1. Carronia: joyería a partir de insectos y plantas
Paulina González (37), pedagoga en danza, y Felipe Gutiérrez (39), licenciado en bellas artes, vivían en María Pinto, Melipilla, cuando hubo una plaga de tijeretas en 2018. “Era tal la cantidad, que realmente surgieron ganas de hacer algo con tanta tijereta. Y ahí apareció la idea: imagínate poder hacerlas joyas”, recuerda Paulina. Ella ya venía trabajando en el mundo de la orfebrería hace años y Felipe, a lo largo del desarrollo de su carrera, siempre investigó en torno al moldaje de diversas superficies y volúmenes. Ese año tomaron algunos cursos en Chile, y en 2019 fueron a especializarse a Florencia, Italia.
Así nació Carronia, que se define como una “joyería única en su especie” con piezas hechas a partir de insectos y plantas. ¿Cómo? Mediante la técnica de microfusión, también llamada fundición a la cera perdida, procedimiento escultórico que permite obtener figuras de metal por medio de un molde. Paulina González lo explica de esta manera: “En primer lugar seleccionamos los insectos y plantas. Luego, si es necesario, se fortalecen con cera de joyería algunas estructuras: las alas en los insectos y algún tipo de hojas. Con la ayuda de esta misma cera, se arma una especie de “árbol” en donde sus “ramas” son insectos y plantas. Después de esto, se mete el árbol en un cilindro metálico y se prepara el investimento (un tipo de yeso que se usa en joyería) vertiéndolo sobre el “árbol”. A continuación viene el horneado: en un proceso de ocho horas se cocina el investimento, la cera se derrite y la materia orgánica (insectos y plantas) se desintegran dejando su forma impresa en el yeso. Paralelo a esto hay que fundir la plata y verter el metal en el “árbol”, tomando la forma de sus “ramas” de insectos y plantas”.
La primera regla y la más importante es que los insectos que utilizan deben ser encontrados muertos. “Amamos la naturaleza y jamás sacrificaríamos la vida de algún bichito por esto”, dice Paulina. En cuanto a las plantas, tienen un vivero de suculentas que van reproduciendo y multiplicando y ahí mismo hacen la selección de diferentes especies.
Sus piezas más vendidas son los anillos ajustables de suculentas, en el que las flores quedan “flotando” entre los dedos, aunque el mundo de los insectos tiene sus seguidores también. “Si bien hay gente que no puede entender el usar una mosca como joya, hay un público que es fanático. También el escorpión se ha vuelto uno de nuestros caballitos de batalla, sobre todo de la gente que es de ese signo zodiacal y llevan su insecto con orgullo como collar, anillo o aros”.
2. Pochi Lab: leche materna inmortalizada en joyas
Cuando se convirtió en mamá, Ignacia Contreras (33) decidió que no quería volver a su trabajo como diseñadora de ambientes en una tienda de retail, sino que intentaría emprender. Y le hacía sentido hacerlo con algo que tuviera que ver con la maternidad. Después de realizar una serie de investigaciones, en noviembre de 2021 surgió su marca, Pochi Lab, con la que comenzó vendiendo kits para hacer joyas con leche materna en la casa. “El kit trae un tutorial y todos los elementos necesarios, no hay que comprar nada aparte. La idea es que la mujer seque su leche y la haga polvo, y con eso construya su propia joya”, explica Ignacia, quien les envía a sus clientas la pieza (anillos, dijes, pulseras o aros) con un espacio vacío para que lo rellenen. “La idea tuvo desde el inicio una muy buena recepción, fue la primera propuesta en la que una madre podía acceder a crear un recuerdo de este vínculo”, recuerda. A medida que fue creciendo el negocio, muchas clientas le pedían a Ignacia que les hiciera ella las joyas. De esta manera, Pochi Lab se dividió en dos grandes áreas: los kits para hacerlo en casa y las joyas a pedido.
“No fue sencillo encontrar la fórmula, requirió mucho ensayo y error, porque si la leche la deshidratas, queda la grasa y nada más; y queda amarilla. Entonces, desarrollé una técnica para que ese polvo de leche quede blanco, no grasoso, y que perdure a lo largo de toda la vida”, explica Ignacia. Y agrega que, en el camino, se ha abierto a trabajar con otros elementos, como placenta, cordón umbilical, pelo y retazos de tela.
Si bien el foco está en la relación madre-hijo, Ignacia también ha hecho trabajo para quienes han perdido a sus mascotas, o para novias que quieren inmortalizar las flores que utilizaron en su ramo de matrimonio. “Es una forma de eternizar un momento importante en la vida y tenerlo contigo para siempre a través de una joya”, concluye.
3. Amentia Tienda: joyas de plástico reciclado
Dar una nueva vida al plástico para convertirlo en un accesorio fue lo que motivó a Vanya Sepúlveda (23), estudiante de Artes Plásticas en la Universidad de Chile, a fundar Amentia Tienda en 2022. “Como artista, sé que para la mayoría el arte se siente algo lejano de adquirir por sus precios. Además, culturalmente no nos enseñan a apreciarlo, por lo tanto vender mi arte en ese momento no era la mejor idea. De ahí nació una suerte de búsqueda de algo que me gustara hacer y me hiciera sentido y al mismo tiempo que pudiera vender y fuera de cierta forma rentable”, cuenta.
Para algunas joyas, Vanya utiliza el plástico de botella, el que debe recolectar, luego lavar y después recortar. Ahí comienza a darle forma con el calor de una vela para llegar al diseño que busca. Hay otras piezas en las que opta por el plástico de envases que sean planos, al que le da forma con pintura de vidrio. También tiene diseños que realiza con CDs y DVDs: algunos de ellos los somete al calor del horno y otros solo los recorta y los sella con resina.
Los aros más vendidos son los que tienen forma de medusas, en sus versiones grandes y pequeñas. “Es un diseño que llama la atención por su originalidad y belleza”, cuenta. Y agrega: “Además, el hecho de que haya distintos tamaños y colores me permite llegar a los clientes que les gusta usar aros grandes y llamativos, así como también a los que les gusta usar accesorios más sutiles”.
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