Jennifer Calderón: "El amor propio va más allá de los rasgos físicos. Se trata de convertirnos en las personas que queremos ser".
No le gusta que le digan que es distinta por ser albina, porque cree que todos somos diferentes. Prefiere definirse como una mujer auténtica que se acepta tal cual es. Para ella el amor propio ha sido un proceso, porque no siempre se sintió cómoda en su propia piel y pasó por un periodo en que la opinión de los demás sobre sí misma fue más importante que la suya.
"Desde chica siempre me afectó sentir que la gente me miraba y murmuraba cosas como '¡mira su pelo!' o '¡qué blanquita que es!'. Me hacían sentir rara por ser albina. Eso me pasaba en todos los contextos de mi vida, en el colegio, en mi barrio, en la calle. Mis papás y mis hermanos me insistían en que no me preocupara, en que todos somos diferentes, pero cuando uno es adolescente no quiere sentirse distinta, sino todo lo contrario.
Pasé por una etapa triste; me encerré mucho y empecé a comer en exceso. Era una forma de hacerme sentir mejor porque en el día a día no lo estaba pasando bien. Decidí que no quería que me miraran feo, así que a los 12 años empecé a teñirme el pelo, las cejas y a pintarme las pestañas. Usaba un color rubio más oscuro que el tono casi blanco que tengo naturalmente. Me ponía maquillaje y salía a la calle tratando de pasar desapercibida. Mi familia me repetía que no era necesario que usara cosas para camuflarme, pero yo no quería escuchar. Fue una etapa en la que estaba más preocupada de lo que otros pensaran de mí y no en mi propia imagen de mí misma. Recuerdo que en esa época subí mucho de peso, más de 15 kilos. Como soy una persona bajita, se me notaba un montón, me veía completamente diferente. Cuando cumplí 18, me di cuenta de que no podía seguir así.
Me acuerdo de haberme mirado al espejo y haber sentido pena de estar haciendo cosas que realmente no quería hacer con mi cuerpo sólo para agradar al resto y encajar. Si pudiese decirle algo a la Jennifer de ese entonces, le pediría que no sienta miedo. Que todos somos diferentes y que ella es hermosa así como es. Consulté a una nutricionista, empecé un plan de alimentación más saludable y a hacer ejercicio. En un plazo de dos años, y con la ayuda de mi mamá que me apoyó en todo el proceso, bajé los 16 kilos que tenía demás y dejé de teñirme el pelo y de maquillarme en exceso. Ahora tengo una buena relación con mi cuerpo. Eso es algo que se construye en el tiempo. Hubo momentos en los que me sentí frustrada, pero yo misma me di ánimo para seguir. De a poco aprendí a quererme tal cual soy, a aceptar cómo me veo. Pero también aprendí a valorar las cosas que van más allá de lo físico. Creo que amor propio es poder mirarse al espejo como lo hice en ese momento y no ver solamente a una niña de piel clara y pelo blanco, sino que sobre todo una mujer con un carácter alegre, con valores, con una actitud positiva y que tiene buenos sentimientos hacia los demás.
Cada uno tiene que buscar su felicidad. Si un albino se siente contento tiñiéndose el pelo, me parece que está bien que lo haga. El problema es cuando cambiamos cosas de nosotros mismos sólo para agradar al resto. Yo aprendí que el amor propio va más allá de los rasgos físicos. Se trata de convertirnos en las personas que queremos ser. A mí me gusta mucho aprender sobre distintos temas por mi cuenta, informarme y tener opiniones con buenos argumentos sobre las cosas que me interesan. Actualmente en mis ratos libres estoy leyendo sobre técnicas de aprendizaje, porque me gustaría estudiar psicopedagogía. También estoy aprendiendo inglés con una aplicación que descargué en mi celular. No hay que olvidarse de que uno es mucho más de cómo se ve por fuera.
La gente me sigue mirando en la calle, pero entendí que los demás siempre van a criticar así que ya no los escucho. Si alguien me mira feo, no me doy ni cuenta. Me gusta como soy y me siento linda, pero no me considero una mujer vanidosa. Si bien me arreglo antes de salir de la casa, me compro ropa que me hace sentir bonita y me hago peinados diferentes todos los días, sé que eso no es lo único que tengo. Hace poco una amiga me enseñó a agradecer las cosas buenas que vivimos cada día. Cuando llego a mi casa antes de acostarme agradezco por ser como soy, por tener una familia que me quiere, por poder darme una ducha caliente todos los días, dormir en mi cama y tener un trabajo que me gusta con personas alegres que me hacen sentir cómoda. Eso es un privilegio, y me hace feliz".
Jennifer Calderón (22) trabaja como anfitriona en una compañía telefónica.
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