La caza de brujas: un asunto vigente
Se habla en redes sociales, se publican libros, se hacen talleres para comprender el fenómeno y se incluye en formaciones de liderazgo: lejos de ser un asunto del pasado, la caza de brujas ─que duró tres siglos en Europa y ejecutó a cerca de 70 mil personas, la gran mayoría mujeres─ vuelve a analizarse con perspectiva feminista. ¿Qué razones hay detrás de esta locura misógina? ¿Qué consecuencias tiene actualmente? Aquí, cuatro mujeres lo reflexionan.
Adela Muñoz Páez, académica y escritora: “Los hombres querían conjurar sus propios demonios”
Además de ser catedrática de química inorgánica de la Universidad de Sevilla, Adela Muñoz Páez es también escritora y feminista. Autora del libro Sabias: la otra cara de la ciencia (Debate, 2017) ─en que recorre la historia de las mujeres y el conocimiento─ en marzo de este año lanzó Brujas. La locura de Europa en la Edad Moderna, un ensayo para el cual se sumergió por casi 10 años en la literatura eclesiástica, libros e investigaciones, con el fin de abordar la caza de brujas. Especialmente entender el motivo de semejante locura.
“Mi conclusión es que los hombres querían conjurar sus propios demonios. No podían quitarse de la cabeza las mujeres y dejar de sentirse atraídos por ellas sexualmente, por mucho que se mortificaran con el celibato en la Iglesia Católica”, explica la ensayista española. Es decir, las acusan por ser más débiles frente al “pecado de la carne” cuando eran ellos los que estaban obsesionados con eso. En los documentos eclesiásticos que investigó, se puede ver el regodeo de los jueces a la hora de pedir detalles de las relaciones sexuales que las brujas tenían, supuestamente, con el demonio. “Ellas se rebanaban los sesos tratando de dar detalles escabrosos para satisfacer a los jueces y luego, dándose cuenta que ni siquiera en esas elucubraciones e imaginaciones podían pasarlo bien, entonces tenían que describir el miembro del demonio como escamoso, qué le causaba enorme dolor. Todo para que no las siguieran torturando”, relata.
Para la investigadora, este fenómeno tuvo causas múltiples y complejas. Al contrario de lo que se cree ─que quienes fueron ejecutadas eran mujeres que se revelaban frente al poder─ Adela Muñoz identificó otro perfil. Las asesinadas fueron en su mayoría mujeres con escasos recursos, sin acceso al conocimiento, más bien marginales, sin hombres y mayores de 50 años. “No eran brujas, porque no las había. Eran mujeres asesinadas”, dice Muñoz Páez, quien añade que el fenómeno se produjo, al mismo tiempo, en medio de una sociedad convulsa que estaba pasando de la Edad Media y del feudalismo, hacia una sociedad donde la propiedad privada iba invadiéndolo todo.
Además de lo anterior, otra fuente de tensión enorme eran las guerras de religión. “Con la reforma y la contrarreforma, los sacerdotes dejan de ser los intermediarios de Dios en la tierra y las catedrales enormes ya no son la casa de Dios. Por otro lado, pareciera que se estableció una especie de competición entre católicos, protestantes y calvinistas sobre quién perseguía a las brujas con más saña. Y además teníamos una sociedad con pensamiento mágico que creía verdaderamente qué las cosas malas del mundo estaban causadas por el demonio”, finaliza Muñoz Páez.
Francisca Vargas, psicóloga: “La caza de brujas causó una herida ancestral que hoy estamos gestionando”
Fundadora de la Escuela Ayurverde y experta en liderazgo intuitivo, la psicóloga y mentora de proyectos Francisca Vargas (@franciscavargas_com) comenzó a encontrarse con varios relatos de sus alumnas: pesadillas de persecución, miedo al rechazo o al exilio, diversas manifestaciones donde se revelaba una memoria de que no era seguro liderar. También lo vivió ella, y contó la experiencia en el libro Habitarme mujer, publicado el año pasado por Planeta: “Cuando una mujer se autoriza a sí misma para elevar su voz, para tomar el liderazgo de su vida, cuando se despierta ese potencial que había sido domesticado, aparece el miedo, que se expresa de maneras distintas. Necesitamos comprender esa herida ancestral del ser mujer, y luego hacernos de coraje para sentir que ya es seguro tomar el lugar público y de poder que nos fue arrebatado”, explica Francisca Vargas.
Cuando esta psicóloga apunta a la herida ancestral, se refiere en gran medida a la caza de brujas: “Hay varias miradas desde la academia: que se mataron brujas, que se ejecutaron a líderes, o bien a mujeres sin poder. Pero, como sea, se trató de un fenómeno misógino que duró tres siglos y que le impidió a la mujer alzar la voz. Con la caza de brujas, se desmanteló el liderazgo femenino y se demonizó a las mujeres que se resistían a ser subordinadas al poder de los hombres. La sumisión y aceptar el rol doméstico, cediendo el terreno de lo público a los hombres, era lo que las protegería de la hoguera”, comenta Vargas, quien en su Diplomado de liderazgo intuitivo se detiene en la caza de brujas, como un área necesaria a explorar si se quiere asumir el propio liderazgo.
“Necesitamos aprender a gestionar el miedo a que nos dejen de querer, y el hecho de conocer la historia de las brujas, estudiar sus consecuencias, te abre los ojos y te entrega herramientas para anclar la seguridad en ti misma”, finaliza.
Constanza Jorquera, analista político: “La manera de entender la imagen de la bruja ha ido cambiando”
A fines de 2020, la académica Constanza Jorquera, analista político internacional, doctora © en Estudios Americanos y fundadora de la plataforma feminista Club de Té (@leclubdete), dio el taller Mujeres brujas: feminismo, persecución y poder para abordar la relación entre la figura de la bruja y el feminismo, desde análisis históricos, debates sobre cultura pop y reflexiones sobre salud mental, sexualidad y experiencias personales. Causó tanto interés, que al año siguiente en 2021, dedicó 10 capítulos de su podcast Té con sorité a hablar del tema. Este año, en enero, fue la segunda versión del taller.
“El interés de las personas por entender la figura de la bruja siempre ha estado. Pero la manera en que se ha entendido su imagen ha ido cambiando y ha estado permeada especialmente por la cultura popular, principalmente por Hollywood, desde que saliera por primera vez la figura de una bruja en El Mago de Oz, en 1939″, cuenta Jorquera (@constanzajorqueram).
Como explica la investigadora, esa visión de la bruja comenzó a desarticularse en las décadas de 1960 y 1970, con los movimientos feministas. Especialmente uno de ellos: el grupo estadounidense WITCH (Conspiración Terrorista Internacional de Mujeres del Infierno, por sus siglas en inglés), que durante un año realizó manifestaciones, publicaciones y performances callejeras usando trajes negros, sombreros puntiagudos y símbolos de la brujería, reivindicando la figura de la bruja como activismo político. “Fue un hito; hoy, en efecto, existen nuevos grupos feministas inspirados en WITCH, y otros enfocados en reivindicar a la bruja, desde la cultura pop hasta esferas más espirituales”, cuenta Constanza Jorquera, que también se inspiró en el ya clásico libro de la italoestadounidense Silvia Federici llamado El calibán y la bruja.
“Federici es una de mis autoras fundamentales para entender este fenómeno. Ella plantea que el nacimiento del capitalismo tiene un correlato con la caza de brujas. Y que al reprimir a las mujeres y culparlas por las desgracias sociales, la clase dominante estaba en mejores condiciones de controlar el sistema”, finaliza.
Eve Cazenave, periodista, tarotista y astróloga: “La caza de brujas tiene repercusiones hasta el día de hoy, y sigue existiendo”
La periodista, astróloga y tarotista Eve Cazenave (@eve.cazenave) dice que las repercusiones de la caza de brujas se ven todos los días y están en la memoria de nuestra piel. “Bruce Lipton, doctor en medicina y un destacado investigador en biología celular, ha comprobado que las células guardan información a través de todos nuestros sentidos y dicha información es captada del entorno. Las experiencias quedan registradas en nuestra biología. Desde ahí, la vivencia sostenida por miles de mujeres no solo en Europa, sino también en la mal llamada colonización de América, guardó información en nuestras células y en nuestro ADN, que ha sido traspasada de generación en generación”, comenta Cazenave, quien profundiza este tema en su primer libro, que publicará en octubre por la editorial Urano.
Para Cazenave, quienes habitamos América Latina traemos la memoria de violencia y de abusos en nuestra piel. “Somos mestizas, por ende, en nuestra genética está guardada la caza de brujas que vivieron nuestras antepasadas cuando fueron violentadas por el hombre blanco que vino a ‘conquistar’ y colonizar América. Muchas mujeres de los pueblos ancestrales y andinos practicaban la partería, eran curanderas, sanaban a la comunidad con plantas y brebajes, hacían rituales a la Pachamama, le entregaban ofrendas a la Tierra y tenían un estrecho vínculo con los astros y las fases de la luna. Todo eso fue catalogado como demoníaco por los conquistadores blancos y europeos, quienes miraron con malos ojos este tipo de prácticas, de la mano de la Iglesia Católica”, comenta la periodista, quien añade que la caza de brujas es un fenómeno aún contemporáneo: “No hay que olvidar la matanza de brujas que hubo en Tanzania, la segunda mitad del siglo XX. Y que esto sigue sucediendo en zonas de África”, finaliza.
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