José Ramón Rodríguez, Cirujano plástico especialista en estética reconstructiva y Linfedema: “Hay afecciones secundarias al cáncer de mama que les tenemos que dar la visibilidad que merecen”
Cuando en una conversación entre médicos y pacientes se aborda el amplio y complejo espectro de todo lo que implica tener cáncer de mama, hay ciertos temas que suelen quedar fuera. La reconstrucción mamaria, con el tiempo, se ha ido visibilizando y posicionando como uno de los prioritarios, por lo que no hay forma de que no se aborde en la conversación inicial. Y es que hay un consenso tácito, como explica el cirujano plástico de la Red de Salud UC Christus, José Ramón Rodríguez, que establece que es un elemento fundamental dentro del tratamiento integral.
Pero no ocurre lo mismo con ciertos diagnósticos secundarios, resultantes incluso del tratamiento en sí, del cual muy poco se sabe a nivel social.
Uno de estos es el Linfedema, la acumulación anormal de fluidos en las extremidades –en el caso del cáncer de mama, en la extremidad superior a la mama afectada– que se produce por una disfunción del sistema linfático. En algunos pocos casos, es hereditario, pero cuando se trata de cáncer de mama, es una posible secuela del tratamiento en sí, especialmente en aquellas pacientes que se vieron sometidas a la mastectomía. De ellas, de hecho, hasta un 35% puede llegar a desarrollar la inflamación.
Aun así, y pese a los monumentales avances en su tratamiento –que en muchos casos consiste en una microcirugía ambulatoria–, no existe aun suficiente conciencia al respecto. Es, contrario a la reconstrucción mamaria previamente mencionada, de las afecciones secundarias que quedan fuera de las primeras etapas del proceso.
Los pioneros en el tratamiento del linfedema son japoneses. Es ahí donde estos procedimientos se aplican con mayor frecuencia y de manera estandarizada, pero en Chile –y pese al intento de los países en vías de desarrollo de considerarlo en el tratamiento integral–, Rodríguez es de los pocos que realiza la intervención quirúrgica.
Hoy, junto a un equipo del Hospital Clínico UC Christus, está ad portas de lanzar un programa multidisciplinario que busca generar conciencia respecto al manejo del linfedema, que involucra no solo a pacientes de cáncer de mama, sino que a instituciones y organizaciones ligadas a la salud. El linfedema ocurre, según profundiza el especialista, cuando el cáncer de mama involucra no solo la resección (completa o parcial) de la mama, sino que también de los ganglios en la axila. Esa intervención, denominada linfadenectomía, una vez combinada con radioterapia y quimioterapia, es la que puede resultar en un linfedema. De manera tal que son esos los tres grandes factores de riesgo para que se produzca esta acumulación de líquidos en la extremidad. “Cuando se habla de curar o no el cáncer, la conversación sigue siendo limitada. La reconstrucción mamaria aparece de todas formas, pero muchas veces, todo el resto queda en un segundo plano”, explica Rodríguez. “Ha habido un cambio cultural que nos ha llevado a buscar alternativas menos invasivas e integrales. En esa misma línea, hay que considerar que hay afecciones secundarias que son igualmente importantes y les tenemos que dar la visibilidad que merecen”.
¿Por qué es importante hablar de linfedema, y no solo en octubre?
Lo importante radica en que tiene que existir información, de libre acceso, respecto a los posibles riesgos y lo que viene después del cáncer de mama en sí. En ese sentido, caben los diagnósticos y afecciones secundarias, a las cuales muchas veces no se les da relevancia. Es especialmente importante que eso exista porque hoy en día son temas que se pueden tratar. Al menos acá nos hemos preocupado de informar respecto a cuáles son esos riesgos, cómo va a ser la experiencia para cada paciente y, en caso de que tenga altas probabilidades de tener una mastectomía y que le remuevan ganglios linfáticos de la axila, nos preocupamos de hacerle un taller previo a la cirugía justamente respecto al linfedema. En el taller también se aborda la posibilidad de reducir el riesgo de que ocurra, mediante una intervención poco invasiva al momento de realizar la linfadenectomía.
Lo que prima es la autonomía de las y los pacientes, más allá de lo que uno pueda sugerir. Pero para eso hay que entregar todas las posibles alternativas, hay que concientizar y visibilizar, y eso tiene que ser un esfuerzo conjunto y responsabilidad de todos los actores involucrados, sean instituciones, organizaciones, fundaciones sin fines de lucro, empleadores que tienen que facilitar los tiempos para que las mujeres se puedan hacer mamografías; y familias completas. Todos tienen que estar en estado de alerta, porque sabemos que la detección temprana es el mejor tratamiento para el cáncer de mama, y para eso todos pueden contribuir, facilitando información, informando si hay antecedentes familiares, etc.
En estricto rigor, el linfedema es una enfermedad crónica que determina que la paciente va a tener que convivir con un brazo hinchado, en mayor o menor medida, que con el tiempo se puede hinchar más –el líquido acumulado se puede transformar en grasa– o generar episodios de infección, pero hay muchas maneras avanzadas y poco invasivas para reducir el riesgo o tratar la condición, combinando tratamientos no quirúrgicos con otros quirúrgicos, y eso es lo que hay que comunicar. Saber eso es en medio de algo tan estresante, es esperanzador.
No es solo el cáncer en sí, sino que todo lo que está asociado incluso a nivel social. Los mandatos de género, lo que se espera de las mujeres a nivel de apariencias, estereotipos. ¿Lo ves en tus pacientes?
Contrario a lo que se cree, los cirujanos estamos presentes en todo el proceso, desde el minuto uno, y vemos cómo el cáncer de mama genera un impacto muy fuerte a nivel de autoestima y autoimagen. Y eso es evidente por el contexto en el que estamos; a nivel social, gran parte de lo que determina el atractivo femenino –estereotipado– está puesto justo en el pelo y en las mamas. Lo que también vemos es que muchas veces, la manera que tienen las pacientes de sobrellevarlo es entendiendo que son etapas transitorias, y que después se puede poner el énfasis en otras cosas.
Hoy en día es impensado no hablar de reconstrucción mamaria, si así lo quiere la pacienta. Contrario a otros tiempos, en los que el tratamiento del cáncer de mama era súper mutilante y restrictivo; se resecaba la mama y el pectoral, se aplicaban técnicas de radioterapia de alta intensidad, de tal manera que se generaba una deformación torácica. Todo eso ha ido mutando de acuerdo a las demandas de las personas y de los avances tecnológicos, hacia técnicas cada vez menos invasivas y que consideren la complejidad de lo que es pasar por algo así. Que consideren que el cáncer no es solo el cáncer en sí, sino que algo que afecta a múltiples dimensiones de la vida y por ende las soluciones tienen que ser integrales y amplias. Muchas veces hay posibilidades de preservar la piel de la mama, la areola y el pezón, de tal manera que se puede reconstruir el contenido manteniendo la piel. Todo eso es posible.
Cambió el cómo concebimos socialmente el cáncer de mamas.
Sin duda; ya no se trata de extirpar y eso no es algo que ocurrió porque sí. Responde a las necesidades y demandas sociales. El enfoque principal obviamente sigue siendo controlar el cáncer, pero se entiende que va mucho más allá, que hay una serie de dolencias, afecciones, diagnósticos, experiencias y cambios asociados. Y también se ha demostrado que a veces no es necesario abordar de una manera tan invasiva, que no es necesario sacar toda la mama, o sacar todos los ganglios. Hay que ir definiendo los criterios para poder ajustar el tratamiento en base a las necesidades de cada paciente. Es una forma más individualizada de verlo. Porque cuando hay seguridad de que va a tener un buen margen oncológico, se pueden empezar a empujar los límites.
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