¿Juegos de seducción o posible manipulación?




Hace unas semanas, la psicóloga clínica, sexóloga y autora española, María Esclapez, publicó en sus redes sociales una reflexión titulada: ‘El juego de la seducción es en realidad manipulación’. En ella profundizó: “Realizar conscientemente un comportamiento que conlleve la distorsión mental de otra persona, con el fin de obtener algo de esa persona sin que lo sepa, es manipulación. Estos son los ‘consejos estrella’ que hemos aprendido para la seducción. Por favor, no los sigas”.

A esa declaración, le agregó un listado de los consejos, dentro de los cuales destacó: no mostrarse tan disponibles, hablarle a esa otra persona de algo específico para que se interese mayormente, dosificar la entrega de cariño, hablar con más personas al mismo tiempo para que vea que no estamos tan interesados en ellos, y responder a los mensajes de manera tardía. Prácticas que hemos aprendido a tildar de estratégicas al momento de interactuar con los demás pero que, según explica la especialista, develan otra cosa. “Tomarse unos días para responder el mensaje es un comportamiento que forma parte de la estrategia que llamamos ‘tira y afloja’, una técnica en la que se emplea el refuerzo intermitente que consiste en mostrar mucho interés por la persona en ciertos momentos determinados, mientras que en otros, no mostrar interés alguno. Eso genera una adicción”, explicó. “¿Por qué necesitas que tu pareja te ruegue? ¿Por qué ese empeño en que haya una diferencia de roles, o en estar por encima de esa otra persona? Si hay interés, ¿por qué tendrías que esconderlo?” concluyó.

A lo que sus seguidores no tardaron en reaccionar. Las respuestas fueron más de 200 y de todo tipo –algunos argumentaron que esas supuestas estrategias le corresponden a una generación más antigua y que ya se estaban poniendo en duda. Otros cuestionaron su propia necesidad de sentirse superiores en una relación y otros tantos advirtieron una preocupación por la cantidad de videos en Tik Tok que aconsejaban seguir, justamente, esas estrategias de seducción– pero todas parecían girar en torno a un mismo eje; estas prácticas, que podrían dar cuenta de una inseguridad mayor –o de una necesidad de tener el control en la relación– han sido totalmente naturalizadas. A tal punto que todas y todos, de manera inconsciente o consciente, hemos recurrido a ellas. Una usuaria incluso respondió: “Justo ayer pensé que tenía que bajarle a mi intensidad porque la persona que me gusta se iba a asustar. Ojalá todos pudieran leer esta publicación, la vida sería más fácil”.

La pregunta entonces es; estas acciones, que de base pueden ser poco genuinas, ¿dan cuenta de una intención manipulativa? Y si es así, ¿qué hay detrás y por qué hemos sentido la necesidad de realizarlas?

Según explica la psicóloga y terapeuta familiar, Catalina Baeza, el tema da mucho de que hablar. Pero más que emitir un juicio categórico respecto a si se trata o no de actos de manipulación, lo que hay que dejar en claro en una primera instancia es que la seducción de por sí (cuyos componentes léxicos en latín son ducere –que significa guiar– y el prefijo se –que significa separar– y que juntos expresan separar a alguien de un determinado camino y guiarlo por otro) no es necesariamente ofensiva ni dañina. “Lo que pasa es que históricamente se le ha atribuido una connotación negativa, partiendo por el primer acto de seducción relatado en la Biblia, cuando la serpiente seduce a Eva y Eva, a su vez, seduce a Adán. Pero entendamos que nada de eso sucede si es que en ese otro no hay una intención de ser seducido. En las relaciones hay dos o más entes activos, cada uno con su bagaje y carga histórica y por eso es tan importante llegar a acuerdos mediante el diálogo, en los cuales nos vamos a poder acoplar. Eso es reconocer al otro como legítimo”, explica Baeza. “Dicho eso, las tácticas mencionadas en la publicación hablan de querer tener el control y una asociación errónea entre el control y el poder. Más que manipulación, son una pérdida de tiempo, porque se trata de no mostrarse tal cual somos. Si mi interés es estar con alguien, y quiero que esa persona esté conmigo, no puedo fingir o disimular cómo soy. Quizás puedo resaltar mis cualidades en un principio o regular mis defectos, pero esa persona tiene que saber cómo soy para tomar su decisión. De lo contrario, los estamos engañando, y además, es desgastante a nivel emocional vivir en una mentira y fingir ser distintos. Una relación que parte con el engaño está destinada a ser poco sana”.

A eso, Baeza le suma que mientras el acto de seducción no sea para sacarle provecho a alguien y más bien para atraer o mantener viva la relación, no se trata de algo nocivo. Si, en cambio, la intención es la de mantener el control por sobre ese otro, estamos develando una inseguridad personal.

A su vez, la psicóloga e integrante de Cidem, Claudia Muñoz, advierte que estas conductas han tenido una incidencia histórica mayor en las mujeres y no se puede desglosarlas sin una perspectiva de género. “En un sistema social patriarcal, que ha determinado ciertos roles para cada género, las relaciones sexoafectivas están puestas al centro de la vida de la mujer. A las mujeres nos corresponde manejarnos en el mundo de lo emocional y los afectos, y de nosotras se espera que tengamos buenas relaciones y familia, como si gran parte de nuestro éxito como personas estuviese determinado por nuestra capacidad de mantener una relación. Y es ahí donde entra la capacidad de seducción. Por eso, a lo largo de la historia, estas exigencias siempre nos han afectado más a nosotras”, explica. “Tenemos que seducir para lograr conformar una relación (porque eso nos valida) pero tampoco podemos llegar y hacerlo de manera clara, sino de una manera solapada, porque en realidad lo que se espera de nosotras es que seamos virginales y delicadas. Básicamente tenemos que lograr ser nosotras las deseadas, pero no mostrarnos nunca deseantes. Ahí es donde entran todas esas supuestas estrategias”.

Y es que, como explica la especialista, el único deseo femenino aceptado socialmente es el de ser madre. “Todo lo demás nos desfeminiza o, como dice Judith Butler, nos saca de los estereotipos de género y eso genera angustia”, profundiza. Por eso nos cuesta tanto plantear las necesidades de manera directa. Pero, como también explica Esclapez en su publicación, “no necesitamos hacer algo de manera indirecta para llamar la atención de la pareja. Lanza una petición clara y directa y si esa petición no es escuchada y comprendida, entonces ahí no es”.

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