Paula 1221. Sábado 11 de marzo de 2017.
Antes de ser la reggaetonera que enciende la noche, Tomasa del Real era Valeria Cisternas. Hija de padres separados, desordenada, pasó por cinco colegios y organizaba tocatas en el patio de su casa en Iquique hasta donde llegaban 200 personas. "Pese a estar rodeada de carrete, nunca fui adicta a nada. Soy winner: no me permito desconcentrarme de las cosas que quiero lograr", dice. Ganaba plata cortándoles el pelo a sus amigos y vendiendo ropa. A los 19 se vino a Santiago a estudiar Diseño de Vestuario. "Te enseñaban a ser una funcionaria más, no a ser creativa". A los dos años se retiró y se fue a vivir a Buenos Aires. En 2011 volvió a Iquique y empezó a vender ropa en un local que compartía con un estudio de tatuaje. Autodidacta, en sus ratos de ocio aprendió la técnica, hasta que se hizo experta en tatuaje tradicional y abrió Clear Tattoo, su propio estudio que funcionó por cinco años. Allí se escuchaba reggaetón a todo volumen y, entre cliente y cliente, se grababa cantando en su computador. Hasta que un amigo le mandó unos beats y ella les puso letra e hizo un video que subió a Youtube. Así empezó en la música: poniéndole las letras a los beats que le enviaban sus amigos djs. En paralelo, viajaba por el mundo para trabajar en los estudios de tatuaje de moda. "Ahí me invitaban a fiestas y me pedían que cantara. Empecé a cantar a cambio del taxi que me llevaba de vuelta, hasta que hice la transición al reggaetón y me enfoqué en profesionalizarme. Ahora solo tatúo a conocidos y cuando me invitan a cantar me pagan hasta el hotel, porque vivo de esto".
Su nombre artístico surgió de dos vertientes: Tomasa lo tomó del apodo que tenía en el colegio donde le decían "la negra Tomasa". Y Del Real, del guitarrista Martín del Real, que formaba parte de Teleradio Donoso, banda que ella adoraba. Ahora lleva dos años de carrera, tiene un disco llamado Bien y mal y este año editará otro. Ha cantado en Estados Unidos, Europa y gran parte de Latinoamérica. En mayo irá a Viena para presentarse en el festival Hyperreality, con artistas de todo el mundo.
Cantas sobre drogas, sexo y lujos. ¿Qué tanto hay de ti en las letras que compones?
El reggaetón como género habla sobre el bling bling, tener cosas de marca y, sobre todo, el sexo y las drogas. Los grandes exponentes cantan sobre tener mil putas, pero en realidad son todos casados con hijos, pero sí viven en grandes mansiones. La gente es ingenua al pensar que las letras son autobiográficas. Esto es ficción, es fantasía, que es parte del arte que implica hacer esta música.
¿No crees que las letras incentivan el sexismo?
El rock hace lo mismo y mucha otra música también. No creo que hablar de sexo denigre a nadie. La inspiración del reggaetón es la mujer, es una música que todo el rato habla de las minas y de hombres que no pueden vivir sin ellas. De hecho, es como un elogio.
Como una de las pocas voces femeninas en el rubro, ¿no sientes una responsabilidad por defender la imagen de la mujer?
El reggaetón se escucha por el goce estético –que es el baile–y no porque la gente quiera escuchar un discurso. Es verdad que no hay ninguna mujer que esté haciendo lo que hago yo y por eso he sentido una presión por abanderarme con el feminismo. Me han dicho: "te conviene decir que eres feminista porque vas a llegar a más gente". Pero si es por conveniencia, estaría cantando pop.
¿Qué es el neoperreo?
Es la nueva forma de reggaetón, esta música bailable que se perrea y le dice a la sociedad: "no te estreses, no sufras, no planifiques tanto, pásalo bien, celebra y disfruta". El reggaetón es caliente, necesitas a otro para bailarlo y mirarlo, cantarle, tocarlo. Es como una danza de apareamiento.
¿Qué tan difícil es hacer reggaetón en Chile, donde es más bien un placer culpable que reconocido como un género musical?
En mis shows hay flaites pero también está lleno de hipsters; o sea, es súper transversal. Y eso pasa porque el reggaetón es el nuevo pop de Latinoamérica. Hoy los ídolos son Nicky Jam o J-Balvin. La gente se aburrió del pop latino tradicional que hablaba de la princesa y de tocar la luna y las estrellas y encontró en el reggaetón un género legítimo que no juzga a nadie y tampoco impone sanciones morales.