Judith Butler en visita virtual a Chile: “Me interesa hablar del deseo de rehacer el mundo”
Estas son algunas de las ideas claves que dejó la filósofa y activista feminista Judith Butler en las dos charlas, traducidas al español, que se transmitieron en el festival Puerto de Ideas y la Universidad de Chile.
Gracias a la virtualidad, esta semana pudimos tener acceso de forma libre y gratuita al pensamiento de la filósofa y activista feminista estadounidense Judith Butler, quien a sus 64 años se reconoce como no binaria y tiene una extensa obra traducida a 20 idiomas con contribuciones en el campo del género, la política, la ética y los derechos humanos. A ella se le atribuye la fundación de la teoría queer gracias a su libro El género en disputa (1990), un volumen que critica la idea esencialista de las identidades de género y la heterosexualidad, que cuestiona las estructuras históricas que moldean nuestros cuerpos, que plantea la necesidad de un feminismo interseccional que tome en cuenta las distintas realidades que cruzan a los sujetos subordinados (raza, clase, género, geografía) y que abre la puerta a las emancipación de aquellos cuerpos que nunca han calzado con la norma impuesta.
Butler tiene una estrecha relación con Latinoamérica y en los últimos años ha mostrado interés por nuestros movimientos feministas y el estallido social. Incluso reconoce que en Chile el feminismo ha marcado vanguardia en el mundo. Uno de los temas que cruzan su obra es la necesidad de la transformación social para liberarnos de formas de violencia justificadas en los discursos dominantes y la necesidad de cuestionar y desmontar esos discursos. Por eso, en sus últimos textos, la autora ha alertado sobre los nuevos fascismos y las estructuras de violencia que están tomando poder en distintas partes del mundo, con acciones y discursos contra las minorías, y sobre cómo la emergencia del Covid-19 ha agudizado las desigualdades globales y la precarización de la vida.
“Me interesa hablar del deseo de rehacer el mundo”, partió diciendo en una de las charlas, con cientos de miles de personas conectadas, atentas a su cautivante forma de gesticular, de hablar, de expresar sus ideas de forma clara y cercana. Porque Butler, más que una académica, es una activista que ha inspirado a movimientos sociales a nivel global.
“A mediados de marzo de este año muchos en el mundo estuvimos confinados, la economía se cerró, el mecanismo del capitalismo paró, el ambiente comenzó a repararse”, dijo. “Yo soy asmática y pude respirar en abril de una forma que nunca había podido. Estaba esa esperanza de abrir un portal hacia un futuro distinto, la ocasión para pensar y rehacer nuestro mundo. Había un optimismo a pesar de que el virus aterrorizaba, sobre todo en países como el mío, donde el acceso a la salud no está garantizado. Las inequidades sociales se han intensificado en condiciones de pandemia y surgen visiones optimistas y pesimistas sobre el futuro. Pero no hay un futuro utópico que vaya a desarrollarse automáticamente: va a depender de prácticas humanas y de la habilidad que tengamos para intervenir en el mundo político y económico. Por eso con la pandemia hay más personas que se han involucrado en política”.
Manifestó el auge de una biopolítica, en donde el poder soberano decide quiénes mueren y quiénes no y sacrifica vidas en post de la reactivación de la economía en todo el mundo, como si existieran como si existieran vidas más valiosas que otras. “La salud de la economía sacrifica la salud de los cuerpos de las minorías. Hay modelos de costo beneficio en donde la salud de los cuerpos es presentada como un porcentaje, como una curva, y si la curva se aplana hay que contentarse porque significa que algunos están viviendo. Pero la curva igual comunica muerte. Los gobiernos comunican que hay niveles aceptables de muerte y enfermedad, a través de un cálculo que no grafica la vida de esos cuerpos, en qué condiciones vivían, quiénes eran. Nada de ellos. Se sanitizan las formas de representarlos. Muchos han tenido que seguir trabajando para poder vivir y en esas condiciones aumentan la posibilidad de muerte de ellos y de otros. Los que trabajan en servicio siempre han sido privados de cuidados y eso incluye un amplio abanico de personas de color. En Brasil, en Sao Paulo, la gente de color tiene más probabilidad de morir de Covid-19 que los blancos y en Estados Unidos la tasa de muerte para afroamericanos es más del doble que en otros grupos raciales”.
Sobre cómo los gobernadores –como Trump o Bolsonaro, que han hablado del virus como su fuera una “gripecita”–, se eximen del problema de la vida y la muerte, Butler fue enfática en su crítica. “No imaginan que van a morir. Los soberanos nunca van a ser parte de esas criaturas vivientes que son parte del cálculo. El cálculo les evita a los calculadores su muerte. Pero todas las vidas deben ser vistas como una pérdida incalculable. La vida y la muerte no deberían ser cálculos, no pueden ser catalogadas”.
Pero a pesar del hostil panorama que viven las minorías, la violencia policial que Butler asegura que se está viviendo en su país y su preocupación por cómo se han acentuado y visibilizado las desigualdades, entregó un mensaje de amor, enfocado en el cuidado entre nosotros como principio ético y político. “El virus ha dejado claro nuestra vulnerabilidad y nuestra interdependencia. Estamos en contacto entre nosotros, dependemos el uno del otro y esa interdependencia debemos salvaguardarla de la mejor manera posible: lo que absorbo del otro cuerpo cuando estamos en contacto. Inhalamos y exhalamos el mismo aire con otros y con los animales, y podemos encontrar formas de compartir de manera interdependiente. La vida depende de eso. Hay un nuevo imaginario que está emergiendo y tenemos que reparar hacia adelante con un discurso valiente que supere el miedo para poder resistir de forma colectiva y solidaria”.
Butler recalcó la importancia que tienen las comunidades y la solidaridad social que ha surgido a raíz de la pandemia en distintas partes del mundo, sobre todo para aquellas personas que están sufriendo violencia en sus casas durante el confinamiento. “Este tipo de redes cruzan las casas y producen un sentido distinto de cobijo en comunidad. Esas conexiones permiten descentralizar la familia heteronormativa y elaborar otras formas de comunidad”.
Insistió fuertemente en la necesidad de generar redes más fuertes entre distintas culturas y países, más allá de las barreras idiomáticas. “Son necesarias alianzas interregionales, porque los problemas que tenemos traspasan las fronteras. Veo que el movimiento social de América del Norte está aprendiendo de ustedes (Latinoamérica), de cómo se asocia la gente y genera alianzas, de cómo podemos desafiar las fobias y las desigualdades enraizadas. Nos tiene que importar lo que pasa en otras partes del mundo”.
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