estructura familiar para cuidar apropiadamente a un niño, niña o adolescente.
¿Existen cambios en las familias que se conforman por esta vía?
Sin duda que sí, sobre todo las últimas dos décadas han cambiado muchísimo las características y necesidades de los niños, niñas o adolescentes que son adoptados, de los adoptantes y de las familias de origen. Ya no se trata solo de bebés de madres solteras, que por lo demás eran estigmatizadas por serlo y “entregaban” a sus bebés para “reparar el pecado cometido” o darles una “familia bien constituida”. Pero hoy la mayoría de los niños, niñas y adolescentes han sido separados de sus familias de origen por una medida de protección; son más grandes, han vivido en residencias del Servicio de protección especializada de la niñez y la adolescencia (ex SENAME) o familias de acogida.
¿Y cómo ha variado el perfil de los adoptantes?
Antes, quienes adoptaban eran padres, generalmente matrimonios, heterosexuales, que no podían tener hijos mediante la biología. Esa era la configuración tradicional. Hoy hay adoptantes biparentales (parejas hetero u homoafectivas) y monoparentales. Aún hay muchas parejas que primero han pasado previamente por tratamientos médicamente asistidos, y no han podido tener hijos por la vía biológica, y se plantean como alternativa poder adoptar. Otras parejas o personas que adoptan como solteras se han planteado ambos caminos como posibilidad desde el inicio, es decir, conformar una familia con hijos biológicos y adoptivos. Otras parejas o personas que adoptan sin pareja que pueden tener hijos biológicos, están tomando la decisión de tener hijos por adopción porque consideran que para qué van a traer más niños al mundo cuando hay otros que están esperando una familia desde hace años en residencias de protección.
¿Dirías que el mayor desafío es terminar con el imaginario cultural de que cierto tipo de configuración familiar es mejor que otra?
Sin duda ese es uno de los desafíos que existen en este campo, pero no el único. A lo largo de las últimas décadas, hay una caída en cierto punto de ese imaginario, pero no deja de ser un lugar al que se vuelve a recurrir. La familia siempre será un territorio en disputa, altamente ideologizado y en el que circulan múltiples afectos, prácticas y relaciones de poder. Hemos dado pasos gigantes en habilitar otras posibilidades de ser familia, sin que necesariamente las personas o familias sean tan estimatizadas, patologizadas o excluidas como en épocas anteriores, pero en ningún caso ese proceso es homogéneo. Siempre hay involucradas luchas de poder y aún existen sectores altamente conservadores en nuestra sociedad. Es un permanente movimiento pendular, ninguna conquista dura para siempre. Incluso, leyes más igualitarias que se aprueban, luego pueden ser cuestionadas o eliminadas, está pasando con el matrimonio igualitario o el aborto en diferentes países. En Chile se acaba de lograr y, en otros países donde eso se logró, se está intentando desarmar, como Estados Unidos, Italia, etc. Ordenar y decir cómo puede o debe ser una familia, involucra regular y vigilar el orden social y moral, la sexualidad, la reproducción, el lugar de las mujeres, de la población LGTBIQ+, por algo existen tantos profesionales y especialistas orientados a la parentalidad y a determinar cuáles son las “buenas” o “malas” parentalidades, etc. Hemos avanzado mucho en la problematización y deconstrucción del imaginario de familia ideal, al mismo tiempo, que sabemos que ninguna familia en sí misma, ni menos aún por su estructura, es un lugar ideal ni patológico per se. En todas las familias se dan interacciones positivas y negativas, como se dice “hasta en las mejores familias” ocurren las mayores aberraciones como la violencia o el abuso, por tanto, tampoco está en la familia la promesa de la felicidad humana. En definitiva, los procesos de deconstrucción son complejos y no lineales, siempre estarán atravesados por pugnas, conflictos, tensiones, intereses y luchas de poder, y también por la creatividad producto de los escenarios en los que estamos, en los que diversos actores buscarán definir qué es o cómo debe ser una familia y, en particular, una “buena” familia.
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